Preocupaciones arancelarias en la “Era” de Trump

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El autor es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo

La política arancelaria proteccionista y punitiva que ha estado aplicando desde la Casa Blanca el presidente Donald J. Trump (hace unos días reforzada con el anuncio de aranceles “recíprocos” generalizados), tipificada por él mismo como un ejercicio de “justicia” en materia de comercio exterior, no deja de generar preocupaciones suspicaces sobre sus verdaderos fines ulteriores a pesar de la legitimidad que es dable atribuirle a simple vista.

Y es que, sin dudas, planteada la cuestión con la sencillez y el desenfado chauvinista conque lo ha hecho el mandatario estadounidense, esa política parece de entrada una justa e incontestable reivindicación de los intereses de su Estado y su gente en el marco de unas relaciones comerciales globales que efectivamente favorecen en lo esencial a los demás en términos estrictos de dividendos monetarios.

Por supuesto, el análisis del tema podría empezar a complicarse cuando se da paso al examen de fondo a partir de una pregunta simple y directa: ¿a quiénes beneficia y a quiénes perjudica realmente la estructura de bajos o moderados aranceles (o de “injusticia” arancelaria, como le llama Trump) que los Estados Unidos habían aplicado hasta este momento como parte de sus políticas de precios internos accesibles y de relaciones exteriores?

Auscultada la cuestión desde la perspectiva puramente financiera, los primeros beneficiarios han sido los productores de los países que tienen un alto volumen de intercambio comercial con los Estados Unidos (dentro de los cuales destacan México y Canadá, sus vecinos más cercanos), y los segundos aquellos de las naciones que sin tener un abrumador flujo de mercancías con el coloso del Norte exhiben una cartera al efecto en la que salen ganando respecto a aquel.

Donald Trump

En orden alternativo, y dentro de la misma perspectiva de dinero, quien resulta más perjudicado con aranceles bajos o moderados es el Estado federal (que deja de percibir importantes sumas de numerario por ello), y luego la gran masa de productores nativos que se ven obligados a competir con bienes importados cuya estructura de costos es infinitamente menor bajo meros cálculos cuantitativos.

La insistencia no es necia: hasta ahí todo bien en cuanto al comercio exterior y a los dividendos de éste, pero ¿cuál es el efecto de nuevos aranceles en lo concerniente al comercio interno? No hay que ser un experto en economía para saber que la aplicación de gravámenes aduanales implicará una carga extra sobre el costo de colocación final de los bienes y, por lo tanto, afectará los precios de los bienes importados en el mercado estadounidense perjudicando de inmediato sobre todo a la gente pobre y de clase media: basta con saber sumar y restar para hacer esta inferencia.

Claro, Trump nunca ha dicho que eso no sea verdad (incluso, en algún momento confesó que “quizás” haya “sufrimiento”, pero al final indicó que el sacrificio “merecerá la pena”) y, además, cuenta con un remedio subsecuente teóricamente plausible: la imposición de aranceles obligará a muchas empresas a retornar o a establecerse en los Estados Unidos para evitarlos y garantizar que sus productos tengan mejores precios en el mercado interno, además del impacto que ello tendría sobre el PIB y sobre la mecánica de generación de empleos.

El problema

Por supuesto, el problema de ese remedio es que (sin mencionar que todo regreso empresarial mataría a la larga la nueva fuente de ingreso federal) pudiera tropezar con ciertas realidades del mercado estadounidense que fueron las que obligaron a muchas empresas a emigrar de su país para acogerse a los regímenes legales de zona franca en otras latitudes del mundo para mejorar su competitividad: el costo de las infraestructuras y su mantenimiento, los niveles salariales, el precio de las materias primas, el costo de las operaciones, el pago de impuestos internos, la rigurosidad de las leyes y otras.

(Hasta ahora los señalados arriba son los indicadores convencionales más importantes o visibles de la competitividad, pero no se puede olvidar que con el desarrollo de la inteligencia artificial, que promete eficientizar los procesos productivos y sustituir parte del trabajo humano por el de las máquinas, algunos de ellos pueden en la próxima década ser poco significativos o ser reemplazados).

La pregunta final, no obstante, es la más crucial: ¿cuál será el destino final de los recursos obtenidos por la aplicación de los aranceles anunciados, incluyendo los “recíprocos” generalizados? La respuesta la ha dado el propio Trump de manera reiterada: engrosarán las finanzas públicas para reducir la deuda del Estado, eliminar el déficit presupuestario y equilibrar la balanza comercial, entre otras cosas.

Pero ojo: en ningún momento el gobernante estadounidense ha hablado de destinar partes de esos recursos a obras de bienestar común o a mejorar servicios públicos porque, como se sabe, él entiende que el tamaño del Estado debe reducirse y que los servicios que éste ofrece gratuitamente o a muy bajo costo (ayuda alimentaria, educación, atención de salud, etcétera), junto con cualquier subsidio “no productivo” (o sea, a los que tienen ingresos insuficientes para vivir) deben ser desmontados, reducidos a su máxima expresión o eliminados.

(En ese último aspecto, aunque tanto Trump como Elon Musk parecen creer que descubrieron el helado en palito al hablar de la “pesada carga” de los servicios sociales sobre las finanzas públicas -el magnate de X incluso considera parte de ellos como “criminales”, en particular los dirigidos a ciertas minorías internas o a países en desarrollo-, se trata de un asunto que se discute en el mundo por lo menos desde principios del siglo XX con dos posiciones claras: una que los estima necesarios como expresión de solidaridad  humana y para garantizar la paz social, y otra que sostiene que es un “subsidio” a “vagos” y “perdedores” con dinero “ajeno”. Los resultados, no obstante, están a la vista: sólo hay que ver donde se ha aplicado cada modelo y qué niveles de desarrollo humano existe).

Y de semejantes presupuestos teóricos es que brotan las preocupaciones suspicaces: una vez la aplicación de los aranceles, incluyendo los “recíprocos” (que, como ya se dijo, inmediatamente perjudicarán a los productores de sus socios comerciales del exterior y la gente pobre y de clase media de Estados Unidos) produzca los recursos para equilibrar las finanzas públicas en un Estado pequeño y sin responsabilidad frente a los servicios sociales, ¿qué se va a hacer con el dinero sobrante?

Con las debidas disculpas por la tontería conspiracionista, la respuesta aquí igualmente luce obvia porque ha sido predicamento irrenunciable de Trump: rebajar los impuestos a los ricos (dentro de los cuales, por cierto, se encuentran él y muchos de sus cercanos colaboradores) para que éstos -siguiendo con sus presupuestos teóricos- hagan nuevas inversiones y creen empleos (lo que, de paso, los “empobrecería” menos) en vez de poner el dinero en manos del Estado para que los “dispendie” acudiendo en auxilio de los “vagos”, “perdedores”, “improductivos” y demás yerbas no aromáticas.

No sé a ustedes, pero al autor de estas líneas la estrategia le parece archigenial (si es que el final del cuento fuera ese que se acaba de reseñar), muy particularmente para quienes la promueven desde los pináculos del poder en Estados Unidos… Claro, ese también podría ser el acto de “tigueraje” más sabichosamente circense de la historia económica del mundo.

lredecampsr@hotmail.com

jpm-am

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confucio
confucio
3 horas hace

Por fin salio un hombre de negocios a poner atencion a los problemas de US, contrario a la pasada admistracion que no le puso ni un chin de peso.

ISTANBUL/CHICAGO, Feb 19 (Reuters) – Turkey has begun exporting around 15,000 tonnes of eggs to the United States as a devastating outbreak of bird flu is slashing U.S. production and sending prices soaring, a leading sector official said on Wednesday.

RUTH
RUTH
1 dia hace

Qué hombre tan elegante caramba…