Más sobre Haití y República Dominicana

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EL AUTOR es periodista.

Si hoy hay un país en el mundo merecedor de apoyo, de asistencia, de colaboración yde solidaridad es Haití.
Eso se sabe en todo el mundo.
Haití, país con once millones de habitantes, altísimo analfabetismo; suelo depauperado y falto de trabajo, de libertades y de respeto a la vida, comparte la isla Hispaniola con la República Dominicana.
Eso se sabe en todo el mundo.
Consecuente con esa trágica y absurda realidad, Haití merece que se le preste asistencia en varios renglones importantes: empleos, siembra de árboles, ayuda técnica y tecnológica en casi todas sus instituciones y otras del mismo orden.
La insalubridad, el hambre y el analfabetismo son tres terribles epidemias que envuelven todo el territorio haitiano.
Eso se sabe en todo el mundo.
Por ello es obligatorio que los países desarrollados del mundo aporten aunque sea una “mota” para contribuir a que Haití salga de tan absurda herejía, de hoyo tan hediondo y deprimente.
Eso se sabe en todo el mundo.
Por estas breves razones podemos entender que los haitianos necesitan ya los aportes más variados para cambiar su suerte, el ominoso pedregal y el inhóspito desierto en que viven.
Eso se sabe en todo el mundo.
Sin embargo, aunque todo el mundo sabe de esa calamitosa y angustiante realidad haitiana, solo República Dominicana le ha brindado y le brinda una ayuda sostenida, una colaboración sin par, una solidaridad fuera de serie a los haitianos residentes en su país y a los que han emigrado al nuestro.
Ni Estados Unidos, Canadá o Francia han hecho nunca nada por Haití, sobre todo después del terremoto de 2010 que dejó más de 300 mil muertos y más de medio millón en completa penuria.
Y eso se sabe en todo el mundo.
Y siendo República Dominicana uno de los países más pobres del hemisferio, ha tenido que cargar con más de un millón de haitianos, sus descendientes y sus costumbres y modos de vida. ¡Como si fuera un Estados Unidos cualquiera!
Y eso se sabe en todo el mundo.
Pero resulta y viene a ser que visto el problema mayúsculo que representa tal inmigración analfabeta, insalubre y díscola, el País se dio una Constitución y un Tribunal Constitucional que ha planteado que no podemos seguir así, que esto hay que regularlo, tal y como lo hacen USA, Canadá, Francia, Venezuela, Cuba y el resto de los países civilizados.
Y se concibió una Sentencia, la 168-13, que regulariza a los extranjeros en tránsito, ilegales o irregulares.
Y eso se sabe en todo el mundo.
Pero Estados Unidos, Francia, Canadá, España, Venezuela, Cuba y algunos países del Caricom no quieren saber nada de Haití ni de los haitianos y quieren que Dominicana cargue con ellos y todos sus problemas. ¡Y eso no puede ser, no puede seguir siendo aquí una realidad!
Al respaldar la Sentencia, nos permitimos reiterar un pedido universal de más ayuda para Haití, para su territorio, para que los haitianos puedan sembrar allá, construir allá, radicarse allá, vestir, comer y orar en la forma y manera en que lo hacen allá.
Porque aquí, en República Dominicana, no podemos seguir invirtiendo tanto a favor de Haití y los haitianos, mientras su gobierno y sus nacionales nos maldicen, nos difaman, nos desconocen y hasta nos irrespetan. A menos que no se quiera hundir la Isla. Y esto parece que no lo sabe el mundo.

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