Rafael Bonilla Aybar

imagen
EL AUTOR es escritor y poeta. Reside en Santo Domingo.

Desde las primeras horas del lunes 26 de abril de 1965, se inició una espectacular persecución al periodista Rafael Bonilla Aybar, por diversas calles del sector Gascue, donde vivía esta combativa figura, quien había sido el encargado de prensa del Movimiento de Liberación Dominicana, sumatoria de las organizaciones antitrujillistas del exilio, que organizó y dirigió las repatriaciones armadas del 14 y 20 de junio de 1959. Un hermano de Rafael Bonilla, Pedro Julián, se inmoló en la bahía de Maimón en aquella jornada heroica. Un tío de ambos, un ser humano decente, gloria del deporte dominicano y amigo nuestro, el Ing. Tancredo Aybar Castellanos (E.P.D.), nos relató que en cierta ocasión, antes de la gesta del 14 de junio de 1959, pudo verse con su sobrino en Cuba, y éste, Julián, le dijo que había decidido luchar con las armas en la mano para derrocar a Trujillo y morir si era necesario por la libertad. Tancredo le respondió, inquiriendo el porqué se arriesgaba en una acción de dudosas posibilidades militares, y le respondió, “por mis hijos”. El tío le ripostó, “pero tú Julián no tienes hijos”, Julián le dijo, “por los hijos que hubiese tenido, por los de los otros”. Tancredo me dijo, “esa era la pasta humana de Pedro Julián’’. En el país, luego de la decapitación de la tiranía, Rafael Bonilla Aybar, pasó a dirigir el periódico “La Nación”, durante el gobierno del Consejo de Estado (1962). Luego produjo dos programas de gran audiencia nacional, “el periódico del aire” que transmitía por la emisora “La Voz del Trópico” entre una y dos de la tarde, y otro por televisión, por “Rahintel”, de siete a ocho de la noche. EL GOLPE Si hubo un vocero público del Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963, ese lo fue el periodista Rafael Bonilla Aybar, a quien el pueblo bautizó como “Bonillita”, hasta tal punto, que en la madrugada del 25 de septiembre, en plena ejecución del Golpe, fue la única persona civil entre los militares dentro del Palacio Nacional, y quien ofreció las primeras declaraciones sobre la asonada golpista. Adversario radical del profesor Juan Bosch, a quien denominaba como “tonto útil” del comunismo. Las diferencias con Bosch provenían del exilio y fueron magnificadas por Bonilla, quien era un agitador natural propagando sus ideas subversivas contra el primer ensayo democrático del país, después de la dictadura. Bosch no participó en la repatriación armada de junio de 1959 (aunque había estado de lleno en la frustrada invasión de Cayo Confites, 1947, y vinculado a la de Luperón, 1949), antagonismos y luchas por la principalía en la misma, ya que se le excluyó desde el principio, y luego le negaron las condiciones exigidas por Bosch, para integrarse en igualdad de condiciones en la dirección del movimiento. Hubo celos con el liderazgo de Bosch, quien era la principal personalidad democrática del exilio antitrujillista y gozaba de un gran prestigio continental. A pesar de ello, la seccional casi completa del PRD en La Habana, se alistó en la expedición armada del 14 de junio de 1959. Rafael Bonilla Aybar se convirtió en la figura más odiada del país, por los sectores populares y grupos progresistas. Por ello, cuando estalló el movimiento constitucionalista en los cuarteles, y el pueblo salió a las calles en turbión de alegría, el primer objetivo de aquellas masas indignadas, fue asaltar e incendiar los talleres donde se editaba el periódico vespertino “Prensa Libre”, que dirigía Bonilla, que tantas honras ofendió, y que era el portavoz de los golpistas. LA REVOLUCION El día 26 de abril, unidades civiles y militares constitucionalistas, buscaban afanosamente a Rafael Bonilla Aybar y acudieron a su casa en la calle Hermanos Deligne, desde donde había salido momentos antes. Los moradores del sector fueron testigos de esta persecución. La emisora del Estado, Radio Santo Domingo Televisión, en poder de los constitucionalistas, daba constantemente el número de la placa y el color del vehículo de Bonilla Aybar. Se acusaba a Bonilla de estar en contacto con el residuo militar del CEFA que se negaba a reconocer el gobierno constitucional de Molina Ureña, y se ordenó detenerlo. Manejando su propio automóvil, Bonilla llegó conturbado al Hotel El Embajador. El Hotel era un hervidero de gente desesperada, sobre todo de ciudadanos extranjeros que se refugiaron allí ante los primeros indicadores de la guerra civil que se avecinaba, y los bombardeos de la aviación militar contra posiciones constitucionalistas. Allí lo recibió casi en la puerta el señor Pedro Blandino, amigo nuestro y pariente, quien ha sido embajador del país en diversas naciones, y quien era en ese momento, administrador del hotel o encargado transitorio de mismo. Bonilla pidió protección, señalando que lo iban a fusilar. Blandino, en un acto de piedad, lo escondió en el mismo lobby del hotel, debajo de la caseta de la central de teléfonos, donde estaba la empleada que manejaba aquel centro de comunicación. La decisión resultó apropiada, porque los constitucionalistas entraron en tropel, dirigidos por Héctor Aristy, el cual sería conocido en la historia de aquellos días de gloria y tragedia como el pintoresco “ministro de abril”, quien ordenó registrar todas las habitaciones minuciosamente, sin que le pasara por la mente, que Bonilla estaba a pasos de su presencia, agachado, conteniendo la respiración, debajo de las piernas de una impávida telefonista. Aristy advirtió que volvería por el lugar, ya que Bonilla no podía estar muy lejos, ya que había abandonado el auto en las afueras del hotel. Blandino quien conocía a Aristy, le pidió que se fuera, que la presencia de los constitucionalistas armados había creado un caos en el hotel y que Bonilla no estaba allí. El curso violento del día 26 de abril de 1965 no le permitió a Aristy volver al Hotel, y el asunto Bonilla se diluyó. Así, por un pelo, se salvó el periodista Rafael Bonilla Aybar, el más grande agitador de la derecha conservadora del país, de caer en manos de sus enemigos y quien luego abandonó el país auxiliado por las tropas invasoras norteamericanas. Aunque extremista en sus juicios y ponderaciones, vehemente y terco, defensor del “status quo” y de las clases poderosas del país, murió sin acumular fortuna, sin ostentación de riquezas, en una humildad material imposible de concebir en estos tiempos, reconciliado en el plano de la amistad con muchos de sus perseguidores de aquel inolvidable 26 de abril de 1965.

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
0 Comments
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios