OPINION: Haití detrás del fallo de la CIDH

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EL AUTOR es abogado y político. Reside en Santo Domingo.

No hay dudas de que la sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) ordenando el desconocimiento de los poderes públicos de República Dominicana en materia de nacionalidad, migración y deportación, es una pieza subversiva de nuestro orden constitucional, que quedará registrada en la historia del derecho internacional, como un monumento a la desvergüenza y al irrespeto al principio cardinal de la autodeterminación y soberanía de los Estados. La CIDH haló por las greñas, sin ningún tipo de oportunidad para hacerlo de manera legal, el análisis jurídico de la histórica sentencia 168-13 de nuestro Tribunal Constitucional, de la ley 169-14, abrogándose una competencia absurda que le permitiera evacuar su ignominia en contra de la República Dominicana y su orden institucional. Que nadie se pierda ni un segundo en el análisis de este adefesio; esa fue una decisión cabildeada, procurada por la diplomacia y lobby haitiano y los países y ONG que le han acompañado en el objetivo estratégico de lograr la fusión de la República Dominicana y Haití. El mensaje del fallo del CIDH está muy claro al millón y medio de haitianos que están en nuestro país: Ustedes no tienen que respetar, ni a la Constitución, ni a la ley de la República Dominicana; ustedes no tienen que acogerse a ningún Plan Nacional de Regularización ni de Naturalización, porque ustedes son “dominicanos” por mandato de la CIDH; ustedes, igualmente, no tienen por qué tener temor de ser deportados, porque con el apoyo de la CIDH, República Dominicana no tendrá derecho a repatriar haitianos ilegales, y si lo intentara, ustedes tendrán el fallo del CIDH para ampararlos ante el confl icto internacional que pueda suscitarse. El mensaje de la decisión de la CIDH igualmente busca alentar y fomentar la invasión en curso de cientos de miles de haitianos hacia la República Dominicana, a través de una frontera inexistente, por la cual según todos los reportes periodísticos se está incrementando de manera escandalosa el paso impune de familias enteras procedentes de Haití. La respuesta del gobierno dominicano rechazando la decisión de la CIDH y reivindicando el derecho soberano de la República Dominicana a decidir su régimen de nacionalidad y migración fue correcta. Sin embargo, adolece de una suprema ingenuidad de parte de nuestras autoridades, ya que en el mismo comunicado de la Presidencia de la República que se da a conocer la posición ofi cial del gobierno, se pasa a renglón seguido a enaltecer los supuestos avances en un “histórico” Diálogo Binacional que el señor Ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, ha impulsado para crear lo que él ha llamado “una nueva era” de las relaciones de Haití y la República Dominicana, que borre “la historia de desencuentros que élites dominicanas han fomentado para empañar la buena relación de ambos pueblos.” El gobierno dominicano, el Ministro de la Presidencia y el nuevo Canciller parece no se han enterado que detrás del fallo de la CIDH contra la República está Haití. Parece que no saben, ni se imaginan, que en las próximas semanas y meses ese fallo de CIDH será usado a mansalva contra nuestra nación por la diplomacia haitiana, en todos los foros internacionales y a través de las Ong’s, para presionar a la República. ¡Cuánta hipocresía! Nuestras autoridades diplomáticas y quienes las manejan no saben que nos están haciendo pasar el ridículo. Por un lado, el diálogo cosmético, mientras nos invaden pacífi camente; y por el otro, en el plano diplomático nos asestan golpes como el producido con el fallo de la CIDH. Estamos en un momento decisivo para la República Dominicana. La tarea más urgente que tiene este país es frenar la invasión; sellar la frontera. Las Fuerzas Armadas constitucionalmente están obligadas a defender nuestra integridad territorial y es a su Comandante en Jefe o jefe supremo, el Presidente Danilo Medina, a quien le corresponde dar esa orden. El pasado jueves, en mi condición de miembro de la Comisión de Frontera de la Cámara de Diputados, participé en una reunión con varios de mis colegas, la mayoría de ellos diputados fronterizos. Los reportes son escalofriantes, alarmantes, acerca del aumento del fl ujo de inmigrantes haitianos en los últimos días. Se lo he dicho públicamente, muchas veces, a las autoridades del gobierno; se lo escribí en una carta que publiqué en el Listin Diario, en este mismo espacio, al Secretario General de la Onu, Ban Ki-moon: esa invasión masiva de haitianos, alentada por la Comunidad Internacional aprovechando la blandenguería del gobierno en el control fronterizo, va a generar en corto plazo una situación trágica de imprevisibles consecuencias, porque no es verdad (como cree alguna gente de la que está manejando el plan de fusión) que este pueblo se va a quedar de brazos cruzados. Va a reaccionar y no tendrá la culpa de lo que aquí suceda el pueblo dominicano. La tendrán los que tienen la suprema responsabilidad de aplicar las leyes, la Constitución y salvaguardar nuestra soberanía territorial, que están tristemente desertando de ese deber fundamental. Si algo bueno ha logrado la ignominia de la CIDH es la unidad nacional que se ha expresado de repudio y rechazo a la conspiración contra la República. Si algo bueno ha tenido este fallo de CIDH es que ha servido para descubrir, aún más, las identidades del grupejo que ha salido a defender públicamente la disolución de los poderes públicos de la República Dominicana. Esa unidad nacional la vamos a necesitar más que nunca. Los desafíos que le esperan a la República son enormes y se requerirá de la fi rmeza, la entrega y el valor de sus mejores hijos, situados en todos los estratos sociales y en toda la geografía nacional. ¡Detengamos la invasión haitiana! ¡No a la fusión! Viva la República Dominicana!

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