Las elecciones en EEUU y sus ondas expansivas globales
Hay dos libros que pueden –como ninguno- situarnos e ilustrarnos en el actual contexto global: “Civilización Occidente y el resto” (de Niall Ferguson) y “El fin del poder” (deMoisés Naím), pues ambos textos ponen sobre el tapete la perspectiva histórica, la ruptura o crisis de los viejos paradigmas en que se sustentó el poder universal, su control y dominio y la actual paradoja de cómo ya no son, en un sentido categórico, las armas, los ejércitos, los capitales ni los grandes centros de decisiones mundiales (G-8, G-20, Unión Europea, Otan, ONU, FMI,BM, BID, BRICS, etc.) los que determinan –ipso facto- las tendencias globales de los derroteros de este mundo convulso y disperso. Por supuesto, no se trata de que se haya impuesto una suerte de libre albedrío universal o de que el poder haya perdido su contenido histórico-fáctico decisorio, pues a diario los ciudadanos -¡de todas las sociedades!- descubren que aun los partidos políticos (incluida la tal llamada Sociedad civil), los lideres, las clases gobernantes y los actores fácticos que gravitan en toda sociedad conservan poderes y privilegios formales. El fenómeno es pues de otra índole según lo capta-condesa Naím. Se trata de esto:
“Los cambios que aquí discutimos [y que se están dando actualmente] han beneficiado a los innovadores y a nuevos protagonistas en muchos campos; entre ellos, por desgracia a delincuentes, terroristas, insurgentes, piratas informáticos, traficantes, falsificadores y ciberdelincuentes…” (El fin del Poder, pág. #. 32).
Sin duda -y desde los nuevos avances científicos-tecnológicos- dos elementos han contribuido decididamente al desfase y viraje actual que vive la humanidad hoy día: 1) lo que se ha definido como “la era del conocimiento”; y 2) el Internet. Ambas herramientas y presupuestos superestructurales-ideológicos -mercadológicos –cada vez más al alcance de los ciudadanos comunes y corrientes- les da, en cierta forma, un tipo de poder diríamos que marginal-cotidiano que cada vez más los aleja de aquel prototipo de ciudadano desinformado, amorfo e ingenuo –aunque siga simulando serlo- de la estratagema del poder para mantenerlo cautivo y seducido: otrora atreves de un líder caudillo o de un dictador, o de la modalidad –tan recurrente hoy día- del clientelismo de doble vía: a través del disfraz de los programas de asistencia social –sin plazo ni estrategia de inserción laboral- y las campañas políticas de compra y venta de votos en la construcción de mayoría electoral y de victorias electorales. Tanto así que, en los partidos políticos -de cualquier orientación política-ideológica- antes que hablar de programa de gobierno, de doctrina o de alianza programática, se habla de presupuesto o de “logística”.
Por igual, en las décadas de los 60s, 70s y parte de los 80s, todos vimos como las elecciones en Latinoamérica eran cuasi teledirigidas-manipuladas por los centros del poder mundial (superpotencias, centros financieros, agencias mundiales de noticas, etc.). Lógicamente, eso cambió en la medida en que los países; pero, sobre todo, los actores o detentores del poder global fueron perdiendo zona geopolítica de control e influencia vía conflictos y procesos complejos –guerras, decadencia cultural-religiosa, y no pocas veces, tecnológicas, desaparición de la URSS (Guerra Fría, Perestroika y Glasnost)- y descubriendo que a los líderes locales-nacionales se les hacía cada vez más difícil garantizar y reproducir los esquemas de dominación-subordinación y dependencia global-regional, o de zona de influencia religiosa-cultural llamados a dirigir y controlar en función de la adherencia -política-ideológica- a los otroras bloques antagónicos: capitalismo versus y socialismo que ya hoy, al menos en término ideológico, desaparecieron en el contexto de una fragmentación geopolítica de bloques y sub-bloques mas cónsono a intereses de mercados, de intercambios comerciales, firmas de tratados y convenios y de diseño o re-diseños de organismos internacionales (financieros y de orden jurisprudenciales internacionales) para la dirimir conflictos internacionales y para diagnosticar y recetar falencias históricas-estructurales que esos actores globales –que han creado esos instrumentos o agencias- contribuyeron a crear y no en pocos casos, fueron las fuentes originarias de sus capitales y bonanzas, en parte, que hoy exhiben.
De modo que por esos cambios y rupturas de paradigmas es que estamos viendo como también las elecciones en los Estados Unidos (que antes eran ejemplos de civilidad, de exclusividad nacional y altos estándares democráticos), de alguna forma, se han convertido en eventos globales –cuasi caricatura-semejanza de elecciones latinoamericanas- en donde el dicho “cazador cazado” se está dando. O dicho en otras palabras, de ellas –de las elecciones en los Estados Unidos- está participando todo el mundo –vía internet, radio, televisión y redes sociales (mientras y como el que no quiere la cosa, Daniel Ortega, en Nicaragua, esta al tris de realizar “una hazaña democrática”- pero no como simples espectadores, sino también, como actores activos interesados en influenciar de alguna forma en las tendencias electorales a favor o en contra de uno u otro bando (en este caso, a favor de Hillary o de Trump). De modo que cada vez mas son menos los ciudadanos ingenuos que quedan en el mundo.
Otros ejemplos de cómo los procesos electorales o de decisión plebiscitaria dejaron de ser de interés exclusivos nacionales, fueron las votaciones (referéndum) sobre el Brexiten Inglaterra y la Paz en Colombia (Gobierno-Guerrilla). En ambos eventos los ciudadanos se inclinaron en dos líneas: a) en Inglaterra por el sí; y b) en Colombia por el no. No obstante, ello no fue óbice para que factores exógenos no trataran de influir en los resultados de dichos procesos.
El fenómeno en RD
A mi modo de ver, en nuestro país, tal fenómeno ha tenido tres momentos o etapas: a) la que nació con la fundación de la República: los pro-Francia (Buenaventura Báez) y los pro-España (Pedro Santana); b) la que se inició con la hegemonía de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe a finales del XIX; y c) la inflexión-sumisión del Dr.Balaguer (que, dicho sea de paso, fue un cuadro orgánico -con cierta autonomía política- de los Estados Unidos que llegó a decir que si el presidente Nixon se lo pedía -dizque por una mayor cuota azucarera-, renunciaba-) y la llegada del Internet al país.
Esos tres momentos han marcado todo el devenir histórico-político (dependencia) y social del país, y en cada una de esas etapas la sociedad dominicana, en menor o mayor medida, fue –y ha sido- teledirigida en las dobles líneas –nacional e internacional- del poder universal que antes describimos.
Por supuesto, hoy día esos hilos –de dominio, control y poder- se expresan de otras formas y por canales más sutiles e imperceptibles; pero igual de efectivos. Como sucedió con todo el proceso de la llamada “Primavera Árabe” que, aunque mezcla de causas endógenas-exógenas, fue teledirigida –desde Occidente- cual libreto sacado de lo que Giovanni Sartori plantea en su libro “Homo Videns” que igual funciona para lo político, educativo, institucional, individual y cultural. ¿O acaso, no estamos viendo como miles de estadounidenses –entre ellos de origen hispanos- están siendo víctima de una grosera manipulación mediática-electoral en el contexto de una campaña política en donde Hillary y Trump son tan solo las cabezas visibles de corporaciones multisectoriales-supranacional es de diversas índoles financiaras, corporativas, bursátiles, mediáticas y bélicas?
Sin embargo, cada vez más –insistimos- los ciudadanos tienen más acceso al conocimiento, a las redes sociales; y de alguna forma, a no dejarse manipular tan fácilmente, sin que medie algún beneficio particular, de grupo o colectivo.
Sin embargo, en el fondo del fenómeno, lo que está en juego no es si un determinado actor político nacional obvia esa realidad u observancia fáctica-geopolítica del poder global y decide –jugándosela: como lo hizo Fidel, Chávez, Hollande, y el que se especula está más oculto, Vladimir Putin, o más caricaturesco –desde otros ángulos-, el caso del actual Presidente de Philipina- accionar en pro o en contra en una campaña electoral digamos que foránea, si no, el desconocer -como clase gobernante- lo que está en juego: el poder real de los partidos políticos, la clases gobernantes, de los líderes y de los poderes fácticos. Porque eso es lo que se está fragmentando (y al mismo tiempo, concentrando); pero, sobre todo, yéndose de las manos de los políticos profesionales y de los poderes fácticos.
A raíz de ello ya predomina una geopolítica –de la que no soy partidario- en la que hace tiempo los nacionalismos y las fronteras se fueron a la porra porque han sido supeditados-suplantados por tratados, convenios, protocolos e instrumentos jurídicos y de jurisprudencias internacionales (Comisiones, Cortes e instancias múltiples) de espuria gendarmería de superpotencias –rubricados por gobiernos y parlamentos de países subdesarrollados o en vía de desarrollado, y hasta por potencias en declive- que degradan constituciones y borran soberanías. Por ello, hace rato que somos, sin saberlo, ciudadanos globales sin dejar de ser tercermundistas.
En fin, una paradoja o metáfora inverosímil, en donde millones de ciudadanos están enterados de lo que pasa en el mundo, mas sin embargo, siguen esperanzado de que pronto llegue a sus vidas “…la imagen general de que la humanidad actualmente goza de mejor calidad de vida, de que satisface sus necesidades básicas mucho mejor que nunca…” (“El fin del poder”, pág. # 94, Edición en castellano, 2013).
jpm
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