¿Quién fue Matahari?

«¿Una ramera?, Si, pero una traidora, ¡Jamás!». Frase atribuida a Mata Hari durante el juicio. Probablemente si a usted., le mencionan a Margaretha Geertruida Zelle, de seguro dirá que no conoce esa persona y que jamás ha oído hablar sobre ella; pero si le hablan de Mata Hari, ciertamente, en algún momento de su vida, ya sea que en los periódicos leyó algo, o alguien se la mencionó o en una revista vieja, sucia y roída pudo leer algo sobre este personaje. Efectivamente, Margaretha Geertruida Zelle, mejor conocida como Mata Hari, nació en Leeuwarden, Países Bajos, el 7 de agosto de 1876 y muerta en Vincennes, cerca de Paris, el 15 de octubre de 1917. Fue una famosa bailarina y actriz, condenada por espionaje y ejecutada durante la primera guerra mundial (1914-1918) La palabra matahari significa, en idioma malayo, sol y propiamente “ojo del día”. Hija de Adam Zelle, un sombrerero, y su madre era Antje van der Meulen. A la muerte de su madre, su padre suplantó la distancia materna con colosales cuidados hacia una joven que prontamente acentuó por su belleza. A los 18 años contrajo matrimonio, tras sostener una transitoria epístola con un militar que no conocía, mucho mayor que ella y que había puesto un anuncio en un periódico. Desde niña, los uniformes militares la atraían en especial. Tuvo dos hijos, siendo el varón envenenado supuestamente en venganza por el maltrato dado por su marido a un maestresala aborigen; un asunto acontecido en su propiedad de casada en Java, donde había sido nombrado su esposo. La muerte de ese hijo representó un duro golpe para los esposos. El marido buscó consolación en la bebida y empezó a frecuentar poco el hogar. Se dice que esta soledad llevó a Mata Hari a sus relaciones con la cultura javanesa y con las habilidades eróticas orientales, que le facilitarían años mas tarde notoriedad como bailarina cortesana. De regreso a Europa, luego de separarse y perder en Holanda el litigio sobre la custodia de su hija debido a su disoluta vida en la isla, según declaró su marido, realizó más tarde algunas tentativas fracasadas en Paris como modelo de diseñadores, desengaños que sobrellevaron a una auténtica herida en su vida por carecer de recursos económicos para vivir. Más tarde regresó a Paris de nuevo, poseída de valor y cobijada en sus rasgos orientales adquiridos de su madre. La literatura romántica de evasiva de finales del siglo XIX había difundido una imagen indefinida y evocada de oriental. Valiéndose de estos eventos, se hizo pasar por una apócrifa princesa de Java haciendo de bailarina exótica, participando en fiestas de striptease. La ficción y espejismo, como salida forzada para resaltar su precaria realidad económica, principiaron a dar sus frutos y a la vista de sus benéficas secuelas, pasó a convertirse en algo habitual. En Paris fue una agitación con legítimas luchas por obtener asientos de las primeras filas en sus espectáculos de danza. También fue cortesana y tuvo coqueteos secretos con profusos funcionarios militares e incluso políticos de alto nivel, y, en general, con la alta sociedad. Su gloria como bailarina progresaba, pero ya no era tan joven y, al ir disipando sus encantos físicos, que consonante con la belleza presente no parece que fueran tan asombrosos, empezó a ejercer con más frecuencia de cortesana, abrigada por el mito que había creado, para seguir conservando el mismo nivel de vida. En aquellos tiempos, trató de rescatar a su hija que vivía con su padre, pero resultó quimérico. Mandó a su ama de llaves, que volvió con las manos vacías tras varias horas de expectación a la puerta del colegio donde estudiaba. Ese día su padre fue a recogerla. La niña murió en los Países Bajos de un ataque al corazón años después de la ejecución de su madre, curiosamente días antes de un viaje a Java en el que había puesto muchas ilusiones. En 1917, un año antes del final de la “Gran Guerra”, fue sometida a juicio en Francia imputada de espionaje, de ser una agente doble para Alemania y de haber sido la causa de la muerte de miles de soldados. Fue encontrada culpable sin pruebas irrefutables y fundadas en conjetura no examinadas que en la actualidad (principios del siglo XXI) no se resistirían en un juicio moderno. De hecho, una agrupación de su ciudad natal solicitó al Ministerio de Justicia francés una revisión postrera del caso, pero dicha petición no fue obtemperada. (No debemos olvidar el “affaire Dreyfus”). El dia de su detención, pidió que se le diera tiempo para ducharse y cambiar de ropa, pero luego de unos minutos, regresó totalmente desnuda y repartiendo bombones a sus apresadores, en una acción fracasada por disuadirlos. Fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento el 15 de octubre de 1917, en Vincennes, a las afueras de Paris. Se dice que la escuadra tuvo que ser vendada para no sucumbir a sus encantos. Pero, son probados los hechos de que lanzó un beso de despedida a sus ejecutores y que, de los 12 soldados que formaban el pelotón de fusilamiento, sólo atinaron 4 disparos, uno de ellos en el corazón, produciéndole la muerte instantánea. El oficial al mando, como asi se mandaba en esos casos, acabó el acto excesivamente con un tiro de gracia en la sien. La noticia recorrió el mundo. Hay inclusive una narración periodística que puntualiza este dramático suceso, refiriendo la expresión de su rostro, la forma en que cayó y la disposición final del cuerpo en el suelo. Su cuerpo, que no fue sepultado, se empleo para la enseñanza de anatomía de los estudiantes de Medicina, como se hacía con los ajusticiados en aquella época, pero su cabeza, momificada, perduró en el Museo de Criminales de Francia hasta 1958, año en el que fue robada, evidentemente por un admirador. El joven oficial ruso de 23 años de quien estaba enamorada, y para el que se dice que habría aceptado el cometido de espiar para Francia al embajador alemán en Madrid, habló sobre ella en términos de “mujer aventurera”, una vez que supo de su reclusión. Margaretha acudió a las autoridades francesas para adquirir un visado especial para el tránsito por el territorio en guerra, que era obligatorio para visitar al joven oficial en el hospital donde se hallaba por haber sido herido. Fue entonces cuando él le planteó trabajar para el gobierno de la República como espía. La tesis más dilatada sobre Mata Hari es que, si bien reveló algunos datos sobre ciertos movimientos militares alemanes, como el desembarco nocturno de varios oficiales del Káiser en Marruecos, y que comunicó al enemigo movimientos de tropas francesas que conocía por la prensa de Paris, no parece que ella fuera una espía importante, aunque llegó a ser acusada por Francia de haber sido adiestrada en Holanda, en una escuela para tal fin. Se la consideraba más bien, como una cortesana en aquellos momentos, que acepto encargos de este tipo para mantener su nivel de vida y poder visitar, en territorio de guerra, a su joven amante herido en combate. Quienes han estudiado a profundidad este personaje, indican que en realidad, se tomó esta tarea como un juego, no siendo enteramente consciente del peligro. Una tesis muy socorrida se fundamenta en que los alemanes, al disponer que esta persona les implicara entorpecimiento, dispusieron la muerte a manos del propio enemigo, tendiendo la trampa al contraespionaje francés para que sindicaran a Mata Hari como un agente alemán. La urdimbre era perfecta: al enviar los alemanes un mensaje peligroso y secreto con una clave, de la que tenían firmeza que sus enemigos ya disponían del método de descifrarlo, pero sabiendo que estos desconocían el sobre aviso alemán sobre este hecho, provocarían, como ocurrió, que las autoridades de Paris creyeran sin advertencias en la veracidad de toda la información interesada, por pensar que los alemanes la habían enviado inexpertos, cuando en realidad, lo habían realizado intencionalmente. Ciertamente un nuevo contexto de guerra de inteligencia suscitó este conflicto mundial. Profusos mensajes eran enviados para enmarañar sobre las verdaderas intenciones del enemigo y movimiento de tropas. El cisco por adquirir claves y estar al tanto del cambio de éstas, provocó también innegables quebraderos de cabeza. Este emponzoñado radiotelegrama fue captado en Paris por la antena de radio colocada en la Torre Eiffel y sirvió como principal prueba de la culpabilidad de Mata Hari. El mensaje señalaba de un agente alemán, el H21, que iría a Paris y que sacaría cierta suma de dinero de un banco. Las fechas y el acto, si bien el dinero nunca le fue solventado y constituía parte del pago de honorarios por sus servicios a Francia, concordaron con la vuelta de Mata Hari. Mata Hari, permaneció encarcelada durante meses antes de su fusilamiento, tuvo contradicciones en los desiguales interrogatorios a los que fue sometida (mitómana, acostumbrada a inventar su propia vida). Según los estudiosos del caso, fue utilizada como chivo expiatorio ante la opinión pública por las decepciones de Francia en el frente de guerra (una parte de la opinión pública estaba en contra suya por su vida fácil y licenciosa durante una época de carencias). El arrojo y formas de contactos con amantes enemigos, en plena época de guerra, revelan a Mata Hari con la actitud propia del mito que personificaba, como si tuviese la certidumbre de que sus relaciones en las altas esferas la harían intocable. Estos hechos, y otros, consignan en el acta del juicio que no fue revelada hasta bien entrada la década de los años 1950. La imputación de haber sido la causante de la pérdida de miles de vidas y liquidada por ello, puede ser tomada como una acción de espectáculo propio de períodos difíciles, en un instante en que era usual que cientos de jóvenes franceses fueran ejecutados en el frente, por deserción. Había batallas con cantidades de cientos de miles de muertos y, en los que el ejército vencedor había tenido un número de bajas sólo algo imperceptible. Eran, con cierta asiduidad, verídicas mortandades humanas, que anegaban las trincheras con restos de cuerpos humanos tras infinita detonación, por lo que se demandaban soluciones de rompe y rasga ante cualquier conjetura de culpabilidad. Uno de sus biógrafos explica que el mito que Mata Hari simbolizaba en su tiempo, y la circunscrita secuela calamitosa y seguida de la guerra en la capital parisina, forjó en ella una manera psicológica poco juiciosa, como para que no se diera cuenta de lo peligroso que era lo que estaba concibiendo, pensando que siempre tendría el favor de sus amantes, muchos de ellos enquistados en altos cargos políticos. Mata Hari, muerta a los 41 años en 1917, continua siendo un personaje de leyenda. A pesar de lo lejano en el tiempo, pocas son las proximidades a su persona que delinean visiblemente, lo que al parecer era en contexto, una fatua mujer que hacia todo para poder seguir viviendo en la ostentación. Se realizaron varias películas y series televisivas basadas en la vida de Mata Hari, una de ellas protagonizada por Greta Garbo en el papel de la famosa espía.

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