Líderes y pseudolíderes

imagen
EL AUTOR es investigador y asesor empresarial.

En ocasiones me han dicho José el soñador, haciendo alusión a aquel personaje bíblico del génesis, el penúltimo hijo de Jacob y Raquel (a quién Dios le puso por nombre Israel). Me han dicho así, no  necesariamente porque me adornen las extraordinarias cualidades de José, sino, y principalmente, porque siempre he sido un soñador.

Desde niño me he caracterizado por soñar. Así nací. No es una cualidad adquirida, más bien, creo que es un don de Dios. Recuerdo que en mi infancia, mientras todos jugaban en el recreo, yo, sentado en un lugar solitario del patio de la escuela, construía mi mundo, soñaba.

Soñar no es malo, pues de los soñadores es que se ha alimentado la humanidad para crear todo lo que hoy existe. La ciencia te permite conocer el conjunto de leyes que gobiernan la realidad en la que vivimos, los sueños permiten usar esas leyes para transformarla.

Y los sueños no pueden existir sin los soñadores. Los soñadores son aquellas personas que se ponen por encima de la realidad palpable, construyen en sus mentes y en sus almas realidades que aún no existen, y trabajan para lograr que esas realidades se conviertan en palpables. En otras palabras, conciben una realidad distinta a la que se ve, la proyectan y la construyen.

Esa ha sido mi vida desde siempre. Y en ese ir construyendo sueños, se viven situaciones difíciles, engaños y desengaños, derrotas y triunfos, compañías y soledades, y, fundamentalmente, mucha incomprensión, desilusión y juicios que llevan a condenas sin previo aviso y mucho menos defensa.

Pero el soñador por naturaleza es persistente. Aunque sufre por todo lo dicho anteriormente, su corazón, como protegido por un escudo invisible, nunca se endurece, nunca deja de ser un corazón soñador, un corazón hecho para construir y amar.

En este camino que consiste en soñar, construir, caer, levantarse y proseguir, he llegado a la adultez madura, he vivido un poco más de medio siglo y estoy iniciando un nuevo tramo, y mi alma sigue siendo niña, mi imaginación precoz, mi corazón ingenuo y mi espíritu, soñador.

Todavía me falta mucho por construir, y mientras mi cuerpo responda y esté en este mundo, seguiré soñando y construyendo, contra todo obstáculo, contra toda dificultad, viendo posible lo que los demás ven imposible, haciendo creíble lo que los demás ven increíble.

Uno de mis sueños en la actualidad que estamos viviendo, es trabajar para que las personas empiecen a ver más allá de donde les alcanza la vista. Que el ser humano empiece a ver con los ojos del alma y la razón, que descubran lo importante de la vida y distingan qué es lo bueno de ella.

Que el ser humano descubra que dentro de sí tiene la semilla del amor, que aprenda a regarla para que crezca y de frutos y sus frutos sean de amor. Que pueda descubrir la hermandad que une a todos como hijos de un solo Padre y reconozcan lo finito de este mundo y todas sus cosas.

Trabajo para eso, con la esperanza de que cada día pueda sumar uno más a ese camino de libertad y plenitud, y que ese que se sume se convierta también en un soñador, en un constructor de sueños, en una expresión del amor de Dios, en una persona libre y en un libertador.

Porque es así como podremos construir una sociedad verdaderamente libre y justa, llevando al ser humano a descubrirse a sí mismo, encontrar el amor dentro de sí, romper sus propias cadenas y liberarse, porque solo los amados aman, solo los libre libertan (Padre Ignacio Larrañaga) y solo los que logran ser plenos y felices pueden repartir felicidad y plenitud.

No se puede llevar bienestar a un pueblo, cuando los llamados líderes de ese pueblo están encadenados, cargados de egoísmo y envidias y enfermos de poder y arrogancia. Cuando esos líderes, buscando alcanzar la dirección del Estado, muestran su desfigurado interior con un discurso destructivo contra sus adversarios y falto de propuestas realizables, que respondan a la verdad de sus intenciones.

Sueño con que los llamados líderes políticos y sociales aprendan a ejercer sus liderazgos desde el amor y el servicio; que no les den tanta importancia a la conquista del poder con métodos que dañen a los demás y a sus contrincantes. Que descarten de una vez y para siempre aquello de que “el fin justifica los medios.”

Sueño con líderes políticos y sociales que no se sientan imprescindibles, líderes que, una vez alcanzado el poder del Estado, trabajen por y para el pueblo que les eligió, sirviéndole a ese pueblo con humildad y transparencia y que después de terminado el tiempo para el cual fueron elegidos, aún con alta popularidad, cedan voluntariamente el espacio para que otros líderes continúen esa labor.

Sueño con líderes que aprendan a amar, para que de verdad puedan servir cuando estén en los puestos de dirección a los que aspiran. Líderes que aprendan a trascender este mundo para que trabajen sin ambiciones, sino por la libertad verdadera, la justicia, la equidad, la vida y la felicidad de la gente.

Y es necesario soñar y luchar por la generación de ese tipo de líderes, «lideres soñadores» porque lo estoy viendo  en la actualidad, son pseudos líderes, caudillistas, que estaban llamados a sepultar el caudillismo para siempre de la política dominicana, pero que, sin embargo, teniendo una actuación anti histórica, han pretendido y apuestan a reivindicarlo, ahora con disfraz de modernismo y capacidad.

Las sociedades de hoy no necesitan mesías salvadores, que se creen imprescindibles y que creen que nadie más que ellos tienen la capacidad de dirigir los destinos de un pueblo. Ese tipo de visión es destructiva y estanca el verdadero desarrollo de las democracias modernas.

Es todo lo contrario, hoy más que nunca, las sociedades necesitan líderes valientes, que entiendan cual es el verdadero rol de un líder,  que su liderazgo se base en el amor, el respeto a la vida y la dignidad humana, la honestidad, la capacidad y el deseo de servir a los demás.

Necesitamos líderes que reconozcan que no son más ni menos importantes que las personas que les dieron la posibilidad de llegar al poder, y que al poder se llega para servirle precisamente a esas personas, no para servirse a sí mismos y a sus cercanos.

Es necesario soñar y luchar por tener un liderazgo joven, un cambio generacional, una nueva visión, un nuevo corazón. Líderes de propuestas y no de mentiras, líderes capaces de reconocer lo que son, capaces de reconocer para qué y para quién les ha sido dada la posibilidad de alcanzar el poder.

c.aybar@nikaybp.com

JPM

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
guest
450
0 Comments
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios