OPINION: Eso de cantar como gallo
Las bravuconadas, los “allantes” y eso de cantar como gallo para luego “cacarear” y poner como gallina, no es un método apropiado para el ejercicio de la política.
El peligro es que esa actitud no se la “tragan” los aludidos y entonces usted queda emplazado a definir los pasos siguientes, si es que quiere mantener alguna vigencia dentro de la sociedad. O camina por la ruta del renunciamiento, o se expone al ridículo público que eso si tiene un precio incontrastable en la valoración política de personas e instituciones.
Es el caso de la cacareada afirmación del doctor Marino Vinicio Castillo y su hijo, Vinicito, con respecto al reglamento de la ley 169-14 del presidente Danilo Medina y que reglamenta toda la situación migratoria, especialmente el caso haitiano, de una manera que no gustó a los de la Fuerza Nacional Progresista.
El grupo se declaró en sesión permanente y habría trascendido que no todos estuvieron de acuerdo en renunciar del gobierno de Danilo Medina porque carecen de la potencia política para abrirse un “nuevo camino”.
Si es cierto que hubo algún sentido de “cabeza fría” entre los dirigentes del FNP lo hicieron muy bien, porque las decisiones con la sangre caliente en política, emocional, no es una buena manera de tomar decisiones, y casi siempre se cometen errores que se pagan muy caros.
Juan Bosch certificó en el país una serie de dichos que se quedaron en el alma del país por lo patético que resultaban.
Eso de “cantar como gallo y poner como gallina” se lo atribuyó Bosch en un momento muy tenso en el país al entonces presidente provisional Héctor García Godoy…y en definitiva lo ayudó.
Como cuando propuso una política de obligar al gobierno de Balaguer a cumplir su propia legalidad, en los años 1970, momento en que la Banda Colorada arrasaba los barrios de la ciudad. O cuando se refirió al “paredón de la Muerte Económica” en el gobierno de Don Antonio Guzmán.
Bosch siempre tuvo un dicho apropiado en cada ocasión política del país.
Aún la gente bromea con aquel cuento de Bosch, el del tuerto que no encontró la ventana correcta cuando se acercaba el toro rabioso, y lo agarró “el toro que era”..
Ahora con el caso de los Castillo, la gente recuerda reflexiones de Bosch y bromea con las mismas, y ninguna le cae más bien al caso que eso de “cantar como gallo y poner como gallina”.
Le imputan a los Vincho que no cumplieron sus amenazas de dejar la alianza con el PLD si el presidente Medina acogía el reglamento sobre la migración haitiana que ellos consideran violador de la Constitución y peligroso para el presente y el futuro del país, pero ocurre que sólo ellos y personeros muy comprometidos con la hostilidad a los haitianos tiene ese tipo de resentimiento.
En general las personas educadas, o no, consideran el reglamento legal, constitucional, justo y humano.
No existe en el país un sentimiento de fatalidad con respecto a la migración haitiana; eso sólo lo plantea la reducida cúpula “ultranacionalista” y chovinista que carece de peso específico en la sociedad dominicana.
Es cierto que no gustaría a los dominicanos la proliferación de haitianos por cada esquina de las ciudades del país, pero son esos mismos dominicanos quienes le ofrecen trabajo y permiten que esas pobres personas puedan ganar su sustento diario. A nadie le agrada ver pedigu¨enos haitianos en las esquinas, ni que se dediquen a vender maní tostado o cachorros de perros, pero alguien les compra, porque si no fuera así, el negocio se le cae.
Las diferencias entre haitianos y dominicanos es de carácter económico, cultural, religioso y social, amén de otras diferencias, pero en el siglo actual un negro no es un ciudadano de segunda por su raza. Tal sentimiento quedó en un pasado reciente, pero pasado al fin.
Me he horrorizado al escuchar los “lunes de Vincho” en Colorvisión afirmar que con la migración haitiana se podría generar la formación de una minoría que podría incidir en la vida política el país. Y hasta ha citado el caso de Kosovo.
Parece que pese a su indiscutida cultura legal y política, ha olvidado cómo se producen los procesos sociales.
¿Cuántos siglos de dolorosa esclavitud produjo en Haití esa guerra de liberación de 1804?.
Lo que más le conviene a Vincho y a sus hijos es abocarse a comprender los procesos sociales del mundo y la actualidad, y dejarse de intentar imponerse con “malas crianzas” y así evitar que la sociedad deje de estimarlos.
Ellos son ciudadanos respetuosos de las leyes y la decencia pública, pero no pueden pensar que deben dar clases a nadie de lo que es el patriostismo. Deben volver a leer, con criterio analítico, La Isla al Revés, de su ídolo desaparecido, Joaquín Balaguer.
No es buena idea “Cantar como gallo y cacarear como gallina”.

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