Personajillos de la «sociedad»
El título universitario, usurpado o real, forma parte de su nombre: licenciado fulano de tal, doctor sutanejo, ingeniero perencejo… El anillo de graduación siempre debe estar cerca de las cámaras fotográficas o de TV.
No importa el “calorazo”… saco y corbata siempre a cuesta como sinónimo de prestancia o riqueza.
A veces se quitan el saco y usan la corbata floja con la camisa “semi-arremangá” como señal de “sencillez” programada. Si la corbata es azul, como la de los presidentes de EEUU, mejor.
El escritorio del tamaño de la oficina y las paredes repletas de diplomas, reconocimientos, trofeos y certificados cursillos.
La secretaria “bonita”, bien presentable, apta para ser acosada; sin importar que no sepa nada de nada.
Si tiene chofer, ocupa solo la cabina trasera; y si anda con guardaespaldas, lo obliga a abrirle la puerta. Para cada escenario una pose.
Sabe hablar silvando las eses, con las cejas “estiricadas”, usando palabras rebuscadas y exhibiendo una inmensa cultura de internet. Portan tarjetas, tabletas y celulares inteligentes, aunque no sepa usarlas.
Una parte conoce muchas portadas y reseñas de libros, pero no le marcha a las “tripas”. Otros son realmente ilustrados y hasta enciclopédicos.
Abundan los que no beben ron, solo Whisky etiqueta verde o azul; y los hay capaces de ingerir coñac de 300 mil pesos con Coca-Cola o Seven Up, o de ufanarse de esquiar en Colorado.
Si no lo es, finge de jefe o de estar cerquita del jefe. El mega-ego no le cabe en el cuerpo. Imprime publicaciones de sus actividades laborales con más fotos que letras.
Le gustan las ONG como trampolín.
Los hay que se meten a pastores o cristianos de mentirillas, que se enriquecen con la ignorancia de sus fieles, saltan a la “polítikería” vía instrumentos filo-fascistas o filo-genocidas y predican valores desde tribunas corrompidas.
No desperdician ocasión para ser candidatos a cualquier cosa y de cualquier cosa, acompañados de sus respectivos afichotes con fotos retocadas y sonrisas artificiales.
Solo entonces se junta con los pobres, cruzan cañadas pestilentes y cargan y besan niños barrigones.
Les fascina la tele y se las ingenian para hablar frecuentemente por tv-radio, sobre todo si es por la Z o en programas matinales de gran alcance. A veces logran ser parte de sus staffs, aunque hablen con faltas ortográficas.
Si es “morao” es petulante, si es “colorao” se pasa de lambón, si es blanco o blanquiazul resulta “desfachatado”.
Si se dice -o es- intelectual, se torna insufrible. Sabe de todo.
Tan pronto puede, se compra una Yipetta todoterreno y se pone a jugar golf; aunque sacrifique necesidades mayores.
Si llega a ser senador o diputado defleca los barrilitos y exoneraciones en restaurantes, hoteles de lujo, prendas, “queridas”, perfumes y ropa de “marca”.
Si logran echarse arriba a un ministerio, un vice-ministerio o una dependencia estatal con recursos, ni la madre tierra se salva.
Si se les ocurre ir a la “universidad”, van a la del Caribe, Tercera Edad u otra parecida. Los más osados compran hasta las tesis de maestría y doctorado.
Si es periodista -o finje serlo- busca la manera de ser “programero” para dar cátedras de pedantería, corbatas multicolores y anuncios a granel… si escala en un medio importante… hasta se mete a diplomático por famoso.
Hay los que descubren que el lambonismo es muy rentable, que la pedantería engorda, que el anti-haitianismo gusta a la ignorancia; que las obscenidades tienen alto “reating”, el “reality show” es bien pagado y el “mutuo bombo” ayuda a escalar.
Que no reparan en chantajear, atacar… para luego silenciar y cobrar. Que no se sonrojan fabricando súper-funcionarios a cambio de dádivas, ni se avergüenzan cuando convierten a sinvergüenzas en héroes, para posteriormente, si caen en desgracia, despreciarlos.
No pocos son machistas, racistas, autoritarios, depredadores y homófobos esenciales… pero capaces de simular y “empoderarse” de nuevos léxicos, desvirtuándolos de paso como si se tratara de nuevas modas.
Y todos respetan esta institucionalidad, la sacrosanta propiedad privada, la fe en Dios, el capitalismo decadente… el sistema que los multiplica, acoge y premia; disfrutando a millón sus banalidades, etiquetas y protocolos.
jpm

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