La patología del “vuelve y vuelve”

Cómo se pudiera explicar por qué un hombre como Joaquín Balaguer se atrevió a postularse por novena oportunidad y con 94 años de edad ya habiendo estado siete veces sentado en la famosa Silla de Alfileres. O por qué seis mandatarios dominicanos suman 108 años de gobierno ocupando los períodos que de cuatro años hubiesen cubierto 26 presidentes. Muchos hechos parecen normales hasta que alguien se detiene y profundiza en su análisis. Aspirar al éxito o al poder siempre se apreció como una acción legítima de los seres humanos, pero resulta que en el constante deseo de buscar con angustia el triunfo y la máxima posición, se esconde lo que se pudiera llamar en sentido local “la patología del vuelve y vuelve”, que significa una enferma pasión por anhelar y querer estar en la cima del poder a cualquier costo. A propósito de la infrenable ambición de triunfo o poder, el profesor de Psicología Ian Robertson en un trabajo científico como investigador para la Universidad de Dublín en Irlanda, al que titula “El éxito lleva al éxito”, explica los efectos positivos y negativos que este provoca en la mente y el cerebro. Entrevistado por el productor Eduard Punset en su programa “Redes”, responde a la interrogante de por qué siempre queremos ganar. “Queremos ganar por muchas razones, una es que nos hace sentir bien, es como una mini dosis de cocaína. Nos sentimos bien y repetimos eso que nos hace sentir bien. Segundo, al ganar una vez probablemente volvamos a ganar la próxima ocasión, y así tenemos la anticipación de la recompensa. La gente que triunfa no toma en cuenta las amenazas, se centra en las posibilidades de recompensas futuras”. La producción del programa Redes, citando la obra del catedrático Robertson, recuerda que una de las cosas que más nos gusta a los humanos es ganar… el ansia de competir y ganar. Al describir el éxito como un arma de doble filo, se aprecian sus peligros: “somos egoístas, buscamos el beneficio personal”. Luego se analiza la parte fisiológica de las hormonas generadas que influyen en la mecánica de recompensa y que justifican que ganar hace que nos preparemos para volver a ganar una y otra vez. “El éxito es como una droga, nos hace sentir bien, elimina los miedos, la ansiedad y la depresión. La otra cara de la moneda es que cuando llevamos mucho tiempo ganando el cerebro corre el riesgo de intoxicarse, algunas personas acostumbradas a los puestos altos podrían mostrar una tendencia a hacer trampa y ser poco crítico con ellos mismos. Además los estudios bioquímicos del cerebro parecen demostrar que el poder corrompe”. Desde la antigüedad los pensadores afirman que un poder sin límites sobreviene en tiranía. El mundo moderno emerge de las diversas teorías que sostienen la idea de la división de los poderes. Casi todas las constituciones marcan el tiempo que un presidente debe permanecer ejerciendo sus funciones, regulan la duración del mandato presidencial y pautan con normas claras la reelección. Los países que como el nuestro tienen un período de cuatro años son, Argentina, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Ecuador, España, Guatemala, Honduras y Panamá. Otros contemplan cinco años: Alemania, Bolivia, Brasil, El Salvador, Nicaragua, Perú, Portugal y Uruguay. Mientras existe un grupo de naciones que el período presidencial es de seis años: Austria, México y Venezuela. Y en último lugar Francia e Italia tienen un período presidencial de siete años. “En relación con la posibilidad de reelección hay que distinguir tres situaciones diversas: a- Países que no la admiten en ningún cas Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, y Paraguay. b- Países que la aceptan, pero no en períodos consecutivos: Bolivia, Brasil, Guatemala, Honduras, Panamá, República Dominicana y Uruguay. c- Países que la consienten para el período inmediatamente siguiente: Alemania, Argentina, Austria, España, Estados Unidos, Francia, Nicaragua, Perú, Portugal, y Venezuela.» Se señala que en los gobiernos de carácter parlamentario donde las instituciones tienen sólidas tradiciones y el poder del Ejecutivo no es avasallante, se admite la reelección del Jefe de Estado. De este modo, las constituciones de Francia de 1958 y la italiana de 1947 contemplan un período de siete años guardando silencio respecto de la reelección y por ello se ha practicado, como es el caso de los dos gobiernos consecutivos de Mitterrand que gobernó durante catorce años (1981-1995). A su vez la constitución alemana de 1949 aprueba expresamente la reelección por una sola oportunidad. En cambio en América Latina donde predominan los gobiernos presidenciales, se observan incesantes cambios y variaciones constitucionales en relación con el tema de la reelección. La democracia pudiera estar al borde del precipicio de continuar en el país la rueda aplanadora de aquellos que solo ven por delante su reelección, para lo cual le sobran argumentos que justifican su regreso. Porque el sofista, como decía Gorgia, es el que mejor maneja el “arte del engaño legítimo”, capaz de hacer que las aguas del mar cambien de color ante nuestros ojos. El discurso retórico es varita mágica, o voz cabalística “abracadabra”. Y la paloma saldrá del sombrero. ¡Increíble! El Súper mago, aunque ahora con mayores dificultades a lo interno y lo externo, sueña con ponerse él y únicamente él, nuevamente la banda tricolor. El eterno retorno, empujado por los fantasmas del poder, figurará en el record como síntoma peligroso de una patología o enfermedad del vuelve y vuelve.

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