La prudencia: ¿virtud o arte?
POR BLAS RAFAEL FERNANDEZ GOMEZ
La prudencia es definida como la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, cuyo origen proviene del latín prudenda y se emplea como sinónimo de sensatez. Significa que la persona tiene conciencia de lo que hace o de las consecuencias de sus acciones, respetando la vida y libertad de los demás.
Según la Biblia (Proverbios 8, 12-14) “Míos son el consejo y la habilidad, mía la inteligencia, mía la fuerza”, en consecuencia, es Dios quien le brinda al ser humano la prudencia para guiar sus decisiones.
A modo de ejemplos podemos señalar:
1- No cruzar la calle ni conducir un vehículo mirando el celular;
2- No caminar cerca de un barranco o precipicio;
3- Ponerse cinturón de seguridad cuando se sube a un vehículo;
4- Usar casco protector cuando se monta una bicicleta o una motocicleta;
5- Estudiar para una lección;
6- No conducir si antes se ha tomado alcohol;
7- Seguir las recomendaciones del gobierno cuando se está ante un fenómeno natural o un peligro inminente;
8-Expresarse con un lenguaje claro, especialmente cuando se comunican temas delicados o noticias desagradables;
9- Un hijo que piensa ante un consejo de sus padres.
Entre las primeras recomendaciones que le hizo Don Quijote a Sancho en la obra cumbre de Miguel de Cervantes Saavedra, cuando el segundo iba a gobernar la ínsula o isla Barataria, fue la de actuar con prudencia.
Baltasar Gracián tiene su magnífico libro “El Arte de la Prudencia”, el cual ha servido y sirve de guía en el accionar de quienes siguen sus dictados.
El Código Iberoamericano de Ética Judicial, en el capítulo XI establece en su artículo 68 lo siguiente: “La prudencia está orientada al control del poder de decisión de los jueces y al cabal cumplimiento de la función jurisdiccional”.
El artículo 69: “El juez prudente es el que procura que sus comportamientos, actitudes y decisiones sean el resultado de un juicio justificado racionalmente, luego de haber meditado y valorado argumentos y contraargumentos disponibles en el marco del derecho aplicable”.
El artículo 70: “El juez debe mantener una actitud abierta y paciente para escuchar o reconocer nuevos argumentos o críticas en orden a confirmar o rectificar criterios o puntos de vista asumidos”.
El artículo 71: “Al adoptar una decisión, el juez debe analizar las distintas alternativas que ofrece el Derecho y valorar las diferentes consecuencias que traerán aparejadas cada una de ellas”.
El artículo 72: “El juicio prudente exige al juez capacidad de comprensión y esfuerzo por ser objetivo”.
La prudencia es la primera de las virtudes cardinales, es decir que, es cabeza, puente o raíz de otras, siendo las demás: la Justicia, Fortaleza y Templanza. Para Santo Tomás de Aquino es “el ojo del alma, así como de todos sus movimientos y acciones. El prudente es el que ve de lejos”.
Refirió el finado Monseñor Francisco José Arnaiz en uno de sus artículos sabatinos, continuados en ese entonces por Monseñor Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, que se trataba de elegir un nuevo papa por lo que se consultó a San Bernardo, el Abad de Claraval, para que emitiera su opinión de a quien elegirían ya que eran tres los candidatos: uno muy santo, otro muy sabio y el tercero muy prudente, el cual respondió: “Si es santo, que interceda por nosotros a Dios; si es sabio, que nos instruya; y si es prudente, que nos gobierne”.
Prudente es saber ser humano, situarse ante el peligro, curarse en salud, oler a distancia la guerra que se le puede presentar y prepararse para lo que pueda acontecer en aplicación al Eclesiástico: “Antes que venga la enfermedad, aparezca la medicina”.
Es saber gobernar la lengua conforme a las leyes y sus circunstancias y entender que se debe decir y que no, de acuerdo a Salomón: “Hay tiempo de hablar y tiempo de callar”.
La precipitación no delibera, la pasión ciega, la obstinación cierra el buen consejo y la vanidad todo lo oscurece. Otra regla de la prudencia es no mirar la antigüedad ni la novedad para aprobarlas o condenarlas. Muchas cosas hay muy acostumbradas y malas, y otras muy nuevas y buenas.
No engañarse con la figura y la apariencia, muchas veces debajo de la miel hay hiel y con las rosas o flores espinas, la superficialidad y liviandad son compañeras de la locura.
A la virtud de la prudencia pertenece huir siempre de los extremos y ponerse en el medio, mirar en todo a la luz de la razón y no de la pasión.
En fin, la prudencia es virtud y arte.
blfernandez@poderjudicial.gob.
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