OPINION: Del PLD que queremos al PLD posible

 
Ha llovido mucho desde que el Profesor Juan Bosch concibiera, en noviembre de 1973, el arquetipo de un partido político que desde sus orígenes y gestación se planteara “Mas que cantidad… calidad”; pero “calidad política”, porque consciente estaba –para la época (1973)- que “…un partido de masas no puede hacer ni podrá hacer nunca nada en la República Dominicana porque las masas en la República Dominicana están compuestas por las capas bajas de la pequeña burguesía: la baja pobre y la baja muy pobre; y esas masas en realidad no son masas sino aglomeraciones de personas que buscan, cada uno de sus integrantes, una cosa diferente, una cosa para cada uno de ellos, no para todos, no para la totalidad”. Sin embargo, Juan Bosch, contrario a cualquier otra creencia, no repelaba del modelo híbrido de partido comunista al estilo francés e italiano que “…eran al mismo tiempo de cuadros y de masas”. Ello así porque el fundador del PLD entendía  que “…lo que tiene que tener un partido político no es una mayoría de miembros sino una gran autoridad moral” (citas extraídas del libro Prefiero vivir luchando, de Matías Bosch Carcuro, páginas 300 y 301, Primera edición, 1996).
 
Recordemos que esas convicciones y reflexiones del Prof. Juan Bosch, nacieron de tres experiencias políticas, históricas e intelectual, y si se quiere, traumáticas que él vivió: a) el golpe de Estado de 1963 (que lo hizo abnegar del demócrata romántico que ganó las elecciones de 1962; b) de la malograda Revolución de 1965 que inspiró junto a la crema innata de la juventud dominicana y una pléyade de jóvenes militares constitucionalistas, bajo la consiga “vuelta a la constitucionalidad de 1963”; y c) su producción histórica, sociopolítica y ensayística y, finalmente, su adscripción al materialismo histórico como método para el estudio de la sociedad y la compresión de su dinámica socioeconómica.
 
Traje esta introducción a cuento, para situar al Prof. Juan Bosch en su contexto histórico y retrotraer –en estos momentos críticos que vive el país y el hemisferio- su postura ética-moral en su dilatada vida pública, pues ya es tiempo de que, al menos en el PLD, se dé una mirada profunda y sentida al referente del Juan Bosch ético-político. Y esa mirada solo puede ser posible si definimos –no de declaración y resoluciones teóricas de un Congreso que nadie sabe, a ciencia cierta, y desde el todo orgánico (no solo el CP), qué se aprobó- si no, desde el PLD que queremos al PLD posible.
 
Lo sostengo, porque no podemos pasar la vida entera justificando el abandono del partido, su vida orgánica y de sus cuadros, bajo el pobre argumento de que porque estábamos o estamos en el poder, pues hasta el 6to. Congreso hubo una cláusula estatuaria que resolvía eso, y hasta no hace poco tiempo (2008 o 2009), el ex Presidente de Chile, Ricardo Lagos, nos lo resolvió (en presencia, según supe, de algunos del CP, y haciendo una inferencia de la experiencia de la Concertación Democrática): “la jerarquía que va al gobierno en un cuatrienio, el próximo va al partido”, palabras menos, palabras más.
 
Pero, ¿cuál es ese PLD posible?
 
En primer plano, ese PLD posible será posible, si sencillamente, su órgano jerárquico superior, de Congreso en Congreso, el Comité Central, y a propósito de su próxima reunión –marzo 7- o rutinaria liturgia del “corroboro”, se pone de pie y grita –con disciplina, convicción y altura- un ¡Basta ya!, y define un nuevo derrotero político-ideológico que recupere tres chichiguas en banda en el partido: a) Democracia interna; b) Relación partido-gobierno (la habilitación de un canal donde el todo orgánico –no sólo el CP- sea escuchado); y c) La refrendación universal eleccionaria de todas sus autoridades.
 
No obstante, previo a ese ¡Basta ya! (que sería una suerte de lio organizado); pero bajo su impulso, el PLD tiene que asumir –de cara a la sociedad dominicana- el liderazgo impostergable de consensuar y pactar –con todas las fuerzas políticas- la aprobación de la Ley de Partidos y Organizaciones Políticas, de reforma a la ley Electoral y ley de Garantías Electorales. Y como agregado interno, ¡urgentemente!, hacer realidad la propuesta, que ya fue aprobada en el CP, deFranklin Almeida Rancier “inscribirnos todos de nuevo” porque no es verdad que seamos un partido de dos millones y tantos de miembros. Pero además, porque, ése partido, es el partido de “sobaco” que todos decimos que tenemos, pero que en los procesos internos no aparece por ninguna parte.
 
Y así, engañándonos nosotros mismos, no podemos seguir; pero mucho menos, sin esa mirada alBosch político-ético que dejamos atrás…, o que, sencillamente, olvidamos…
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