¡Obligado, no!

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

Estimular la lectura de textos bíblicos en las escuelas u otros espacios donde se busque fortalecer los valores que garanticen una convivencia pacífica, solidaria y respetuosa entre los seres humanos, bajo una orientación adecuada, contribuye con un mejor desempeño de los ciudadanos en todos sus roles, pero obligar a que se haga produce un efecto totalmente adverso.

Desde que empezó a debatirse el interés por resolutar por el cumplimiento de una disposición de la ley 44-00 que declara obligatoria, la lectura de la biblia en las escuelas, he advertido que sería improcedente llevar a las escuelas el texto como tal, sino que de conformidad con el currículum escolar, mentes sosegadas y especializadas preparen un texto especial para tales fines consensuado con las iglesias.

La lectura literal de los textos bíblicos puede ser tan peligrosa, que una institución sabia y milenaria como la Iglesia Católica, no inicia a su feligresía incipiente con ella, sino con un texto del que extrae los mandamientos básicos para la formación de un individuo, que es lo que se da en su catecismo.

Así como de lecturas literales del Corán han salido grandes atentados terroristas, lo propio pudiera ocurrir con algunos textos del Antiguo Textamento, especialmente con las lecturas del Apocalipsis, amén de que también cada cabeza tiene interpretaciones distintas de lo que lee, lo que en vez de crear cohesión genera dispersión.

Aunque  las sociedades modernas no se rigen por las disposiciones de los textos sagrados en los que están enraizados sus tradiciones y cultura, sino en las normas jurídicas que se han ido dando a lo largo del tiempo, no debemos olvidarnos de cual ha sido el punto de partida para que en derechos primera, segunda, tercera y cuarta generación, estemos reclamando la igualdad en todos los escenarios: entendernos iguales ante el Creador.

El sueño emancipador de Martin Luther King, no habría sido posible, sin esa convicción de igualdad afianzada en la lectura de los textos bíblicos: “Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.

En Romanos 2:11 se lee: “Dios no hace acepción de personas”, y en Gálatas 3:28: (para traer sólo dos de las citas sobre la igualdad), “no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús”.

Esa convicción llevó a Rosa Parker a decir ‘no me paro de aquí’ cuando se pretendía que se parara del asiento del autobús para cederlo a un blanco, y ha estado presente donde quiera que se exige respeto a los derechos humanos y donde quiera que se habla de igualdad de género ¿hace algún daño o aporta? ¿Hace daño que cuando el ciudadano está en espacios donde no se les supervisa actúe siempre bajo la convicción de que siempre está bajo una mirada omnipresente?

¿Qué sería de la humanidad sin la establidad que le transfiere la esperanza de un mundo futuro, que ha de depender del comportamiento en la vida terrena?

Aunque se ha titulado que Educación se opone a la lectura de la biblia, lo que advierte es que no puede obligar: “si los profesores y estudiantes, de mutuo acuerdo, leen la Biblia u otra cosa que no contravenga con los valores éticos y humanos de la educación dominicana,el Ministerio de Educación lo respeta”.

 

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