La muerte política de Danilo Medina

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EL AUTOR es abogado. Reside en Panamá.

Cuando Danilo Medina comenzó su carrera por la presidencia para las elecciones del 2008, tuvimos la oportunidad de conocerlo personalmente en la juramentación de un movimiento de apoyo de cuya directiva yo  formaba parte.  En esa ocasión compitió por la candidatura presidencial contra Leonel Fernández,  que era el presidente y quien,  utilizando la ventaja de su posición,  lo venció. Para justificar su derrota Danilo pronuncio la famosa frase: “Me venció el Estado”

En el 2012 Medina llegó a la presidencia creando una gran expectativa en la población, pero al transcurrir del tiempo su antorcha se fue apagando. Al final de sus dos periodos de gobierno, no queda nada de aquel hombre valiente que, henchido de coraje,  renunció al gobierno de Leonel Fernández para no ser parte del trafico de influencia y la corrupción reinante.

En sus dos periodos de gobierno volvió a caer vencido, en ambas ocasiones, por los mismos hechos que antes él había rechazado. Lo peor del caso es que precisamente saldrá del poder cuando América Latina está siendo sacudida por una corriente anticorrupción que ha arrastrado una veintena de ex presidentes a los tribunales para ser sometidos a procesos judiciales, de los cuales muchos han terminado en prisión.

¡Qué terrible debe ser para un ser humano caer desde un palacio presidencial, a una oscura prisión!

El presidente Medina se encuentra en una encrucijada;  no sabe lo que le espera con cualquiera de los candidatos que ocupe su lugar. En caso de que haga algún acuerdo para salir ileso, puede ser perseguido por los organismos internacionales que luchan contra la corrupción,  si logra escapar.

Nada podrá librarlo de una muerte política, al pasar a la historia como el gobernante que estableció un récord en endeudamiento, en permitir más actos de corrupción, el aumento de la criminalidad y la invasión pacifica de haitianos sin ningún control.

Estas marcas lo colocan entre los peores presidentes que hemos tenido, lo que ha abierto la puerta para que después de 57 años de la dictadura de Trujillo el nieto del dictador, Ramfis Trujillo se lance al ruedo político y este atrayendo a multitudes.

La expresión del rostro de nuestro presidente con su ceño fruncido, sombreado por un silencio sepulcral, son muestra palpable del tormento y la angustia que siente al no tener certeza de lo que le espera en el futuro.

Las interrogantes sobran para cualquier ser humano que ve acercarse el final de su mandato y deja a su país tan devastado, al extremo de tener que afirmar que quien lo sustituya no podrá hacer nada, pues él entregará un Estado quebrado. Ccon esta declaración,  el señor presidente se incrimina a sí mismo y a todos sus ministros.

Para nadie es secreto que su administración ha estado desde el inicio marcada por la corrupción, el exceso, el derroche y el abuso de poder. Los desvíos de dinero, los favoritismos en las asignaciones de contratos y obras, los conflictos de intereses y el tráfico de influencias, han sido acciones que han sucedido de manera sistemática a lo largo de cada una de sus dos gestiones gubernamentales.

En su desesperación ha jugado dos cartas sin obtener resultado: la primera, el intento reeleccionista que, aunque encontró una fuerte oposición, sigue siendo una opción, pues está consciente de que si se baja de un tiguere rabioso y cansado, puede ser devorado por el mismo animal que creía tener bajo control. Luego lanzó un equipo de aspirantes presidenciales que han sido rechazados. La última carta la guarda bajo las mangas, esperando a marzo para sacarla.

Esperemos para ver cómo termina juego. De cualquier modo, terminará como un cadáver político.

sp-am

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