La verdad absoluta
La creencia de que somos infalibles, de que lo sabemos todo, es tan falsa y peligrosa como la osadía de expresarlo. Como seres humanos por definición somos imperfectos y alucinar con que somos portadores y poseedores de todo lo que es lógico y correcto es patología mental. Hasta duro es creer que existen tantos ególatras que con irrisorias alentarías y arrogancias pretenden conocerlo todo y hablar de todo. Nuestros países están llenos, abarrotados de estos locos maniacos que tristemente y quizás con demasiada frecuencia terminan en posiciones sociales y gubernamentales importantes. Y es que sus mismos egos agigantados, sostenidos por mentes enfermas de poder y riqueza los ayudan a subir en las escalinatas político-sociales pero no a crecer como buenos ciudadanos u honestos servidores. Al creerse que se lo merecen «todo porque son un grupo selecto de súper dotados» menosprecian la opinión de los demás. Pobrecitos seres inferiores y de mentes amputadas y disfuncionales. ¿Sera posible que ellos se merecen el poder? Esas posiciones de ministros, de generales, de embajadores y presidentes siendo ellos no más que una gran manada de animales que no nacieron para ser dirigidos. El ser humilde y querer ayudar al prójimo denota debilidades de los que nacieron para ser pobres y gobernados. Sus opiniones solo son útiles cuando sirven nuestros intereses: por ejemplo cuando necesitamos sus votos. En ocasiones también, cuando los comandamos a marchar y a protestar por objetivos calculados, la pobre manada cree que es por su bienestar. El resultado como lo palpamos con frustración, pena y dolor es una sociedad compuesta por opresores y oprimidos, por multimillonarios y desposeídos porque llamarlos pobres sería un privilegio. Como estos farsantes impecablemente vestidos se la saben toda, imposibilitan la educación, obstaculizan la salud y más que todo esconden y alejan el conocimiento y el aprendizaje de la muchedumbre que llaman pueblo. Estos locos engreídos en el poder si entienden bien que el conocimiento y la educación son las armas más ponderosas de la sociedad y por lo tanto mientras menos las alcancen más fácil son de domar y utilizar. En conclusión tenemos que seguir cultivando nuestra mente, creciendo en conocimientos para no seguir siendo gobernados por personajes estúpidos y tarados que paradójicamente creen ser los dueños absolutos de la verdad.