OPINION: Un agujero negro en la comunidad internacional

En la Antigüedad se hablaba del Tonel de las Danaides. Mujeres culpables del asesinato de sus esposos, condenadas a llenar con agua un tonel  sin fondo. La leyenda se refiere a una doble insatisfacción: el consumo irresponsable del que recibe, y el descontento permanente  del que da. Para la comunidad internacional Haití se ha transformado en un barril sin fondo.  En el  universo espacial existen campos gravitacionales capaces de tragarse la luz o cualquier asteroide, como si cayera en un hoyo completamente hondo, interminable,  y no parara de caer en esta masa atrayente. Stephen Hawking, el descubridor de ese campo de gravedad, los llamó los agujeros negros. Devoran brutalmente  todo lo que se halle influido por su campo de atracción. En la comunidad internacional existen países que operan de un modo semejante. Tal el caso de Haití.

El Estado para sobrevivir, ya sin capacidad para endeudarse más,  echa mano de las donaciones internacionales;  de las remesas de sus inmigrantes; se apoya en  los servicios escasísimos  suministrados por las ONG. La seguridad debe ser cubierta por la ONU; estas circunstancias provisionales en todo el resto del mundo aquí se convierten en problemas permanentes, sin fecha de caducidad. Con todo y el auxilio exterior, el 70% de los habitantes vive  debajo del umbral de pobreza extrema; la  moneda del país se deprecia continuamente; la inflación rebasa con creces el 40%.  No hay autosuficiencia alimentaria; las exportaciones apenas cubren el 30%  del gasto. Todas las infraestructuras se hallan desmanteladas.

En el 2004,  durante las celebraciones del Bicentenario de su Independencia, el Presidente Jean Bertrand Aristide, se inventó que Francia debería devolverle los fondos que habían pagados los gobiernos haitianos después de la Independencia, para solventar las pérdidas  de los colonos expulsados para siempre del territorio y privados del derecho de propiedad por el solo hecho de pertenecer a la raza blanca. El victimismo haitiano fabricó la idea de la deuda de Francia, y comenzó entonces a divulgarla por el mundo.

¿Existe, en verdad, una deuda de Francia con Haití, de resultas de las indemnizaciones que conllevaron al reconocimiento de la Independencia, refrendada por el Tratado del Presidente Boyer y Carlos X? ¿Cómo se ha calculado el monto de esa deuda? La indemnización exigida por el Rey de Francia ascendía a 150 millones de francos de la época; de esa suma Haití sólo pagó unos 90 millones de francos.  Aristide entregó a un oficina de abogados estadounidense el cálculo fantasioso al que podría ascender ese dinero convertido mágicamente en deuda de Francia, y posteriormente, en instrumento de reclamación jurídica. El monto de esas fabulosas cantidades de dinero,   incluye el cálculo de los intereses, la recapitalización de esos haberes, los daños y perjuicios por la esclavitud, y los retrasos en los pagos, todo eso  nos llevó a una cifra de 21.685. 135. 571 millones de dólares, correspondientes a las sumas  remesadas entre 1825 y 1885, con arreglo a los Tratados de Boyer con la dinastía de los Borbones y de los Orleans, calculada en 90 millones de francos. Aristide condujo esas reclamaciones ante la Corte Internacional de Justicia, y amenazó con depositar el expediente novelesco ante la Corte Internacional de  La Haya.

De algún modo, todo el que se halla metido en  los abismos insondables de la miseria, suele creer en que su suerte cambiará con un billete de lotería, con una herencia , con la generosidad de un benefactor. O, como en este caso  con una patraña ingeniosa como ésta.

En  Pointe á Pitre (Guadalupe), el Presidente de Francia, Francois Hollande, sobrecogido por la emoción,   durante la inauguración del Museo Memorial de la Esclavitud,  dijo que  restituiría la deuda que Francia le hizo pagar a Haití para el reconocimiento de su Independencia.  El anuncio despertó falsas esperanzas.  Los haitianos que tienen mentalidad de asistidos sociales comenzaron a soñar con esas montañas de dinero. El fruto de la imaginación de un pedigüeño había logrado el éxito. Hollande picó el anzuelo.  Algunos comenzaron a repartir las casas que iban a construir con ese dineral. En Guadalupe los haitianos vieron el maná,  el hallazgo de unas botijuelas llenas de morrocotas de oro. Posteriormente,  Francois Hollande puso los pies en la tierra. Declaró que se trataba de una reparación moral.  Cuarenta y ocho horas después,  hallándose en una visita oficial de cinco horas en Puerto Príncipe, fue recibido  con insultos y abucheos. Y con un discurso muy poco diplomático de parte del Presidente Martelly, quien atribuyó el subdesarrollo de Haití y todos los sufrimientos que han padecido, al  impago de la deuda que ellos se habían inventado.

En los campos de Marte, en las cercanías de la estatua de Toussaint Louverture, los manifestantes gritaban “¡Fuera Francois Hollande!” “¡queremos dinero, no reparación moral!” Lo oyeron los franceses y toda la prensa internacional. La donación de cincuenta millones de euros pasó sin pena ni gloria. Porque los haitianos esperaban caletas de dinero.

En 1990, Francia incluyó a Haití entre los países beneficiarios de la ACP; sus agencias de cooperación  desembolsaron una ayuda muy superior a la que vierten en México, y Brasil; establecieron el Instituto Pedagógico Nacional; una misión con más de setenta expertos; se crearon más de una veintena de biblioteca y centros culturales y de formación, dotados de todos los servicios que tenían en la metrópoli. Todo eso se volvió aguas de borrajas.  Algunos de esos centros son ahora corrales de chivos. En el continente,  Haití ha sido el país que mayor ayuda exterior per cápita ha recibido. Sus dirigentes se han vuelto irresponsables-  El que ayuda termina acusado, y se le tilda de culpable del fracaso de la ayuda, de todo lo que  no funciona en ese país. Cuando se quiere saquear el bolsillo, se fabrican bellos discursos sobre la solidaridad y la fraternidad internacional. Se  compara  al donante con los ángeles. Cuando estos exigen responsabilidad, cuentas claras, entonces se les sataniza. Haití es el mayor cementerio de proyectos de la Comunidad Internacional.  Muchas ilusiones y muchos esfuerzos y dinero se ha disipado. Se calcula que, en el último medio siglo, más de 30.000 millones han sido tragados por ese tonel de danaides. Nada parece llenar ese agujero negro.  Por descontado, que nos  encontrarnos con un país en peores condiciones. Dice Martelly en su discurso “que el 70% de la población no tiene empleo y el 85% de toda la educación es privada y de mala calidad”.

Volvamos a la pregunta inicial: ¿Tiene, en verdad, Francia una deuda de incalculables proporciones con Haití? La  compensación  que Carlos X, exigió a los esclavos convertidos en dueños absolutos de la colonia más rica del continente,  para   indemnizar las pérdidas inmensas de los colonos blancos, que eran los más antiguos habitantes de la colonia de Saint Domingue, no fue una exigencia hecha al pueblo harapiento  de hoy, sino a una posesión de ultramar que representaba, en aquel punto y hora, un tercio de toda la economía  de Francia. Sus setecientos ingenios de azúcar, sus miles de plantaciones de añil, tabaco y café, sus teatros, las mansiones coloniales, sus fabricas de aguardiente y de clarete, las ciudades que habían fundado los franceses, guiados por el genio de Jean Baptiste Ducasse, todo eso quedó anulado de pronto para los descendientes de Alexandre Dumas, de Paul Lafargue y tantos otros que se vieron privados para siempre de la posibilidad de pertenecer al nuevo Estado, de volver al país en el que habían nacido y forjado sus fortunas convertida en cenizas. Durante muchos años  después de la Independencia, ese país continuó entroncado con el mercado mundial, y siguió exportando sus riquezas, hacia 1840, comenzó el declive. Un descenso abrupto y persistente que se ha prolongado hasta hoy.

En este mundo hay que contar con la estupidez. En el supuesto de que este asunto estrambótico  se llevare a la Corte de La Haya deberían debatirse a la luz del derecho y de la historia, las cuestiones siguientes:

Un arbitraje internacional tendría que examinar si ese régimen tenía derecho a establecer el racismo anti blanco como doctrina jurídica del Estado y a privar de todos los derechos a todos los habitantes blancos criollos, que eran los más antiguos habitantes de Saint Domingo.

Para cumplir con el compromiso internacional de amortizar a las poblaciones expropiadas por su gobierno, los haitianos  confiscaron las principales propiedades dominicanas y todos los bienes de la Iglesia; desmontaron los bosques de la porción oriental de la isla  y explotaron brutalmente nuestras riquezas. Nos privaron de nuestra Independencia (1821) y nos obligaron a pagar  los bienes arrebatados a los colonos franceses desde 1804. En todo caso, si se reconoce esa “deuda” nosotros que fuimos brutalmente saqueados para amortizarla, seríamos igualmente acreedores.

La idea de indemnizar a los colonos blancos que habían sobrevivido a las cruentas matanzas de Dessalines fue propuesta por Alexandre Petion y por Jean Pierre Boyer con el objetivo de privar del derecho de nacionalidad y de propiedad en el nuevo Estado, a los antiguos reclamantes, aun cuando no fueran propietarios de plantaciones.

Ninguna nación del continente heredó el fabuloso emporio de riqueza que, en 1804 poseía Saint Domingue, convertida  en el Imperio de Haití. ¿Puede considerarse una injusticia  que la colonia más rica del continente compense  económicamente  a los sobrevivientes de las grandes matanzas de Dessalines, que lo habían perdido todo , que finiquitaron refugiados en Santiago de Cuba?

Los daños producidos por la esclavitud tienen dos actores. Los  africanos que cazaban y vendían los esclavos y, naturalmente, los europeos que compraban las llamadas piezas de ébano. No puede olvidarse el papel fundamental que desempeñaron los negreros africanos, que se beneficiaron durante siglos de ese mercado infame.

Los haitianos ven a la Comunidad Internacional como una fuente inagotable de recursos. Para  explicar el fracaso  histórico de los haitianos, todo el cortejo de males  son atribuidos  a la actitud del mundo exterior. Los fundadores del Estado plantearon desde su primera Constitución de 1805 la imposibilidad de convivencia entre blancos y negros. Sin duda, como reconoce los propios historiadores haitianos, esta circunstancia influyó en el aislamiento de un país, que privaba a una porción importantísima de la Humanidad de  los derechos de propiedad , basado en la raza. Es decir, por aplicar una situación de apartheid contra los franceses y contra la raza blanca. He aquí en cuentas muy resumidas las menudencias de este derrotero:

“ Al limitar en todo lo posible  la inmigración de personas de raza blanca, los que habían hecho la Revolución industrial y los que hubieran podido contribuir al desarrollo tecnológico del nuevo Estado, Haití  impidió su propio desarrollo, pese a que la Constitución de 1867 planteaba aperturas al capital extranjero. Todas las Constituciones haitianas,  incluían las referencias a la Constitución de 1805, que negaba el derecho de propiedad a los blancos. Esta cláusula sólo pudo ser modificada durante la ocupación estadounidense en la Constitución votada en 1918. Constitución escrita por el futuro presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, que, era en ese época, Secretario adjunto de la Marina de los Estados Unidos. El Parlamento haitiano se negó a votar esa  Constitución; ya en el calvario, los estadounidense entonces introdujeron el referéndum, que  consistía en pedirle directamente a la población que adoptara esa Constitución.  De esta forma se adoptó la Constitución de 1918, con una abstención del 95%  de la población. De este modo, los blancos podrían convertirse en propietarios ( Leslie Péan:  Bequilles,  Puerto Príncipe, Imprimerie Brutus, 2014)

¿ Por qué este comportamiento que ha inspirado las más violentas condenas en el resto del mundo, debería justificarse, y acaso promoverse cuando se trata de los haitianos?

Como se ve, el país se cerró al mundo exterior. Sin embargo, no faltan historiógrafos que planteen que el subdesarrollo de Haití se debe a que las potencias del mundo no le perdonaron que llegase a ser independiente. Con esa tesis, igualmente, extravagante nacida del infantilismo y del victimismo, se han propuesto inculpar al mundo de su fracaso histórico, e inventarse nuevas deudas; para saquear las conciencias y los bolsillos del otro.

 

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