OPINION: El día que conocí a Peña Gómez (III)

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El autor

Por David Williams

En esa lucha lo que no teníamos claro era que Peña Gómez estaba seguro de que «envolviendo» a un sector de las Fuerzas Armadas se lograría ese objetivo, como necesitaba uno o unos organismos que ejecutarían en el seno de la población las movilizaciones de masas.

Peña Gómez logró, obviamente, y con acciones unitarias de entidades hoy llamadas «progresistas», en ese tiempo comunistas, que en muchos casos estaban «sentenciadas» a muerte, pero las más importantes fueron Fousa-cesitrado, Asochoin, Poasi y el Sindicato Unido de La Romana, entre otros.

La organización de «Huegas Planificador» cada 4 o 6 meses hicieron posible que para el 24 de abril de 1965 la llamada del retorno a la constitucionalidad había prendido no tan solo en el seno del pueblo, sino en los sectores más concientes de las Fuerzas Armadas del postrujillato.

Por tales circunstascias, cuando el 24 de abril Peña Gómez llamó al pueblo a que se tire a las calles para reclamar el retorno de Juan Bosch y la Constitución más progresista que ha tenido la República Dominicana. Claro, entendemos que si la intervención americana no se produce, es innegable que nuestro país tendría otro futuro.

La ocupación, o intervención, que duró 17 meses, preparó las condiciones objetivas y subjetivas para lograr, no tan solo que Juan Bosch y el PRD se mantuvieran fuera del poder, sino también para eliminar la «flor innata» de una juventud no enajenada, como la de estos tiempos, que no tiene las aspiraciones de la juventud de los años 60, 70 y 80, a la cual el entonces presidente Joaquín Balaguer apasiguó «a base de plomos» de militares y paramilitares asesorados por organismos de inteligencia supra nacional.

Como tarea inmediata para que, supuestamente, detenga la «cubanización» del proceso dominicano. Eso trajo como consecuencia la radicalización de quienes se oponían de una manera sensata y consciente de nuestra generación, y Peña Gómez no fue la excepción, sin que él mismo llegara a los extremos, como ocurrió con Bosch, lo que a la larga trajo el rompimiento de ambos.

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