La Policía de Nueva York

Hablar en alta voz de la Policía de la ciudad mas cosmopolita del mundo, es un tanto engorroso. No porque haya expectativas de represalias, ni porque alguien te pueda “llamar a capítulo”. Eso no sucede en esta ciudad de libertades extremas; y desde luego, esas preocupaciones no existen en las mentes de las personas que nos consideramos responsables. Las dificultades aparecen en las reacciones de tu propio entorno, donde por lo general se practica el juego del avestruz y cualquiera te pregunta ¿por qué diablos tienes que opinar sobre esos temas tabúes?

 

La clave

De cualquier manera, una mirada retrospectiva a los acontecimientos en que se han envuelto “the finest” de Nueva York -NYPD- en los últimos años, nos da la clave para entender la naturaleza del impasse con el alcalde Bill De Blasio y que parece mostrar solo la punta del iceberg que asoma. Examinando con cuidado los hechos, desde que Amadou Diallo cayó abatido por la fuerza policial aquel fatídico 4 de febrero de 1999, nos permite establecer que la falta de entrenamiento apropiado ha sido el detonante para la cadena de incidentes, que hoy se corona con un repudio generalizado -y muy peligroso por cierto- de los policías hacia su Comandante en Jefe (el Alcalde).

 

Un yerro imperdonable

Pero no solamente los policías acusan falta de entrenamiento para actuar en situaciones de emergencia; también falta entrenamiento al Alcalde que por razones que desconocemos, se nos ha mostrado con el mayor desparpajo, haciendo pública la conversación -real o ficticia con su hijo Dante- sobre lo peligroso que resulta para un joven negro tener contacto de cualquier tipo con los uniformados. Tales declaraciones no pudieron ser mas inoportunas, irresponsables y erráticas, en este momento tan crítico para el futuro de la ciudad que él gobierna y de su propia hoja de servicio.

 

El Alcalde de Nueva York recibió el mandato para dirigir el municipio mas impactante del globo terráqueo, no para hacer una apología de su muy civilizada y moderna relación familiar, la que todos aplaudimos y consideramos muy contemporánea. Esa configuración doméstica, de hecho, ya le ayudó a ganar las elecciones; pero él debe establecer la diferencia entre hablar en público, envestido de la autoridad que le confieren los votantes y hablar como lo hace en la sala de estar de su hogar, en la intimidad de su mundo. Pareciera como si se estuviera confundiendo su árbol personal, con el bosque colectivo.

 

Lo preocupante

Cuando De Blasio se dirige a la comunidad, olvida en ese momento que quien habla no es el candidato seduciendo al votante de Brooklyn sino, la autoridad mas alta y calificada de la ciudad. Su discurso público debe estar cargado de mesura, tolerancia y flexibilidad, para no erosionar esa autoridad que él representa y que transfiere a los uniformados policías. Él actúa como si estuviera en campaña desde ya, y eso es perturbador para todos los newyorkers.

 

A pesar de que enfocamos el problema, partiendo de las consecuencias para establecer los orígenes, está claro que en ese tipo de actitud, tanto de De Blasio, como de sus antecesores -como ejecutivos de la ciudad- pudieran estar incubados esos comportamientos anárquicos y desaforados del NYPD al enfrentar situaciones difíciles. Cada vez que ocurrieron, por demás, recibieron la repulsa general de la ciudadanía. 

 

Los resultados

Nuestras conclusiones apuntan a establecer que las desavenencias entre los uniformados y la ciudadanía, se deben a una falta total de criterio gerencial de las autoridades civiles. En primera instancia hay que apuntar hacia la Alcaldía de la ciudad, que en general trata la fuerza policial como si fuera un departamento mas del municipio y no  parece entender que NYPD es la agencia mas sensitiva del gobierno, y la que mas afecta la gobernanza.

 

Por esa ausencia de gerencia, los responsables del Consejo Municipal no han reparado en que el entrenamiento de los policías está resultando cada vez mas costoso, al tiempo que se torna ineficaz y conflictivo. Se puede afirmar que el 90% de las muertes ocasionadas por las acciones de “emergencia” del cuerpo del orden público, eran perfectamente evitables, si la mística de “the finest” de Nueva York (NYPD) hubiera sido la de preservar la vida de los contribuyentes.

 

Los hechos previos

Parece como si los policías se “volvieran locos” ante la ocurrencia de cualquier hecho trascendental, aunque no implique peligro para sus vidas; y eso se debe a que “no están bien entrenados para manejar situaciones difíciles”. Para nosotros los que pagamos impuestos, resulta inaceptable que un joven de 23 años reciba 41 balazos en la caja torácica,  solo porque un asustado policía confundió su billetera con una pistola; igualmente es imperdonable que al tratar de arrestar a un criminal que mató a su ex jefe en el edificio Empire State, los “finest” hieran una docena de personas que no tenían relación alguna con el incidente; sencillamente, nadie se puede explicar por qué hay que darle 9 balazos en el pecho a un demente que rodeado por la uniformada en Times Square esgrimía un cuchillo, cuando se podía usar una red, una descarga eléctrica o dispararle a las piernas.

 

Estos tres ejemplos, de por sí, son una muestra representativa de lo que intentamos explicar; pero podríamos citar diez casos mas, donde  “los azules” se han comportado como perfectos novatos que asustados, producen mas daño del que se supone debían evitar. Es como validar el viejo dicho de los campesinos nuestros: “la sal resultó mas cara que el chivo”.

 

¿Hay algo peor que aun no llega?

Ya para cerrar esta conversación, quiero airear la opinión de mi amigo y consejero Freddy Díaz; quien valida el razonamiento de que no hay entrenamiento de contingencia en los jóvenes policías de Nueva York, pero además agrega con gran preocupación, que parece hay el interés de que la ciudadanía no respete a la Policía per se sino, que le tenga temor, miedo, pavor. De ser cierta esta inquietud de Freddy, cabe preguntarse ¿quién es la mente diabólica que concibe estos planes y hasta dónde quiere llegar?

Quiera Dios que este penoso enfrentamiento entre la Policía y su Jefe, sirva para abrir el diálogo y mejorar el adiestramiento de nuestro NYPD y desde luego, para que nuestro Alcalde se enfríe.

 

¡Vivimos, Seguiremos disparando! 

 

rolrobles@hotmail.com

 

 

 

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