Lise Meitner: la  mayor injusticia de los premios Nóbel

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EL AUTOR es abogado y escritor. Reside en Santo Domingo.

Recientemente, al retirarse el telón de los escenarios suecos donde se entregan los premios    Nóbel, me salpicó un cuestionamiento almacenado desde hace años, ante el hecho de que en el pasado a la física nuclear Lise Meitner, (Austria 1878-1968), se le hurtó un premio Nóbel.                                                                                                       

Es posible que después de Isaac Newton (1642-1727), nadie le habrá dedicado   más tiempo a la investigación científica que esta esforzada mujer,  Lise Meitner, a quien Albert Einstein, Nóbel de Física 1921, estableciendo un digno paralelismo, le llamó: “La Madame Curie alemana”.

La afirmación no es un simple halago, sino el reconocimiento de la transcendencia de sus trabajos en el campo de la física nuclear y por  haber descubierto dos nuevos elementos en la tabla periódica, con uno de los cuales, el 106, se  le rinde homenaje:el meitnerio. Y que en el caso del polonio y el radio  descubiertos  por Marie Curie, le merecieron en 1911,  un Nóbel de Química, aunque ya había ganado uno en Física en 1903.

A principios de la década del 1930, la física nuclear daba un paso gigantesco con el descubrimiento del neutrón. Entonces se empezó a especular en la comunidad científica acerca de la posibilidad de crear elementos más pesados que el uranio. En esas circunstancias, Lise Meitner  convenció a su colega de trabajo en el laboratorio, Otto Hahn, para emprender esa línea de investigación. En aquellos momentos había cuatro grupos potentes en Europa en búsqueda de ese objetivo: uno en Gran Bretaña, liderado por Ernest Rutherford, premio Nóbel de Química 1908; otro en Francia, encabezado por Irène Curie, premio Nóbel de Química en 1935 (la hija de Madame Curie); otro en Italia, dirigido por Enrico Fermi, Nóbel de Física en 1937, y el de Berlín, en Alemania, encabezado por el dúo Lise Meitner y Otto Hahn.

Sin embargo, pese a que Lise Meitner y Otto Hahn (Prusia 1879-1968), fueron los descubridores de la fisión nuclear, este hallazgo  hizo posible la construcción de centrales nucleares para la producción de electricidad y todos los avances de la medicina nuclear, y de otras disciplinas científicas, así como la influencia que en la modernidad ejercen los inventos impulsados por la tecnología y la física cuánticas. En el referido descubrimiento de la fisión nuclear, si Lise no tuvo un mayor mérito, su participación fue de igual alcance porque hizo la fundamentación teórica de un fenómeno que su compañero de trabajo consultó su experiencia para entenderlo cabalmente.

Lise Meitner

Esta investigación de gran alcance y valor extraordinario para la ciencia, no fue apreciada con justicia por la academia de los premios Nóbel, pese a que Lise Meitner fue nominada 19 veces al premio Nóbel de química y 29 al de física, en todas esas oportunidades fue rechazada y el premio Nóbel de Química 1944, por el descubrimiento de  la fisión nuclear fue entregado exclusivamente a su compañero de investigación Otto Hahn, provocando la voz de alarma en toda la comunidad científica del mundo, que consideró este hecho como una soberana injusticia. De todos los grupos de científicos europeos que investigaban el fenómeno señalado, la única que nunca fue premiada con el Nóbel resultó ser Lise Meitner.

Lise Meitner al igual que Newton, no formó familia, no se casó ni tuvo hijos porque la pasión por la ciencia, según testimonia Max Planck, premio Nóbel de Física (1919), padre de la física cuántica, y de quien Lise, como doctora en física, fuese su asistente:  “Consumió la totalidad de su tiempo, pues hasta las horas de ocio eran sumadas a sus trabajos en el laboratorio”.

Es evidente que el peso moral de Lise Meitner es tan significativo como su prestigio, pues rechazó jugosos y altos salarios para que se sumara al proyecto norteamericano de la construcción de una bomba atómica con fines bélicos, pues de manera rotunda afirmó que, “¡Jamás mis capacidades científicas se prestarán para la destrucción de la humanidad!” Mientras que algunos de los que recibieron el Nóbel, trabajaron en ese aberrante proyecto. Parece que les interesaba más el dinero que el daño que sus investigaciones le podían hacer al género humano.

A pesar de la firmeza de rechazar la oferta, cuando la bomba explotó matando cientos de millares de inocentes japoneses, periódicos anti-semita la llamaron en sus titulares: “Lise Meitner, la madre judía de la bomba atómica”. Un horrendo hecho que negó durante toda su existencia. Quizás por eso en su  tumba reposa una  polvorienta lápida en la que se lee con dificultad: “Lisa Meitner, quien nunca perdió su humanidad”.

He dicho en otras ocasiones que el carro de la cultura no llega lejos sin las ruedas de la ciencia, pero algunos han proyectado la idea de que los únicos conductores de esa nave han sido los hombres, olvidándose de que las mujeres aunque no son muchas, han contribuido de manera extraordinaria al avance de esa nave que enrumba a la humanidad por el sendero del progreso.

Albert Einstein, se maravilló de la sencillez de esta mujer y al compararla con Madame Curie, lo hizo por la semejanza, porque aun en la cumbre de su celebridad continuaron siendo personas humildes. Lise Meitner tenía igualmente la extraordinaria virtud de los grandes, su sencillez estaba acrisolada por un infrenable deseo de servir a los demás. Parece ser que la grandeza de algunos seres humanos viene vestida con la humildad y la elegancia de los lirios silvestres del camino.

La injusticia duele: Otto el otro

Desde el inicio del presente escrito una interrogante perturbaba mi inquietud. ¿Cómo es posible que una persona que se haya pasado parte de su vida haciendo conjuntamente con otra compañera una investigación científica se atreva a recibir en solitario un premio que sabe que no le pertenece exclusivamente a él? es lamentable que no siguió el loable ejemplo del científico  Pierre Curie, que se le planteó recibir el Nóbel en Física, y dijo que solo lo aceptaba si de igual manera se lo entregaban a su esposa Marie Curie,   porque ella tenía más mérito que él en la investigación. ¿Por qué Otto Hahn no asumió esta misma postura, y por qué no denunció la injusticia que se cometió en contra de esta honorable mujer?

Pero cuando hay una gran injusticia el universo la rechaza indignado, por eso  encendió todas sus estrellas para alumbrar a quien se ignoró injustamente. Y de hecho, los reconocimientos de la comunidad científica internacional a esta olvidada dama han hecho de ella un símbolo de la persistencia, el trabajo, la dedicación y el extraordinario esfuerzo y el amor por  la ciencia. Y si un Nóbel se simboliza en aplausos, estoy escuchando en este momento el más estruendoso aplauso que algún científico haya recibido en la historia del saber.

Lo que Lise no pudo notar  en el comportamiento de su amigo Otto Hahn, fue que el egoísmo lo convertiría -después del Nóbel-, en “otro Hahn”.

La confiada Lise nunca apreció en el laboratorio, que de todas las pasiones existen dos que combinadas como neutrones de uranio, son más peligrosas que la bomba atómica: la envidia y la ingratitud.  Estas ponzoñas  del alma  hicieron añico en Otto Hahn  el apreciado bien de la amistad.

jpm-am

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M.morla
M.morla
6 meses hace

injusticia social e injusticia cientifica.

Luis De New York
Luis De New York
6 meses hace

dr. martinez. gracias por tan educativo articulo.dr. no se ausente por tanto tiempo. dr. martinez. la situación en venezuela se esta arreglando.