Los dominicanos: entre el descaro y el decoro

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

Si revisamos la historia dominicana encontramos un número importante de hombres y mujeres merecedores de gran decoro, sobre todo si nos acogemos al significado de esta palabra que la define como  “el honor y respeto que se le tiene a una persona”. A partir de esta definición podemos decir que hemos tenido y seguimos teniendo algunas figuras públicas políticas y empresariales merecedoras de reconocimiento social por su comportamiento ético y correcto, merecedores del respeto de las generaciones en que vivieron y de todas las que luego les han sucedido.

Suficiente es recordar el gran sacrificio y la compostura moral de los Padres de la Patria, Duarte, Sánchez, Mella y Luperon, o acordarnos de la bien llamada “Raza inmortal”, de los hombres de gran dignidad como Caamaño o Amaury, Virgilio, Ulises y Bienvenido (Chuta), o Rafael Tomas Fernández Domínguez y Lora Fernández, o de “las mariposas” de Salcedo, entre muchos otros. Personas henchidas de ideales y comprometidos con la patria y con el  sueño de que un mejor país era posible.

Podemos dar gracias a Dios, por haber tenido entre nosotros a hombres como Juan Bosch, y José Francisco Peña Gómez líderes políticos desinteresados y patriotas y a otros de menor estatura política, pero igualmente ejemplo de probidad y decoro como Miguel Coco, entre otros.

Sin embargo, la sociedad dominicana se mueve entre el descaro y el decoro, también tenemos hombres públicos con un largo prontuario de inconductas, verdaderos  descarados, que no han sabido ser ejemplos de conducta y pureza, y que quieren, esperan y hasta exigen, ser tratados con un nivel de decoro inmerecido.

¿En que hemos fallado como sociedad, para que nuestros políticos como candidatos que se han vendidos como de “Manos Limpias”, y luego terminan siendo vulgares depredadores de la cosa pública?

¿Qué ha sucedido con los que siendo hijos políticos de un hombre de la estatura moral de Juan Bosch, hoy el rumor público los acusa de haber hecho fortunas más grandes que las de los ricos tradicionales del país? Lo grande es que algunos exigen ser tratados con decoro cuando en realidad son unos descarados. 

¿Sera que nuestros políticos creen que los dominicanos somos todos miembros del “Club de los Pendejos”?

La sociedad no entiende por qué los descarados, son tan ambiciosos que quieren ser poderosos, nuevos ricos, testaferros y figuras, todo a la vez; y de paso quieren  exigir que la sociedad los trate como hombres de decoro. Pero lo peor es que estos políticos se creen intocables, semidioses, se niegan al escrutinio de los ciudadanos, a los cuales  le reservan como único el derecho y como premio de consolación, votar cada cuatro años.

 El descaro en el país se ha querido imponer con categoría de  política de Estado, y  lo peor es que estamos tan mediáticamente manipulados, que ya no sabemos “cuáles son los mansos y cuáles son los cimarrones”, estamos tan confundidos que no sabemos si son patriotas o negociantes de las necesidades de este pueblo. Son traficantes de sueños piratas de mar bravío, ladrones hasta de olas y espumas, hasta de golpe de viento”, como diría un poeta.

Si hacemos una introspección y cuantificamos lo que somos hoy como sociedad, podemos darnos cuenta que tenemos más descarados que decorosos, veamos:

Tenemos, congresistas con barrilitos, que firman contratos leoninos (como los de Barryck Gold, Unión Fenosa y Cogentrix), concedidos en condiciones tan especiales en perjuicio del  interés nacional que cobran sin ofrecer servicios a la población, y firmados por legisladores, que luego testifican descaradamente  que lo hicieron sin siquiera leerlo.  

El país tiene un sector privado con  sus ejemplares de descarados, que han sido hacer que se legisle a su favor, privilegiados que  al implantar el sistema neo liberal, lograron hacerse de los bienes públicos y de facilidades para su enriquecimiento, con el poder para capturar a los reguladores sectoriales,  puestos para el servicio de sus propias causas.

 Un sector privado, que se niega a bajar los precios de los productos de la canasta básica y primera necesidad, aun cuando los precios de los commodities y de los combustibles se han reducidos significativamente. Que creen que responsabilidad social empresarial es solamente sembrar árboles una vez al año y publicarlo en los medios de comunicación y en las redes sociales.

La sociedad dominicana conserva aún grandes desafíos, verdaderos suplicios, que a su vez son grandes negocios para el sector privado, como el barril sin fondo del negocio de la  energía eléctrica, o las aseguradoras de salud que tienen un embudo a su favor; también el problema de la educación privada que se maneja por la libre, abusando de las familias dominicanas.

Lo peor es que los funcionarios públicos, los empresarios y políticos creen que los administrados son simples borregos, que no tienen derecho a exigirles siquiera explicación por sus malos actos, todo parece que en República Dominicana, entre el descaro y el decoro, hay un político o un empresario, en medio.

 

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