Nada grande pasó con Obama

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Se ha desplomado por completo aquella gran expectativa, aquella fe nacional que desató su histórica elección presidencial. Se acerca el final de su gestión y todo parece indicar que terminará sus ocho años como una administración más del montón. Nada extraordinario ha pasado, despues de tantos sueños y esperanzas. La administración Barack Obama, que inspiró al ciudadano común como faro de luz al estilo Abraham Lincoln y Franklybn Delano Roosvelth, llega a su fin con más penas que gloria. Los que soñaron con una gestión reformadora de las desigualdades, los que acariciaron la idea de una mejoria económica y social profunda, quedaron profundamente decepcionados. El desplome de su liderazgo es obvio. Salvo la tímida y lenta recuperación económica despues de aquella crisis financiera del 2008, que enriqueció mas arriba y empobreció más abajo y en la clase media, todo ha sido más de lo mismo. Mucha espuma y poco chocolate. Aquel Obama vigoroso, fuerte y carismático se ha esfumado como la espuma. Entre los latinos la decepción ha sido mucho mayor. No solo porque falló con pasar la reforma migratoria integral, tan prometida en su primer cuatrenio, sino porque multiplicó y masificó las deportaciones por delitos menores que ni siquiera practicó su homólogo republicano George W. Bush. Estamos frente a un cuadro penoso porque el inmigrante es quien ha cargado con el mayor peso de la crisis social y económia, básicamente el desempleo que golpeó con rudeza a toda la nación en los últimos 8 años, sumado al castigo impadioso de las deportaciones masivas que han separado miles y miles de familias que buscaban realizar el sueño americano y solo encontraron una mayor pesadilla. Nadie puede cantar victoria, ni negros ni blancos ni latinos. Una economía alicaída, con el pequeño negocio agonizante. Podrá argumentarse que los republicanos boicotearon su administración. Y quizás tiene razón. Lo boicotearon. Y acaso no era ese su papel como partido de oposición. Y si lo dejan suben al poder con el ultraderechista Tea Party. Todo el mundo sabía que era preciso imponer un liderazgo bipartidista fuerte, encarnado por el Presidente, para establecer reformas importantes y justas en el Congreso. Esa era la tarea primaria urgente del Presidente. Imponer su liderazgo. La vieja confrontación ideologica republicanos-demócratas habia que echarla a un lado. Poner por encima los intereses del pais. Era preferible reforma mínimas, a ninguna reforma, ni migratoria ni social ni económica. Solo en el tema de la salud y minimamente en el tema financiero logró pasar parte de su plataforma de gobierno. Con todo lo demás los republicanos le tumbaron el pulso a Barack Obama. Con apenas dos años por delante poco podemos esperar de aquel sueño. Solo un milagro haría posible cambios importantes en la administración en lo que resta de su período. Ya perdió su momentum y su encanto político. Pudo haber sido un Abraham Lincoln, que ganó méritos imperecederos como conquistador de los derechos de los esclavos, negros y blancos, en 1865. Pudo haber quedado como Roosvelth, el gran reformador del Siglo XX, que firmó el nuevo pacto social y desarrolló los ya obsoletos programas de wealfare, social security, medicare y seguro de desempleo. Como esos dos nadie más. Porque nada grande pasó con Obama. Una administración más del montón.

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