Prisiones calefactores de crímenes

imagen
EL AUTOR es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

Algunos regímenes penitenciarios de nuestros países latinoamericanos y del Caribe desde hace tiempo se han convertido en grandes incubadoras del crimen organizado. Nuestras cárceles están en crisis desde hace mucho tiempo. El hacinamiento ha creado grandes  problemas de los que se han podido resolver encarcelando a los sospechosos de manera masiva.

Los presos -muchos de los cuales no han sido ni siquiera acusados formalmente de ningún crimen- viven en condiciones deplorables e inhumanas que los hacen vulnerables a la coerción y el reclutamiento por parte las bandas criminales más sofisticadas y agresivas.

Los policías y guardias, así como los miembros del ejército, suelen abusar de su poder con respecto a los presos y participan en redes de corrupción que viabilizan la generación de más criminalidad.

Nuestras cárceles se han transformado además en incubadoras de la actividad criminal, escuelas de perfeccionamiento de los delincuentes con experiencia, y lugares donde los grupos criminales se organizan, entrenan a sus menores, reclutan y planifican más crímenes. Muchos de los que ingresan como delincuentes relativamente menores y poco violentos, salen de la cárcel como experimentados criminales que suelen reincidir.

Sin embargo, los gobiernos -si bien han redoblado sus esfuerzos para llevar a cabo capturas y enjuiciamientos como nunca antes se había hecho- no han logrado reaccionar de manera oportuna a las cambiantes circunstancias dentro de las cárceles, lo que ha permitido que los grupos criminales se fortalezcan, a la vez que ha minado los esfuerzos para mejorar la seguridad ciudadana en toda la región y ha afectado la gobernabilidad democrática.

Las pandillas carcelarias internas se forman y funcionan bajo la lógica de las prisiones; suelen controlar las economías criminales más importantes dentro de las cárceles, como el contrabando de licor y drogas ilegales. Las pandillas carcelarias tanto internas como externas, son las más perjudiciales debido a que explotan las vulnerabilidades del sistema penitenciario para desarrollar operaciones criminales dentro y fuera de las cárceles.

Se denominan pandillas carcelarias ideológicas, aquellas que utilizan su ideología y disciplina para ejercer control sobre la población reclusa, a menudo con el fin de promover su causa política. Las pandillas carcelarias narcotraficantes utilizan su gran afluencia de capital, sus conexiones y su fuerza para dominar la economía de las drogas en las prisiones y, en algunos casos, para monitorear las actividades de tráfico de drogas fuera de los recintos carcelarios.

La tendencia a la violencia entre las bandas ha llevado a las autoridades a separarlas, pero con ello, y sin proponérselo, ciertamente lo que han hecho es acelerar su desarrollo. Existen en algunos países, pandillas carcelarias militares, en que participan los miembros retirados de varias fuerzas de seguridad, las cuales utilizan sus conexiones y su formación para controlar la economía de las prisiones y, en ciertos casos, muchas otras actividades de las mismas.

Olvido

Se puede afirmar, que las cárceles son la parte más olvidada de la cadena judicial. Los gobiernos las ignoran sistemáticamente y no hacen los debidos ajustes en las mismas, lo que permite que el sistema carcelario quede expuesto a la corrupción y la criminalidad. Las lastimosas circunstancias y la descomposición son sitios de leva para las organizaciones criminales.

La segregación en las cárceles es un arma de doble filo, que, en el mejor de los casos, disminuye la violencia en las prisiones, pero por otro lado fortalece a las organizaciones criminales. En esas cárceles hacinadas, la violencia y la disciplina destacan por sus fueros, saliéndose de las manos de las autoridades y conduciendo a medidas drásticas, como separar a los presos según a la pandilla a la que pertenezcan.

Esto no hace más que fomentar el desarrollo de las pandillas, que utilizan el espacio y el tiempo de los que disponen para estar juntas para organizarse mejor. Hay ciertas medidas diferentes al encarcelamiento, como la despenalización o la imposición de sentencias alternativas, así como algunos programas sociales, educativos y laborales para los presos.

A pesar de la evidencia de que las políticas de línea dura no funcionan, y por el contrario, favorecen a las organizaciones criminales, los gobiernos continúan confiando en dichas políticas más que en otras formas de castigó o en programas de rehabilitación.

Esas pandillas son muy diversas, pero comparten ciertas peculiaridades y orígenes similares. Es posible que dichas pandillas carcelarias sean distintas, pero todas tratan de suplir las necesidades básicas de los presos-desde la seguridad hasta las drogas ilegales-, y todas cuentan con la arraigada corrupción para poder accionar.

Es desde la década de los noventa -cuando las tasas de criminalidad y homicidios comenzaron a crecer en Latinoamérica y el Caribe, y los gobiernos empezaron a adoptar políticas más duras con respecto a las sentencias, la prisión preventiva, la actividad de las pandillas, el tráfico de drogas al por menor y el consumo de drogas- la población carcelaria de la región comenzó a crecer vertiginosamente hasta nuestros días.

El hacinamiento, la corrupción y los abusos han hecho que las prisiones sean lugares muy peligrosos, donde la supervivencia depende de alianzas nuevas y antiguas. Las cárceles son perfectos centros de reclutamiento, así como incubadoras para el crimen. Ellas permiten a los grupos criminales consolidar sus jerarquías, y se han convertido en refugios seguros y en bases de operaciones para las pandillas de las organizaciones criminales.

jpm-am

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
0 Comments
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios