Nueva York no se detiene por el ébola

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NUEVA YORK.- A las puertas de la bolera The Gutter, donde el doctor Craig Spencer pasó la tarde del miércoles antes de que le subiera la fiebre a 100.3 grados fahrenheit (37,9ºC) y diera la señal de alarma por un posible caso de ébola -ya confirmado-, se amontonan las cámaras de televisión.
«¿Qué pasa aquí, porque hay tantos medios?, pregunta el cubano Daniel Sánchez, que viene con unos amigos a una barbacoa en Williamsburg y no sabe nada del virus.
Una vez informado de que hay un médico aislado en el Bellevue Hospital, que ha dado positivo por el ébola y que estuvo en el local, pone cara de estupor mientras dice «ahí no vamos a ir», para después enfilar hacia el East River rumbo a su fiesta.
Tampoco podría entrar porque los cierres están echados en The Gutter mientras llega el equipo encargado de desinfectar el local. Esta es una bolera-bar con aire decadente -el cuero desgastado de sus sillas contribuye-, ambiente y mucho sabor; no se puede reservar pista y es frecuente esperar al menos una hora para jugar en alguna de sus pistas.
Su propietario, Todd Powers, cerró tras conocerse la noticia y espera poder abrir cuando haya pasado el equipo de desinfección. «Una vez que se ocupen de ello, abriremos las puertas al público y esperamos que el alcalde y el gobernador vengan y jueguen a los bolos», declaró al New York Times.
Pasadas las cinco de la tarde, mientras los locales de alrededor se preparaban para inaugurar el fin semana, 'la brigada' de desinfección no había llegado a la bolera. Aún estaban trabajando en la calle 147 y Broadway, en el edificio donde vive el doctor Spencer y su prometida Morgan Dixon, en el alto Manhattan-.
«El trabajo es bastante complicado y han mandado a un equipo especializado en manejar este tipo de situaciones», explicó el concejal por este distrito de Harlem, Mark Livine.
En línea con la actuación del alcalde Bill de Blasio, que durante estos días ha insistido en que «no hay porque alarmase», el concejal apunto que no había riesgo alguno en la calle ni en el edificio y «ni siquiera en toda la quinta planta donde vive el doctor». El equipo de diez hombres, que entraron con trajes especiales de una pieza y equipamiento de oxígeno, estaba centrado en el apartamento. Los vecinos más cercanos, sin embargo, habían sido desalojados; «por razones logísticas», matizó Livine.
Dos camiones aguardaban a la puerta del edificio para llevarse todo el material recogido y susceptible de ser peligroso. «Esperan estar aquí unas ocho horas y que esté todo listo para medianoche», añadió el concejal antes de volver a la tarea de repartir folletos a los vecinos junto a otros dos miembros del ayuntamiento para que los temores no se conviertan en pánico. Esto, señaló, se puede evitar con información. «Hace falta mucha educación», subrayó.
Un día después de que se conociese que un vecino del barrio había contraído virus del ébola, el ritmo era el de siempre, pero sorprendía ver a tantas personas leyendo el mismo folio que explica cómo se contrae el virus, cuales son los síntomas y qué hacer. Estos folletos se repartían a las puertas del metro, en las paradas de autobús… En las últimas líneas, el flyer recuerda a los neoyorquinos que «el personal sanitario no le preguntará acerca de su situación migratoria».
El afroamericano Michael Armstrong, instructor de tenis durante más de 30 años, se informó sobre el virus por Internet, aunque también había leído los folletos. «No estoy preocupado en absoluto», afirmó desde la entrada de su casa, en el portal de enfrente.
Desde el jueves el esquinazo de la calle 147 y Broadway, es un ir y venir de policías, equipos de televisión, curiosos… «Hoy está todo más tranquilo, pero ayer fue una locura», señaló al ver el revuelo que se armaba cuando llegaba el cartero a repartir el correo con guantes (es frecuente) y mascarilla. «Espero que el doctor se mude de casa por su propia tranquilidad», dejó caer Armstrong, pensando en lo difícil que será para él pasar inadvertido cuando vuelva a casa.
De momento, Spencer sigue aislado en el Belleveu Hospital en el Sur de Manhattan, a poco más de 13 kilómetros de su casa. Allí fue trasladado el jueves después de que le subiese la temperatura hasta 37,9 grados en ambulancia, siguiendo el protocolo establecido. Su prometida y dos amigos están en cuarentena y no han mostrado síntomas.
Un estado que desde este viernes es obligatorio para los sanitarios que entren a Estados Unidos por los aeropuertos de Nueva York y New Jersey, según decretaron los gobernadores de ambos estados, Andrew Cuomo y Chirs Christie, respectivamente.
jt/am

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