Lentitud en la resolución de los problemas de Estado

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Los problemas vitales de la nación dominicana parecen no tener soluciones definitivas. Generación tras generación son testigos de las mismas dificultades. No hay diferencia en lo que padeció la anterior, lo que padece la presente y lo que padecerá la futura. Los inconvenientes que ha sufrido la población durante una década son transferidos a la siguiente; y así nos hemos pasado cada año de vida republicana. Es por eso que la gente que integra las distintas clases sociales cree que las soluciones definitivas a los males pequeños, medianos y grandes, que han frenado el desarrollo del país, nunca llegaran. Y las personas tienen razón a pensar así, debido a la lentitud en todos los procesos de soluciones. Es que quienes tienen las responsabilidades de concluir tales o cuales cuestiones de Estado no lo hacen de forma debida. No trabajan atado a un plan de trabajo y desarrollo lógico, ni siguiendo los objetivos de la Constitución ni de las leyes. Más bien ejecutan sus acciones por caprichos o por pánicos. Cada gobierno que ha tenido el país se ha jactado de haber tenido los mejores gerentes, los mejores administradores, los mejores ministros, las mejores comisiones, los mejores funcionarios y el mejor ejecutivo. Sin embargo, la magnitud de los problemas que han agobiado de manera permanente la sociedad de Juan Pablo Duarte y todos los dominicanos dan a demostrar otra cosa. Los funcionarios de cada gobierno han tenido la visión unánime de resolver las cosas como si se tratara de un asunto doméstico, de hogar, no de Estado. A veces se solucionan problemas de manera provisional, a medias, por parte, para salir de coyunturas determinadas. El juego se basa en quién invirtió más recursos o duró más tiempo tratando con equis problema. De ese comportamiento estatal salen los méritos del gobierno y el deseo de continuar ejerciendo el poder. Al cabo de un tiempo, a la corta o a la larga, el problema resurge y vuelve a ser tomado en agenda por la autoridad correspondiente. Y así todo pasa y nada cambia. Pero llegará el momento de empezar a crear la cultura de resolver los problemas de Estado con carácter definitivos, cualesquiera que sean las autoridades de turno. Que los problemas de la generación pasada no sean los de la presente y que los de ésta no sean los de la futura.Dejar atrás la cultura de la inmediatez. Llegará el tiempo de dejar la costumbre de convivir con los problemas sociales que todos conocemos y de aceptar las soluciones inconclusas como premios de consolación. Un gobierno competente debe primero pensar sus proyectos, planificarsus objetivos y luego actuar con responsabilidad y carácter, con criterios definidos y exactos. Si se hubiese actuado con esta firmeza veinte años atrás, ningunos de los problemas que se mencionan a diario y que ocupan los espacios de los distintos medios de comunicación en esta sociedad existieran. Un gobierno competente no puede darse el lujo de que cualquier asunto de Estado, sin importar su dimensión, le ocupa la opinión pública por tiempo indefinido. Un gobierno competente resuelve los problemas de una vez y por todas, y le queda espacio para innovar y dedicarse a asuntos diferentes a los mediáticos. Una de las grandes virtudes del ser humano es que el “hombre siempre ha superado al hombre”. Los avances que observamos en todo lo que acontece a nuestro alrededor se deben a ese proceso dialéctico. En consecuencia, el hombre haya vías de soluciones más idóneas y adecuadas para favorecer las necesidades e intereses de la mayoría de los administrados. La función pública es un servicio que se debe ofrecer a la ciudadanía con calidad, capacidad, eficiencia y responsabilidad. Un funcionario debe ser capaz. Si lo es, sus soluciones son para siempre.

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