Resonante fiasco
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El primero y tal vez más memorable fracaso de las encuestas en los Estados Unidos se remonta a las elecciones de 1948 cuando las incipientes encuestadoras daban perdedor al presidente Harry S. Truman frente al candidato republicano Thomas E. Dewey. Conforme se proyectaba entonces, el triunfo de Dewey era tan seguro que antes de finalizar el escrutinio, el influyente Chicago Tribune anunció el resultado, dando lugar también a uno de los papelazos más renombrados en la prensa estadounidense. Creo que con el resultado de los comicios este martes ha aflorado el fantasma de 1948 sobre la reputación de las encuestas como método científico–universalmente aceptado a pesar de los pesares–para predecir un probable desenlace electoral. Y este elemento forma parte de las mesas de análisis que el resultado electoral ha originado tras el triunfo del republicano Donald Trump frente a la demócrata Hillary Clinton, quien no obstante de muchas dificultades personales, debió ser la ganadora. Uno de los posibles enfoques a partir de este descalabro de las encuestas, es el que se refiere al hecho de que ambos candidatos eran cuestionables cada uno por su tacha y que en esa virtud el resultado final podría ser cualquiera. Como en efecto. Sin embargo, este pie de amigo no libera a las encuestadoras de una sombra que persiguió a las que en 1948 dieron origen a un método sistémico de predicción de resultados, y que, a decir verdad, sus proyecciones han tenido más aciertos que fracasos. ¿Qué sucedió en esta ocasión para que el 90% de las encuestas fallaran frente a Donald Trump? Los más entendidos tendrán sus explicaciones. Pero en forma empírica se puede colegir en que los estadounidenses han aprendido de los vecinos latinoamericanos en varias vertientes, una de las cuales es saber mentir a los encuestadores al decirles una intención del voto cuando en su fuero interior saben que lo harán por otro candidato. De ahí que las mediciones dieran en todo momento como ganadora a Hillary, aunque siempre por estrecha distancia y recurrentemente con una ventaja dentro del margen de error, el cual como sabemos, opera como un escudo estadístico que protege de una posible desviación de las proyecciones. Con ese escudo protector, los analistas de las encuestadoras tendrán la forma de explicar lo sucedido. JPM |

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