Por una democracia participativa

A medida que va pasando el tiempo me asombro de las cosas que pasan en un mundo globalizado que amenaza con el inicio de una desglobalización mundial no solo en el sistema capitalista sino también en regímenes comunistas con economías de mercado, empujado también por la pandemia que no da tregua y que ha hecho que el mundo cambie y, muchos aún no se dan cuenta. Creo que el hecho de que todavía me asombro de muchas cosas que suceden a mi edad, es porque no he terminado de aprender y que en este gran recorrido por la vida aún no termino de entender el porqué de muchas cosas.

Hace un tiempo viajaba en mis vacaciones desde New York hacia Canadá y en un momento de turbulencia en el avión abrí la ventana y observé el horizonte y se veía como si el avión estuviera detenido, porque cuando te encuentras en esas alturas no se puede observar la diferencia de velocidad y pareciera como si estuviéramos en el mismo lugar. Me asombró que estando viajando a una velocidad de 900 kilómetros por hora pareciera como si estuviéramos detenidos, suspendidos e inmóvil.

Así le sucede a la mayoría de los políticos que han venido de muy abajo y cuando experimentan tan arriesgada altura se pierden en horizonte del desprecio, la maldad, la opacidad y pierden de vista que algún día tienen que bajar. Durante el viaje pensamos en la perpetuidad del tiempo pero que solo el tiempo es el dueño del tiempo y nosotros los pasajeros. En esta etapa tan difícil que vive la humanidad se necesita cambiar la democracia por una más participativa.

 Baltazar Garzón en su último libro “La Encrucijada” desuella los valores a cultivar y defender en esta nueva etapa de la humanidad, como son la ética, la justicia, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, la defensa de los más vulnerables y la reivindicación de una economía moral que son la base de ese recorrido que Baltasar Garzón realiza por los diferentes países motivando a la reacción contra la ultraderecha y la impunidad.

El título de este artículo lo extraje de un texto que leí del autor, escritor y sociólogo Simón Bauman de su libro La Modernidad Líquida. “La Modernidad líquida, que no es más que una figura de cambio constante y transitoriedad, atada a factores educativos, culturales y económicos. “La modernidad líquida cambia constantemente y así como los líquidos toman la forma de objetos sólidos en que los contienen, aún la sociedad de hoy está sumergida en esa forma de cambio permanente.

La modernidad líquida fue acuñada por el sociólogo y filósofo Simón (Zymount) Bauman (1925-2017) para definir el mundo globalizado. La liquidez y su volatilidad serían características que llegaron a desorganizar todas las esferas de la vida social, como el amor, la cultura, el trabajo, el matrimonio, etc. Superarlo ahora, es nuestra misión porque la democracia liquida en tiempo de globalización las cosas fluyen con mayor rapidez hoy en pleno proceso de desglobalización las naciones se han vuelto nacionalistas.

Estos fenómenos ocurren en todo el discurrir de la vida social y especialmente en las organizaciones políticas que tienen que saber eso y sus dirigentes deben adecuarse cada día al cambio o condenarse al retroceso porque las demandas de la sociedad son cada vez más grandes y hay que saber interpretar cuáles son sus deseos, sus esperanzas, sus desvelos y no dejar que nunca mueran sus esperanzas, pues cuando estas arriba debe evitar que te pase como cuando está en un avión, que una vez alcanza su techo de altura, pareciera que permanece en el mismo lugar.

La sociedad de hoy necesita un cambio en la manera de participación política y su inserción en el gobierno y este debe abocarse a dar participación no en base a una militancia política partidaria sino en base a personas capacitadas y preparadas para ofrecer un servicio de calidad a todos los ciudadanos y poner en segundo lugar la contratación de personal partidario por el simple hecho de serlo; porque la gente finalmente vota y así lo aprecia para recibir mejores servicios públicos en educación,  Salud, trabajo, sin importar de donde proceda el individuo.

Siento que hay que cambiar el tipo de democracia representativa por la que hemos apostado todos los dominicanos y, está bueno ya. Necesitamos una democracia participativa, con mayor participación de las personas por su entrenamiento, capacidad y experiencia profesional, no por el simple hecho de ser un miembro de un partido político. De ahí que debe haber una transición de la democracia representativa a una nueva de democracia participativa.

of-am

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