Ley de partidos políticos y de régimen electoral (¡Vaya sorpresa!)
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Hace algunos años me hice una pregunta: Los partidos políticos: ¿mesas replegables o qué? La respuesta que me di fue que, al ritmo que iban todos, incluido el PLD, serían, en poco tiempo, mesas replegables de bazar de baratijas. Sin embargo, en lo más recóndito, de una esperanza casi desecha, aspiraba a que mi partido (el PLD) propusiera, a partir del referente-legado Juan Bosch, una ley de partidos políticos que reivindicara, por lo menos aquella categoría orgánica de excepción y que él tanto importantizaba: ¡la de miembro!
No obstante, el PLD, o mejor dicho, su cúpula-líderes son centro y protagonistas de un debate sobre un aspecto de la Ley de Partidos Políticos: primarias abiertas o cerradas. Tal reduccionismo, podría darnos una idea o lectura de qué aspecto, de la referida ley, preocupa y ocupa a la jerarquía de un partido político que, por décadas, estatuto y voluntad orgánica-doctrinaria de su fundador, fue escuela política donde se pensaba –equivocado o no- y se luchaba por un ideal de sociedad: la inconclusa de los trinitarios…
Y lo mas sintomático es descubrir que, una mayoría de la jerarquía del PLD, se ha pronunciado por primarias abiertas (pensaba que íbamos a llegar a ahí vía un proceso-consenso de madurez democrática nacional), es decir, por la realización de procesos eleccionarios internos donde participe el universo de los inscritos en el padrón universal de la JCE.
Y me pregunto: ¿qué hizo posible que una mayoría de dirigentes-cuadros formados y fraguados al abrigo del predicamento orgánico-doctrinario de la importancia política-estratégica de un partido político –de disciplina, cuadros y formación-, de golpe y porrazo, se decantaran por una modalidad de primarias que contraviene, y de cuajo, la excepcionalidad orgánica miembro-militante a la que siempre se aferró su líder histórico?
Porque, honestamente, estaba tranquilo pues jamás me imagine que tal divorcio fundacional encontraría eco propositivo a ese nivel, ni mucho menos que se terminaría cerrando fila mayoritaria hacia tal propósito. A lo sumo, pensaba yo, esa preferencia la podrían enarbolar algunos cuadros aspirantes más próximo a la sociedad civil que al partido. Porque, al grueso de la jerarquía –y muy a pesar del runrún sobre lo que pensaba Danilo o Leonel, al respecto- siempre la creía partidaria de primarias cerradas.
Y más que eso, que íbamos a ser los más radicales y coherentes, en la idea de que los partidos políticos, por fin –y obligado por ley-, construyeran padrones de miembros confiables y verificables para celebrar procesos eleccionarios internos bajo la supervisión de la JCE (porque, y es una verdad, ya en los partidos políticos no tenemos árbitros-miembros imparciales o no identificado con tal o cual proyecto presidencial).
Pero no, me equivoque, medio a medio, la mayoría de la matrícula de la jerarquía de mi partido (llámese CP), quiere primarias abiertas y con el padrón universal de la JCE. ¡Vaya sorpresa!
En definitiva, que estoy, y sin quererlo, en medio de una disputa, pero además, partido o dividido en dos: por un lado, identificado con el Presidente Danilo Medina, en la idea de celebración de primarias simultaneas; y por otro lado, con el presidente del partido, Leonel Fernández, en la idea de primarias cerradas.
Resuelta, tal disyuntiva –por la vía que ya el CP decidió, tendré que acogerme, disciplinariamente, por el veredicto-dictamen de una opinión jurídica-constitucional y si se quiere “técnica”, no ya política y de partido, como debió ser.
Ojalá, resuelto ese impase –de interpretación jurídico-constitucional-, pasemos al otro nudo gordiano del asunto –y del que nadie quiere hablar: la ley de Régimen o Garantía Electoral, que es, como se dice popularmente: “donde la puerca tuerce el rabo”.
Ya veremos cómo bailamos ese trompo…
JPM

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