¿Qué no habrá Navidad?
¡Claro que sí! Más silenciosa y con más profundidad. Más parecida a la primera en la que Jesús nació en soledad, sin estridencia, ni pompas. Sin muchas luces en la tierra, pero con la de la estrella de Belén destellando rutas de vida en su inmensidad. Sin cortejos reales colosales, pero con la humildad de sentirnos pastores y zagales buscando la verdad.
Sin grandes mesas y con amargas ausencias, pero con la presencia de un Dios que todo lo llenará. ¿QUE NO HABRÁ NAVIDAD? ¡Claro que sí! Sin las calles a rebosar, pero con el corazón enardecido por que El está por llegar. Sin ruidos ni verbenas, borracheras, cherchas insustanciales, reclamos ni estampidas… pero viviendo el Misterio sin miedo al «covid-Herodes» que pretende quitarnos hasta el sueño de esperar.
Habrá Navidad porque Dios está de nuestro lado y comparte, como Cristo lo hizo en un pesebre, nuestra pobreza, prueba, llanto, angustia y orfandad. Habrá Navidad porque necesitamos una luz divina en medio de tanta oscuridad. El Covid-19 nunca podrá llegar al corazón ni al alma de los que en el cielo ponen su esperanza y su alto ideal.
!Habrá Navidad. Cantaremos villancicos. Jesús nacerá y nos traerá libertad!
JPM
Hermoso. Lástima que se apropie de un artículo del P. Javier Leoz, párroco de San Fermín (Pamplona), el mismo que fue felicitado telefónicamente por el propio Papa Francisco.
Excelente artículo expositor de un deseo místico deseable, pero poco probable. Ya los comercios exponen los adornos y arboles navideños, y por los medios de comunicación se estimula el refugio en las bebidas alcohólicas y las fiestas. Lamentablemente, el comercio tiene mayor fuerza de convencimiento que la prudente invitación a la meditación y la religiosidad.
Bendiciones para usted, hermoso artículo ,lleno de esperanza, fe y confianza en nuestro Dios . Todo es posible para los que creemos en Jehová Dios. No importa el dolor ni el sufrimiento ni la adversidad porque ni la vida ni la muerte ni Ángeles ni potestades ni ninguna cosa creada nos podrá apartar del amor de Jesucristo, como dice Pablo en Romanos 8: 38-39.