La destitución de Barack Obama (I)

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La misma Casa Blanca ha admitido públicamente que toma en serio un posible juicio congresual en busca de la destitución del Presidente de los EEUU, Barack Obama. Y no es para menos. La ex candidata vice-presidencial y ex gobernadora Sarah Palin es la más reciente de un grupo creciente de reconocidos miembros de la oposición que pide abiertamente la destitución del presidente Obama. De acuerdo a una encuesta reciente, un altísimo 68% de los simpatizantes de la oposición respaldan dichas gestiones, y aun más sorprendentemente, casi un 20% de los simpatizantes del propio partido de gobierno también apoyan la destitución. Y a partir del 5 de Noviembre, la Casa Blanca podría tener que empezar a todo vapor los preparativos para dicho juicio. Para esa fecha ya se sabrán los resultados de las elecciones congresuales de este año. Las elecciones de medio término rara vez traen buenas noticias para los presidentes estadounidenses, y son verdaderamente mortales para el partido de gobierno cuando el presidente tiene una tasa de aprobación por debajo del 50%. Y si hay alguien que lo sabe es el mismo Obama, quien en su primera elección de medio término, con una aprobación de un 45%, se las ingenió para perder nada menos que sesenta y un escaños de representantes. Por su parte, en el 1994 el presidente Clinton con similar aprobación perdió 53 escaños, mientras Reagan en el 1982 perdió 28 escaños con una aprobación del 42%. Varios presidentes estadounidenses han tenido aprobación por debajo del 40% durante elecciones de medio término y todos han perdido docenas de escaños. Eh ahí un gran problema para Obama y su partid su aprobación recientemente ha caído hasta al 39%. Para colmo, Obama es un presidente que está completando su último término, sin posibilidad de optar por la reelección, o sea, es lo que llaman en EEUU un “pato lisiado”, que en este contexto significa algo así como un “muerto en vida”, que solo espera que “le llegue su hora”. Salvo que su popularidad experimente inesperadamente una mejoría drástica, a su partido le espera dentro de varios meses una verdadera paliza electoral. Pero la mayor preocupación de Obama, desde el punto de vista de su destitución, no es la cámara de los Representantes – donde ya perdió el control — sino el Senado, que todavía su partido controla. Allí los cambios no son tan bruscos porque solo aproximadamente la tercera parte delos escaños senatoriales entran en juego en una elección dada. Aun así los entendidos y sus modelos estadísticos predicen que la oposición capturará como mínimo los seis escaños netos que necesitan para alcanzar el control del Senado. La importancia del Senado radica en que aunque son los representantes quienes inician las gestiones para el juicio de destitución, actuando como “fiscales”, son los senadores quienes finalmente votan para “sentenciar” al presidente. Las probabilidades de una destitución aumentan considerablemente con la oposición en control del Senado. Y una oposición victoriosa de manera aplastante, con una mayoría expandida en la cámara de Representantes, y su recién adquirido control del Senado, se sentiría súper-atraída al proceso de destitución, y así se lo exigirían sus envalentonados y energizados simpatizantes. Alguien que sabe de primera fuente lo que es ser sometido a un juicio de destitución es el ex-presidente Clinton, quien precisamente es el enviado especial de la ONU en Haiti. El papel del Sr. Clinton en Haití merece su propia historia, por razones como las discutidas por el Wall Street Journal en “Bill, Hillary y la debacle de Haití” (https://online.wsj.com/article/SB10001424052702304198504579570581424159714.html ).Básicamente, nada de importancia en Haití, o en relación a Haiti o los haitianos, se hace sin que el Sr. Clinton se meta de lleno. Clinton fue sometido a un juicio de destitución en 1999 por: (i) hacer declaraciones falsas bajo juramento, y (ii) obstruir el desenvolvimiento de la justicia, en el contexto de una relación extra-marital con una subalterna de 21 años. A Clinton lo salvaron los senadores de su partido, quienes votaron en masa a favor de su absolución. En realidad la destitución nunca “prendió” entre las multitudes, y menos aun entre los simpatizantes del partido de gobierno. Entre otras razones, la economía estadounidense marchaba relativamente bien y muchos pensaban que la destitución del presidente por razones que rondaban el ámbito personal, podría constituirse en un “choque” negativo que “arruinaría” la economía. Sin embargo, el Sr. Obama podría tener peor suerte. La economía marcha ahora mucho menos bien que a finales de los 90, y los asuntos de política exterior no le favorecen, lo cual se refleja en su baja tasa de aprobación. Cincuenta y tantos opositores necesitarían del apoyo de solo un tercio, más o menos, de los senadores oficialistas para lograr la super-mayoría necesaria para la destitución. Si un buen número de ellos – por ejemplo provenientes de estados de corte conservador – perciben que no podrían salvar a un impopular “muerto en vida” sin arruinar sus propias carreras políticas, éstos votarían con la oposición sin reparo para salvarse ellos mismo. La Casa Blanca hace bien en tomar en serio la posible destitución del presidente Obama. La dupla Obama-Biden podría salir por la puerta trasera de la Casa Blanca ¡en cuestión de meses!.

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