Los culpables
¿Por
qué los dominicanos no podemos aceptar ni una fusión ni una solución federal
con Haití?
Cuatro razones fundamentales nos llevan a
la defensa a ultranza de la nación en las circunstancias actuales.
1.
Proteger
la identidad nacional del pueblo dominicano. Esto supone conservar su cultura,
su lengua, sus costumbres, su modo de vida y la personalidad de su
nación. Todas esas paparruchas que nos hablan de un mundo postnacional, de un
hombre universal, sin patria y de sociedades donde reina el vacío son cuentos
de camino para que aceptemos el desmantelamiento del pueblo dominicano y la
destrucción de su unidad nacional.
2. La segunda razón es
política. Mantener al pueblo dominicano dentro de las
fronteras de la nación. Preservar el control del territorio, el legado de sus
libertadores y la cohesión nacional son condiciones indispensables para la existencia de un Estado que defienda y
que represente al pueblo dominicano. Ningún país puede salvarse apoyado en ONG u organismos supra nacionales, solo el
Estado nación puede sustentar las conquistas sociales del pueblo
dominicano. ¿Quién puede responsabilizarse del crecimiento de la economía, del
bienestar de la población, de los servicios sociales en nuestro país? ¿quien,
al momento de las grandes catástrofes, ciclones, grandes epidemias, terremotos, grandes bancarrotas puede evitar
que la nación entera se hunda en el caos y desaparezca en el desorden? El
Estado nación.
3.
La
tercera razón es económica. Ningún país ha progresado económicamente
importando pobreza. Las malas políticas
nos han llevado combatir el desempleo
endémico de los dominicanos importando trabajadores haitianos, es decir,
destruyendo el empleo que produce la economía;
combatimos la insalubridad
trayendo enfermedades del país más insalubre del continente- Y, creemos que
hacemos progresar la escuela pública, importando población del país vecino. El balance económico de esta inmigración es negativo.
Toda la prosperidad que podamos crear se halla completamente amenazada
por el más grande ejército de desempleados del continente, dispuestos a
destruir para siempre el valor del
salario y a convertir los beneficios del esfuerzo económico de la nación entera
en agua de borrajas.
4.
La
cuarta razón es estratégica. Preservar la unidad jurídica del pueblo
dominicano resulta indispensable para mantener el Estado de derecho. Si se
hace operar la soberanía de dos pueblos en nuestra patria, esto supondría no
sólo la anulación de los resultados históricos de nuestra Independencia de 1844,
sería, además, un salto al vacío. Porque
los dominicanos no podrán superar el fracaso de la Comunidad Internacional y de
las ONG, ni van a quedarse de brazos cruzados ante la pérdida de todo lo que
nos resulta hermoso.
Todo el esfuerzo de todas las
generaciones de dominicanos por mantener los resultados históricos de nuestra
Independencia se han tropezado con las maniobras de un enemigo interior. Estos dominicanos
que, en lugar de defender los empleos, el territorio y los intereses del
pueblo, promueven la desnacionalización. Esos dominicanos que han adoptado el punto de vista haitiano,
ya por convicción, ya por hallarse asociados a las ONG o a los
jesuitas. O se han dejado seducir por las fabulaciones de intelectuales que les han hecho creer tras haber despedazado el Estado nación,
inspirado en ideario duartiano, verán surgir un mundo nuevo. Quieren que
cambiemos el sueño por una pesadilla. . Es tal el compromiso de los traidores
con la destrucción de la nacionalidad, que ahora nos imputan la condición de
apartheid del Caribe; envían cartas
llenas de mentiras a todas las organizaciones internacionales; participan
activamente en todas las falsificaciones de documentos de inmigrantes ilegales ;
les inventan identidades falsas; exigen la intervención de organismos supra
nacionales en los asuntos internos del país; se han proclamado como enemigos
jurados en todos los conclaves internacionales. Convertidos en los ojos y en
los brazos ejecutores de la voluntad de los organismos internacionales, combaten sin
tregua los intereses del pueblo dominicano.
La
insolencia de estos individuos no conoce fronteras. Se han
propuesto desguazar a la nación entera; promover la suplantación de nuestros
trabajadores y de nuestra población; profundizar el proceso de
desnacionalización que estamos padeciendo; transferirles la soberanía nacional
a organismos internacionales; anular todas nuestras conquistas sociales. Se
movilizan en la prensa, en el Gobierno, en las organizaciones de la sociedad
civil para proclamar la muerte del patriotismo. ¿Podrá toda la maquinaria de
prensa y agentes extranjeros borrar la historia
de nuestra Independencia y hacer que nos olvidemos de nosotros mismos?
Dígase
lo que se diga, los dominicanos constituimos un proyecto nacional. El pueblo dominicano se halla representado ante
la comunidad internacional por un Estado que debe garantizar su libertad, su capacidad
de autodeterminación, la defensa de su territorio y movilizarse ante todas las
circunstancias que se transformen en amenazas. La soberanía, que es el
patrimonio de todos los dominicanos, no puede ser traspasada a organismos
supranacionales, llámese Naciones Unidas o la Corte Interamericana de los
derechos humanos de la OEA. Porque es el único espacio donde los dominicanos
pueden ejercer sus libertades, sus derechos democráticos, mantener su identidad
y su cultura.
Juan Pablo Duarte, el inspirador de ese
Estado, dejo claramente dicho en el proyecto de Constitución lo siguiente:
Art.6. Siendo La independencia Nacional la fuente y
garantía de las libertades patrias, la Ley Suprema del pueblo dominicano es y
será siempre su existencia política como nación libre e independiente de toda
dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera.
Art. 18. – La nación dominicana es libre (Art. 6) e
independiente y no es ni puede ser jamás parte integrante de ninguna otra
potencia, ni patrimonio de familia ni persona alguna propia ni mucho menos extraña.
La
Independencia dominicana es un equilibrio de las poblaciones y de las culturas.
Los dominicanos nacimos con la posibilidad de ver perderse, ya por la inmigración,
ya por razones políticas los resultados históricos de nuestra Independencia de
1844. Ninguna de las naciones del
continente salió a la luz de la libertad con semejantes riesgos. Para los
dominicanos la Independencia es compromiso, lealtad al ideario de los
fundadores del Estado y esfuerzo
permanente para contrarrestar con las fuerzas del Estado el expansionismo de un
Estado que ya, en 1949, había colapsado, según consta, en el Informe de las
Naciones Unidas ( Mission to Haiti, N. Y. 1945). Muy pocos dominicanos han
reflexionado hondamente en esa condición especialísima. Entre nosotros el
patriotismo no puede retirarse a las soledades de la contemplación, sino que es
una referencia permanente de una piedra que hay que cargar siempre como hacía
Sísifo para conservar el sentido inicial de nuestra vida como nación
independiente.
Cualquier
circunstancia que deshaga los resultados históricos de nuestra Independencia de
Haití, cualquier maniobra que transfiera las decisiones y la autodeterminación
del pueblo dominicano a las poblaciones haitianas que se han desplazado a
nuestro territorio, implicaría comprometer
la capacidad para el gobierno propio y destruir la cohesión nacional.
¿Qué
proponen aquellos que, solapadamente, se oponen a que ejerzamos nuestra
soberanía? ¿Qué hay detrás de la campaña
que ha iniciado en Bruselas Julienne Deguis Pierre, aupada por los Jesuitas,
por los comunicadores de un gran grupo de prensa, por las ONG que le han
servido de plataforma y por el ACNUR? ¿Por qué todos los haitianos a los que
les hemos otorgado la nacionalidad ejercen plenamente la deslealtad, sin que
siquiera podamos aplicarle las previsiones del art. 76 del Código Penal que
sanciona la traición a la patria? Gozan de todos los derechos de los
dominicanos, y ninguno de los deberes. La nacionalidad no la puede contener un
documento jurídico, obtenido por malas artes, y que no traduce la pertenencia a la comunidad
nacional.
El
pueblo dominicano ha sido víctima de la saña y de la crueldad increíble por
parte del mando político. Se le privó
del derecho a pronunciarse sobre la ley 169/14. Decisión que tendrá fatales consecuencias en la
demografía electoral; segundo, al
establecer un plan de regularización sin cuotas, sin límites ni proporciones el
Gobierno dominicano renunció a una política nacional de empleos, por despreocupación de la cosa pública,
millones de dominicanos serán privados permanentemente de los empleos que la
economía produce. Los dominicanos han sido olvidados, arrojados a la
incertidumbre, condenados a la angustia, al abandono, a la soledad.
De
todo lo malo que lo que ha ocurrido, y
de lo que está ocurriendo ahora, hay responsables y hay culpables.
Don
Pedro Mir nos decía en su poema “Hay un país en el mundo” lo siguiente:
No
es justo que el castigo caiga sobre todos
Busquemos
los culpables, y entonces caiga el peso infinito de los pueblos sobre los
hombros de los culpables.