OPINION: Peligros para el turismo

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EL AUTOR es economista y consultor. Reside en Santo Domingo.

Tal vez porque “la verdad nos hará libres” sea esta tan bien cotizada en todas las culturas. Y con la libertad debe venir aparejado el bienestar económico. Por tanto, en el devenir de nuestro sector turístico debemos vivir con la verdad respecto a las amenazas y riesgos que se ciernen sobre él. Negarlos o ignorarlos puede hacer mucho daño. Siempre será preferible conocerlos y estar alertas para poder tomar medidas preventivas o mitigantes.

Las razones de su importancia son obvias. Cualquier amenaza o riesgo puede erosionar la confianza del consumidor, es decir, la predisposición que puede tener cualquier ciudadano hacia los viajes, independientemente de que sean nacionales o internacionales, de negocios, placer o por cualquier otro motivo.  La pérdida de confianza resulta más significativa para los destinos turísticos que, como el nuestro, dependen del flujo de visitantes vacacionales.  Nadie en su sano juicio escoge un destino vacacional si existe la más ligera posibilidad de que su tiempo de ocio sea arruinado por cualquier evento.

Aunque pocas veces se anticipa, el acontecimiento geopolítico es una de las más peligrosas amenazas. En el mundo hoy existen varios conflictos que pudieran desatar cataclismos políticos y económicos con impacto devastador sobre los flujos turísticos.  Entre ellos sobresalen 1) el israelí-palestino, 2) el de India y Pakistán por la posesión de Cachemira, 3) el de EEUU y Corea del Norte, 4) el de Irán con Arabia Saudita, 5) la guerra civil en Siria, y 6) la disputa por las islas artificiales que con fines militares construye China en su Mar del Sur.  Cualquiera de ellos podría desembocar en una guerra mundial o iniciar conflagraciones regionales que tengan repercusiones mundiales.

Aun si solo se aumentan las tensiones entre los países involucrados, cualquiera de estas situaciones tiene el potencial de dañar muy profundamente a la industria turística mundial.  El primer impacto será el de subir los precios del petróleo.  Eso repercutiría sobre el costo de los pasajes aéreos y el transporte terrestre en general.  Pero de mayor trascendencia es la reacción de cautela de los potenciales turistas, los cuales tienden a suspender sus planes de viaje ante las posibles calamidades como esas.

Las amenazas a la salud son también disuasivos convincentes. En la RD los casos de malaria entre turistas han sido muy pocos, pero se han materializado. Una vez hubo un caso de infección en la comida en Juan Dolio que provocó muchas cancelaciones y pérdidas millonarias. Los virus que salen mayormente de África, por su lado, reducen los flujos de visitantes a los destinos turísticos afectados. La aparición del SARS, por ejemplo, provocó pánico en la industria turística del Caribe hace unos años. Las autoridades sanitarias caribeñas están permanentemente retadas por flagelos que prosperan en los climas cálidos. De la capacidad de prevenir las epidemias depende en gran medida el futuro inmediato de la industria turística, especialmente en el Caribe.

Fuente: https://www.infobae.com/america/mundo/2018/09/11/el-mapa-de-los-paises-mas-seguros-y-mas-peligrosos-para-viajar/

Los desastres naturales son otro factor de impacto muy negativo.  En el caso reciente del Huracán Maria no fue solo en Puerto Rico donde los efectos sobre el turismo causaron graves danos. También sufrieron daños considerables las pequeñas islas de Dominica, Martinica y Guadalupe.  En la RD ha habido 24 huracanes en los últimos 20 años y los hoteles de la costa este se vieron afectados seriamente por el Huracán George en el 1998 (https://www.diariolibre.com/medioambiente/la-republica-dominicana-ha-sido-azotada-por-24-fenomenos-atmosfericos-en-20-anos-KM8097927). Estos fenómenos son impredecibles y recurrentes y se ciernen ominosamente sobre el futuro de la industria turística.

El problema de los desastres naturales se torna más preocupante con el cambio climático. Son bien conocidos los pronósticos de que las tormentas y huracanes serán mas severos en el futuro.  Además, la acidificación de las aguas del mar Caribe –debido a los gases de invernadero– ha provocado ya la muerte del 80% de los corales de la región, una amenaza para las playas porque los corales son los productores de arena.  Ya en varios lugares del Caribe –y en Bávaro en particular—se registra erosión en las playas y, siguiendo el ejemplo de Cancún, no deberá sorprendernos que tengamos que importar arena de Marruecos eventualmente para reconstituir las playas (https://www.ebooking.com/es/noticias/cancun-intenta-recuperar-la-arena-de-sus-atractivas-playas).

Por añadidura, el terrorismo siempre ha sido un enemigo mortal del turismo, sin importar donde ocurra. La gente se abstiene de viajar a sitios donde podría surgir una posibilidad de que sus vidas corran peligro.  Por eso se cancela con instantánea facilidad un viaje a cualquier área de conflicto si la misma está siendo el blanco de ataques terroristas. Afortunadamente, el Caribe tiene la imagen de una región segura. (Ya ni siquiera en Colombia se registran ataques terroristas.) Por eso aumenta el flujo hacia la región cuando suceden ataques en Egipto, Turquía, Israel o cualquier otro país de Oriente Medio.

Pero los responsables de la industria deberán mantener un ojo avizor sobre los acontecimientos. Los mensajes de Al Qeda y del Estado Islámico exhortan a sus seguidores a cometer actos terroristas contra blancos e intereses estadounidenses en cualquier parte del mundo y hoy día el 52% de los turistas que nos visitan son de esa nacionalidad.  EEUU es el mayor emisor de turistas hacia la región del Caribe, por lo cual debemos mantener prevenciones regionales. En América Latina se tiene a México, Venezuela y Colombia como los destinos más peligrosos (https://www.t13.cl/noticia/tendencias/estos-son-10-destinos-mas-peligrosos-del-mundo-viajeros).

También la inversión turística corre riesgos importantes. Cualquier desestabilización local que resulte de eventos políticos o económicos puede representar una reducción de la confianza de los consumidores e inversores. Por eso la RD debe mantenerse revestida de una “espesa cordura” para asegurarse de que los propietarios extranjeros que aquí poseen el 97% de las habitaciones hoteleras de clase mundial continúen sintiendo un clima de seguridad para sus inversiones. Es la mejor manera de que sigan rentabilizándolas para satisfacción de su afán de lucro y para beneficio del país.

Ese predominio de la inversión extranjera en nuestro sector hotelero tiene grandes ventajas. Porque las cadenas multinacionales tienen unas enormes capacidades de mercadeo y son las dominantes en nuestras playas, podemos confiarnos en que continuaran enviando los turistas. De ahí que cause preocupación que recientemente la banca nacional haya incursionado en el financiamiento sectorial de manera importante.  Y más preocupante aun es que se hacen preparativos para que los fondos de pensiones financien nuevos proyectos turísticos.  Ambas iniciativas tienen “cocoricamo”.

Los destinos turísticos vacacionales están retados a acrecentar las medidas de seguridad en sus puertos y aeropuertos y a colaborar con los esfuerzos internacionales para contener la amenaza terrorista.  De ahí que los líderes privados de la industria turística tienen en su agenda una prioridad más con que urgir a sus gobiernos. Al final de cuentas, la llamada “demanda turística internacional” la determina una larga serie de factores. Hay que estar alertas contra las amenazas y riesgos señalados más arriba porque, en cualquier momento, pueden echarnos a perder nuestra bonanza turística.

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