Las madres olvidadas

En República Dominicana debería establecerse una especie de contrato social, que obligue a los funcionarios provenientes o nacidos en los barrios de la parte alta de la capital, a cumplir con una cuota de agradecimiento generacional con los que alguna vez les ayudaron a mitigar sus carencias existenciales. Cada vez que vacacionamos en Santo Domingo y nos internamos en los barrios que nos vieron crecer, no cesan las quejas sobre uno u otro funcionario que ni a sus familiares visitan. Estos funcionarios, otrora atorrantes, desamparados y pobres de solemnidad, han olvidado su azaroso pasado cuando, recorriendo traspatios, cualquier madre putativa les prodigaba hasta un bocado de comida. Efectivamente, cada día nos convencemos más de que el festín gubernamental, el clientelismo político y la corrupción generalizada de los grupos que se han repartido el poder; ha obrado de forma tal, que esmirriados jóvenes de izquierda de otros tiempos, hasta han descuajado sus raíces y pretenden defenestrar lo que fue su triste existencia, ausentándose para siempre de los barrios que les vieron sufrir todo tipo de calamidades. No sólo son corruptos que desfalcan el erario, sino que también son ingratos. Es posible que esas ingratitudes conformen uno de los eslabones importantes del espectro de corruptelas que permea a los funcionarios del gobierno. Tal vez entiendan que desembarazarse del pasado, los hace más serios, coherentes y asertivos. Aunque tardíamente a propósito del Día de las madres, nos hemos querido referir a las que fueron anónimas heroínas de nuestras barriadas. Irónicamente estas mujeres-algunas ya fallecidas-, junto a sus familiares, han sido olvidadas por estos funcionarios, por los que, en innumerables ocasiones, no sólo se desprendían de sus pequeños ahorros para paliar sus necesidades; también les prodigaban una hogaza de pan; los refugiaban en sus hogares y hasta bien ocultaban las literaturas comunistas. Esto no tiene que ver con la falsa izquierda. Nunca lo fueron; simplemente eran caricaturas y escaramuzas opositoras a los doce años del balaguerato que hoy, para colocarse en el poder, revisan y dan un nuevo giro y comportamiento a las teorías marxistas. Y queremos puntualizar que son muchos y de variadas tendencias; pusilánimes de dudosas reputaciones, los que pertenecen al grupo de los ingratos que no tienen memoria. No pretendemos radiografiar a nadie en particular. Los tartufos, turiferarios e ingratos, provienen de diversos barrios de Santo Domingo, que es nuestro entorno. ¿Acaso los afectados por una septicemia corruptiva, no pueden combinar sus veleidades políticas con un poco de cariño y gratitud a los que les aligeraron la carga cuando eran don nadie? ¿Es tan esperpéntico el rostro de la corrupción, que son incapaces de apartar un momento para visitar a las madres y los hijos de los que, alguna vez les protegieron y dispensaron solidaridad y aprecio? Y recuérdese que, aunque sea lamentable, a los excluidos se les allanta con poca cosa; basta un poco de amor de vez en cuando. No hay que agenciarse la partida de 176 “milloncitos”, como han hecho los legisladores, para acercarse a nuestra, definitivamente, olvidadas madres de los barrios de la parte alta de la capital.

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