Lucas Cuello Cabala (Tuto)

 
Si no me equivoco, con todo y apodo, el nombre del encabezado de este artículo pertenece a uno de los más funestos, perversos y abusadores esbirros del cuerpo policial del gobierno que encabezó el presidente Joaquín Balaguer.
Tuto Cabala, como le llamaban, hizo sufrir a las madres dominicanas y es posible que haya malogrado la vida de numerosos jóvenes de izquierda de la convulsa República Dominicana de aquella tormentosa etapa. Colocar su nombre de entrada obedece al propósito de contribuir a que los dominicanos- siempre amodorrados por los que apuestan al olvido-, hagan un ejercicio sobre los verdugos de los jóvenes de ese entonces.
Aunque parecería un absurdo el privilegiar el nombre de ese esperpento en este escrito, la intención, es diametralmente contraria a la de otros que contribuyen con la bibliografía del tirano Rafael  Leonidas Trujillo Molina y adláteres, en muchos casos para rendirles culto a los que, como se sabe, en algún momento les sirvieron y apoyaron incondicionalmente.
Aunque fueron varias las veces en que estuve detenido, fue Cabala el que más me marcó. Me golpeó salvajemente cuando apenas era un alfeñique e imberbe, un tanto distante del quehacer político dominicano. Tuto, un hombre fornido, siempre camuflado con gafas oscuras, fue el responsable de que siendo un mozalbete fuera a parar a la cárcel de La Victoria.
La historia, como he citado en otras ocasiones, fue registrada en el vespertino El Nacional, donde apareció mi foto en primera plana. Debo confesar que, en principio, no tenía idea de quién era Cabala.
Tardíamente algunos amigos de izquierda me ayudaron a identificar a ese personaje. Luego que me hice un hombre me preparé físicamente; siempre traté de encontrarme con ese abusador.
Sin embargo, pese a mí temperamento a veces explosivo, me confieso cobarde o conservador en cuanto a la violencia física; pero con la juventud y los resentimientos, uno nunca sabe.
Pero tal vez no hubiese sido beneficioso para mi futuro inmediato, el haberme encontrado con Tuto Cabala.
Pero estoy convencido que fue la única vez en que pensé hacerle daño a alguien, físicamente. Debo revelar que una vez me encontré con un hombre encorvado, ya esmirriado, que estaba en compañía de Tuto cuando fui apresado.  No tuve el valor de decirle nada; además mi objetivo no era él.
Más tarde, ya residiendo en Nueva York, y trabajando para el semanario Listín Usa, tuve la oportunidad de encontrarme con un ex agente policial de apellido Cedano Cedeño, es posible que sea oriundo de Higüey. Fue él, quien tomó mis dedos para ficharme. Si mal no recuerdo, la numeración de esa ficha terminaba en 52. Estoy consciente de que Cedano Cedeño sólo cumplía con su deber de entonces; tampoco le hice saber nada, aunque lo tuve de frente.
Episodios como éste debería narrar todo el que sea periodista o tenga acceso a escribir en los medios impresos o digitales y haya atravesado por situaciones similares.  Lamentablemente, como otros malditos, Tuto, murió tranquilamente; irónicamente en San Juan de la Maguana. Según se me informó fue en ese lugar donde falleció esa bestia, sin recibir ni un pellizco.
Aunque dolorosos, la narración de estos sucesos tal vez contribuyan con un fenómeno de regresión síquica que, de algún modo, nos ayude a recapacitar políticamente y el pueblo dominicano a tomar conciencia sobre quiénes eran los verdugos al servicio de Balaguer. Hoy,  algunos, podrían estar enquistados en estamentos oficiales; todavía se pasean tranquilamente entre nosotros; visitan lugares de esparcimientos, restaurantes y demás, como si nada hubiera pasado.
JPM
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