La amistad es amor
Por ASCANIO CASADO ALCANTARA
Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro, reza en el libro sagrado de la Biblia como recuerdo para que el hombre pueda contar la amistad como un refugio en los momentos de tribulaciones o de alegría que le ayude a vivir.
En palabras de Jesús, las cuales taladran las fronteras de los siglos, invoca al más sublime sacrificio que puede hacer toda criatura humana por la amistad, y la coloca en el más alto pedestal del valor que debe dársele a este sentimiento, que suplica al acto más sublime que puede llegar el hombre en un gesto humano del sacrificio más supremo que se puede hacer y es desprenderse de la propia vida, en un gesto de entrega sin límites, por el amigo, veamos:
Este es el mandamiento mío que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo: a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer¨.
A partir de este mandamiento, no hay razón para dudar del valor de la amistad, y es falso el dicho de que un amigo sea un peso en el bolsillo, o lo que versifica el poeta hondureño Ramón Ortega, en su poema Verdades Amargas:
¨Amigos?… ¡Es mentira, no hay amigos!
La amistad verdadera es ilusión,
Ella cambia, se aleja y desaparece
Con los giros que da la situación¨.
En mi caso, me aparto de lo que cuestionan la validez de este sentimiento que refleja la grandeza de la obra de Dios y su benevolencia al hacer el hombre a su imagen y semejanza y el llamado a amaos los unos a los otros como él no has amado.
Y es que los amigos fecundan la vida, la hacen más productiva, y sus frutos son flores que perfuman los días, ayudan a vivir, le dan sentido.
La amistad es tesoro que nos anuncia el Rey de reyes, para que el hombre en su caminar por los misteriosos e inescrutables senderos de la vida, en la inmensidad de la tierra, en esta estadía en este valle de lágrimas, no esté solo, y pueda contar con la compañía adecuada en los momentos de tribulaciones y de alegría.
Uno de esos buenos amigos que me ha dado la vida, lo es el Ingeniero Louie P. Hartweg , oriundo de México, alto espíritu de servicio, hombre de fina estampa, que le rinde culto a la amistad, y en sus frecuentes viajes al país siempre tiene presente un buen detalle que reflejan el buen sentido que tiene, para con sus hechos, honrar y cimentar una amistad que perdure más allá del afán diario, del tiempo y las fronteras que ha colocado la naturaleza.
Uno de esos detalles fue el obsequio del libro: Cuento de todos (y de otros también), Picardías, reflexiones, pillerías y meditaciones, cuyo autor es Armando Fuentes Aguirre, Catón, el cual es considerado como columnista más leído de México, con una página fija en el principal medio de comunicación social impreso de dicha nación, llamado La Reforma.
Algunos datos que figuran en la solapa del libro sobre Catón, son los siguientes: Nació en Saltillo, Coahuila. Abogado, maestrías en Lengua y Literatura Españolas y Ciencias de la Educación, fundador de la Facultad de Ciencia de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila, México. Recibió el grado de doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Y en 1978 se le nombró Cronista de Saltillo.
En los tres primeros párrafos del Prólogo, hace una reseña al mundo que se adentra el lector que tenga el privilegio de leer las fascinantes narraciones que figuran en el mismo, todo contado con un lenguaje sencillo y cargado de mucho humor.
Transcribo dichos párrafos:
¨En la vida hay de todo, lo sabemos. Tiempo de reír y tiempo de llorar, días de felicidad y días de pena¨.
¨Por eso este libro se llama ¨Cuentos de todos¨. Contiene relatos de risa loca, como antes se decía, y hay también historias que mueven a la reflexión o que proponen un pensamiento acerca de la existencia humana¨.
¨He puesto aquí narraciones picarescas, desaforados chascarrillos y abundantes chistes de esos que se llaman ¨colorados¨. A los mexicanos se nos da muy bien lo pícaro: sabemos de la doble intención y de la triple y cuádruple. Pero aparece también el otro lado de la vida, el de las cosas profundas que nos mueven a la meditación acerca de lo que somos, acerca de la hermosa aventura –de la hermosa aventura—de vivir. ¨.
Cómo dice Aguirre, en la vida hay de todo. Por lo cual, extraigo aquí una de esas reseñas que podría parecer para algunos que han llegado hasta este punto de la lectura, como algo cursi, pero hay tiempo para todo, porque habla del sentimiento más sublime del alma humana: el amor y la pasión que sumerge al hombre en las insondables profundidades del corazón y extrae el néctar divino de ese noble sentimiento, del cual Dios lo dotó y lo deja para la posteridad; muchas veces plasmado en bellas canciones, cuyas melodías remontan el paso del tiempo y es el caso del compositor Pablo Valdés Hernández, el cual nos legó composiciones que son inmortales en las voces de Javier Solís, María Luisa Landìn,… Como es el caso de las tituladas: Te acordarás de mí y Los conozco a los dos. Paso ahora a Armando Fuentes Aguirre, su narración de la historia de cómo surgió Te Acordarás de Mí.
Te Acordarás de Mí
¨Cierto día llegó un amigo a la casa de Pablo Valdés Hernández, en el centro de la Ciudad de México.
–Ven –le dijo–. Quiero que veas algo.
En el automóvil del amigo fueron los dos a la Colonia Juárez, que era en aquellos años –los cuarentas—una de las más elegantes de la capital. Detuvo su coche el amigo de Pablo frente a una residencia y le mostró un letrero que había en la ventana:
Solicito cocinera. Pago buen sueldo. Requisito: que no cante ¨Conozco a los dos¨.
Pablo Valdés Hernández es el autor de ¨Conozco a los dos¨, con aquella su frase final y la lapidaria: ¨¨…Qué más da que la gente nos diga: conozco a los dos¨. Esa frase no la entendía el director artístico de Discos Peerles, y le pidió a Pablo que se la quitara. El se negó.
También es de Pablo la inmortal canción ¨Sentencia¨. La compuso una madrugada, después de una tremenda farra. Cierto día me contó él:
–Llegué a la casa donde me asistía. El Piano estaba en la primera planta; mi cuarto, en el segundo piso. Nomás de ver la escalera me volví a marear, hermanito. ¿Y´ora què hago? Me serví otro vaso de mezcal, que era lo que tomaba, por barato. El de la marca El Sarapito era mi mero amor. Y me puse a escribir lo primero que se me ocurrió. ¨Te acordarás de mí toda la vida….¨Esa fue la primera frase. Las siguientes ya vinieron solas. Luego me fui al piano y le puse la música. Me salió a la primera. Y al último le hice la introducción, ésa que siempre se toca, sea cual sea la versión de ¨Sentencia¨. Entonces me serví otro vaso de mezcal. Cuando me lo estaba tomando sentí miedo de que la canción se me fuera a olvidar, porque no sabía escribir música, nunca aprendí. Volví a tocar la pieza. En eso alguien llamó a la puerta. Fui a abrir y era Estela Carbajal, una cantante entonces muy de moda, hasta películas hizo. Venía de trabajar y me dijo: ¨Pablito, ¿no tienes una copa?¨. La invité a pasar y le serví de lo mismo que yo estaba tomando, mezcal. Jamás tomé otra cosa, ni cerveza. Le dije: ¨¨Estela, acabo de componer una canción y te la voy a cantar¨. Y le canté ¨Sentencia¨. Cuando terminé me volví para preguntarle qué le había parecido. Estaba llorando. ¨Pablo –me dijo–, esa canción va a vivir muchos años después de que tú te hayas muerto¨.
Pablo Valdés Hernández nació en Piedras Negras el primer día de febrero de 1913. Fue el hijo mayor del muy fecundo matrimonio que formaron el señor licenciado don Pablo Valdès Espinosa, coahuilense nativo de Morelos, y doña María de Jesús Hernández Barrera, originaria de Guerrero, también en Coahuila. Después de Pablo llegaron diez hermanos: César, Alberto, Carlos, Mario, Federico, Gloria, María de Jesús, Eva María, Consuelo y Virgilio¨.
¨Don Pablo era hombre austero, que por querer lo mejor para sus hijos les impuso siempre normas rigurosas. Fue magistrado judicial y funcionario público. Con don Arnulfo González ocupó el cargo de secretario general de Gobierno. Doña María de Jesús era dulce, inteligente y dueña de una amenísima conversación que salpicaba con gracejos que hacían reír a quien la escuchaba. Ninguno de los dos esposos, sin embargo, tenía aficiones musicales. Por eso se sorprendieron mucho cuando a Pablito, cumplidos los cuatro años, le dio por formar una orquesta con los muchachillos de su barrio: golpeando tinas, baños de hojalata y hasta bacinicas hacían una música del dominio dirigida con toda solemnidad por Pablo¨
Por necesidades del trabajo de don Pablo el matrimonio Valdés Hernández vino a Saltillo. En el templo de San Juan Nepomuceno hizo Pablito su primera comunión. Vivía con sus padres en la calle de Allende número 50. En un cumpleaños de su esposa el licenciado Valdés le obsequió a doña Chita un piano. Mientras los invitados a la fiesta admiraban el precioso instrumento Pablito se sentó en el banquillo y de buenas a primeras tocó La Cucaracha. Tenía nueve años.
–Pablo –dijo su madre al licenciado–, este hijo nuestro va a ser músico.
–Ni lo mande Dios, Chita –se asustó don Pablo–. Se muere de hambre.
Cuando me contó eso, Pablo añadió:
–Todo eso eran los preliminares de lo que traía en mi corazón.¨
Y como sentenció Estela Carbajal, el tema Sentencia vive más allá de la vida de Pablo Valdés Hernández, porque las promesas de amor nunca se olvidan.
Y es que al oír esa canción, la promesa de amor retorna como remansos de melancolías que inundan los corazones de un amor que se había filtrado por las paredes del olvido, y es que ¨…sea como fuere, en toda historia de amor siempre hay un ingrediente de tristeza, el presentimiento inexorable de la pérdida: porque todos saben que esa abundancia se acabará algún día. Probablemente la vida nunca parezca tan efímera como en la melancolía de un amor que termina¨. Pero la Sentencia de Amor, nunca se olvida.
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SENTENCIA
Te acordarás de mí toda la vida
te acordarás de mí mientras yo viva.
Te acordarás de mí porque en la vida
la sentencia de amor, la sentencia de amor
nunca se olvida.
No pensaste ni un momento vida mía
que la vida sin ti no la quería.
Te entregué la ilusión en mi agonía
y te llevaste también, y te llevaste también
toda mi vida.
No pensaste ni un momento vida mía
que la vida sin ti no la quería.
Te entregué la ilusión en mi agonía
y te llevaste también, y te llevaste también
toda mi vida.