Leonel Fernández en una situación difícil

La situación que ocupa al expresidente Leonel Fernández como político, y muy específicamente como precandidato a la presidencia de la República  por el PLD, no es nada fácil. A pesar de que es un triple expresidente, lo cierto es que ahora no las tiene todas consigo. Las olas de la historia, como en otras ocasiones, no parecen elevarlos hacia esas alturas en las que navegó en otros tiempos.

La verdad es que Fernández ya no despierta las simpatías de otros tiempos. Aunque su presencia en los escenarios aun provoca impacto, para fines electorales, ya le llegó su cuarto de hora.  Su tasa de rechazo es una sombra muy persistente y marcada que le pone un techo muy pesado a sus posibilidades de crecimiento.

Los factores que pueden favorecerle en sus pretensiones no son lo suficientemente fuertes como para evitar una derrota que terminará electoralmente quitándole el invicto. Es probable que su derrota no sea tan apabullante, pero si lo suficiente aleccionadora como para que comience a jugar otro rol político que no sea insistir en volver a ser presidente.

La figura de Leonel representa el desengaño de un pueblo que vio su   esperanza histórica desvanecida, negada por el personalismo y la ambición de grandeza de un hombre que    se vislumbraba, por su   precocidad intelectual (hoy un tanto oxidada), por su   carisma y preparación, como la pieza ideal que encajaba para responder a los sueños y a las aspiraciones de una nación que busca alcanzar en términos humanos su verdadero desarrollo y progreso.

Leonel, en un momento fue visto como el paladín escogido para encarnar   la superación de la rémora ancestral estampada en un caudillismo que nos había sumido en un oneroso e indignante atraso social.  Un caudillismo que, con todos los vicios que arrastró, apuntaba a decaer de manera definitiva con la desaparición en menos de cinco años de las tres grandes estrellas de nuestra política (Bosch, Balaguer y Peña Gómez).

El escenario histórico estuvo preparado para que Leonel abriera una nueva época que lanzara a la República Dominicana por nuevos senderos hacia una vida institucional y democrática que garantizara el soñado desarrollo humano y la consolidación de un progreso dirigido a impactar en todas nuestras capas sociales.

Pero Leonel se negó el mismo esa irrepetible oportunidad y no emprendió el camino más auspicioso y favorable para nuestro pueblo. Se atrincheró en las malas artes del poder y se confabuló en un grupismo necio y pesaroso que ha tenido efectos negativos en nuestro desarrollo como país.

Leonel no encanta como antes. Si se observan sus actuales   discursos de campaña nos podemos dar cuenta que los mismos representan el pasado. Su retórica no es lúcida y carece del brillo de otros tiempos.  Quien se proclamaba como el rey de la conceptualización luce gastado y con pocas cosas nuevas con que impresionar a su auditorio, a no ser con una expresión suelta y callejera como: “Tan cogío, carajo”.

Igual que siempre está prometiendo realizaciones faraónicas cuando la gente lo que necesita es mejorar sus condiciones de vida. En lo que se refiere a indicadores de desarrollo humano, los gobiernos de Leonel Fernández sacaron notas pésimas. Hablamos de educación, viviendas, salud y otros.  La educación, supuestamente, su área privilegiada, solo lo fue en el discurso. De salud ni hablar.

Incluso, cuando alega que se están utilizando los recursos del Estado en su contra, olvida que esa fue siempre parte de su política y que, en esta campaña, él lo está utilizando, aunque de forma diferida. Es ver el juego con sus mismos resultados, pero en tiempo posterior.

Si analizamos su política exterior, es claro que la utilizó para su beneficio y promoción personal, algunas veces con sentido poco oportuno y errático. Entre sus viajes al extranjero, la gran mayoría extravagantes e infructíferos, pues siempre iba acompañado de una larga y costosa comitiva, es memorable el que hiciera hasta Libia para celebrar, con abrazos y banquetes en la más exclusiva recepción, los 40 años del ascenso al   poder Mamar Gadafi, un trastornado y extravagante déspota, a los que solo dos presidentes de nuestro continente fueron a rendirle pleitesía: Leonel Fernández y Hugo Chávez.

Meses después, Gadafi es arrollado por una revuelta popular y Leonel Fernández manda a ocultar todas las fotos con Gadafi que con orondo orgullo habían sido colocadas online en páginas de promoción y culto presidencialista.

Leonel ha perdido a tal extremo el tacto político que las encuestas que encarga, en vez de maquillarlas, un recurso usual en nuestra política, lo que hacen es embarrarlas con números desproporcionados que no se corresponden con una percepción consistente de la realidad política que todos conocemos. En nuestra forma de decir las cosas, eso tiene un nombre: desesperación.

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