Joaquín Balaguer y yo
(En homenaje póstumo a mis profesoras Mercedes Valdez viuda Brito y Bestina Marte)
Por NELSON MEDINA
Era una agradable mañana de otoño en San Cristóbal, mi ciudad natal. Quizás 27 o 28 de octubre de 1966.
Yo en sexto curso de primaria, en la escuela José María Alejandro Pichardo, conocida popularmente en el pueblo como “La Escuela Pública”. En el aula, el sol penetraba tibio e incontenible por las ventanas de cristal, generando una claridad que invadía nuestros ojos, sin perturbar la atención a la clase.
De repente, a media mañana, entra al aula la directora de la escuela, profesora Mercedes Valdez viuda Brito, a quien todos en San Cristóbal llamábamos cariñosamente “Chea la Prieta”, para diferenciarla de la otra profesora de la escuela, doña Mercedes Boissard; a quien le decíamos “Chea la Blanca”, debido a la tez clara de su piel y ojos casi color verde.
Al entrar la directora todos nos pusimos de pie, en señal de respeto a su condición. Ella, luego de reciprocar nuestro gesto con su saludo afable, con voz dulce, pero firme, nos muestra varias estrofas en una página de un libro, y nos dice que debemos aprendernos de memoria esa poesía, que nos copiará en la pizarra nuestra profesora; para participar en un concurso de declamación que se realizará al viernes siguiente en la escuela, con representación de todos los cursos. Nos dijo, además, que quien gane el concurso iría a la semana siguiente a declamar la poesía a la Gobernación Provincial, en un solemne acto con motivo del día de la Constitución.
Todo el curso se alborotó por la alegría generada, no por el anuncio del concurso en sí, sino más bien, por la posibilidad de entrar al salón de actos de la Gobernación Provincial; una especie de copia de unos de los salones del Palacio de Versalles, en Francia. En ese entonces (1966), no cualquiera podía ingresar a dicho salón.
A diferencia del resto del alumnado, yo, preocupado, levanto mi mano en señal de que deseaba decir algo. La directora asienta y me concede la palabra. Puesto de pie, de manera segura le digo: “señora directora, esa poesía es muy larga para aprendérsela de memoria en tres días”.
Ella, mirándome directamente a los ojos, de manera incisiva, me responde con una frase que mucho después supe era de Napoleón Bonaparte: Medinita, “la palabra imposible está en el diccionario de los imbéciles, y usted no es un imbécil. Apréndase la poesía”.
Esa frase generó en mí una conmoción interna convertida en reto desafiante. Les cuento que me aprendí la poesía, la declamé en la escuela y gané el concurso, superando a unos diez participantes. Primera vez en mi vida que sentía la emoción de un cerrado aplauso.
Al finalizar el acto, ya cerca del mediodía, horondo me fui a mi casa a contarle a mis padres del triunfo logrado en la escuela. Ellos se pusieron muy contentos. Me abrazaron locamente. Me llenaron de todo su amor y alegría.
Al día siguiente, mi padre llegó a la casa con pantalón y camisa nuevos, y un corbatín de seda color negro; para lucirlo en el acto el día de la Constitución. Yo estaba triplemente alegre. Primero por ganar el concurso, segundo por los regalos de mi padre y, tercero, por la dicha de ir a la Gobernación, lo cual era un privilegio que muy pocos tenían, tal como ya señalé.
Llegó el día esperado. Yo vestido de blanco impecable, ingreso al salón de la Gobernación de la mano de mi profesora Bestina Marte, que me sienta a unas tres o cuatro filas frente al centro del escenario, el cual estaba elegantemente decorado con una mesa larga de caoba en el centro, cubierta por un fino mantel blanco y flores de diversos tipos y colores, además de la bandera nacional.
Yo estaba feliz. Me sentía en la gloria, mirando a tantas personas de la ciudad, formalmente vestidos. Me creí uno de ellos. Recuerdo perfectamente que mis pies no tocaban el suelo, y yo los balanceaba rítmicamente hacia adelante y hacia atrás.
De repente, ingresan al salón muchos militares vestidos en uniforme de faena, portando armas largas, colocándose estratégicamente en todos los alrededores del escenario y las puertas de acceso al salón.
El maestro de ceremonia pide al auditorio que nos pongamos de pie, y antes del él pronunciar su nombre, entra al salón ese señor bajito, vestido con elegante traje negro y bordeado de más militares. Era el Dr. Joaquín Balaguer, presidente de la República.
Mi cuerpo se puso frio de pies a cabeza, comencé a sudar y me entró una tembladera incontrolable. Muy nervioso, pregunto, en un tono que yo entendía que era en secreto y que solo ella escuchaba, pero que todo el salón se dio cuenta y sonrió disimuladamente, incluyendo al presidente Balaguer: “profesora, aquí es que yo voy a declamar la poesía, delante del presidente”?; si, respondió ella. Sólo recuerdo que me desmayé en sus brazos.
Cuando desperté, pasado el mediodía, estaba en una cama en el hospital Juan Pablo Pina, con un suero puesto y mi madre al lado. Nunca supe cómo se desarrolló el acto. En la escuela comenzaron a llamarme “el declamador nervioso”, con lo cual todos reíamos a carcajadas.
Hoy, a eso se le llama buling; pero ello no me amilanó. Paradojas de la vida, no recuerdo en cuántas ocasiones posteriores tuve que tomar un micrófono, no sólo para hablar delante del Dr. Joaquín Balaguer, sino, también, de Leonel Fernández, Hipólito Mejía, Danilo Medina y más recientemente Luis Abinader; entre otros dignatarios y figuras nacionales e internacionales, trascendentes en diversos escenarios, tanto en el país como en el extranjero.
nelmeni@hotmail.com
jpm-am
Bonito relato de Milo, eso le Silvio de motivación, nunca de obstá****
Tremenda manerade debutar.Suelen anticipater futuros promisorios.Antes las cosas eran diferentes,hoy la directora te hubiera dicho que declamarias ante el Presidente,es su deber ante un menor,para evitarle tu reaccionun saperoco
Hoy,podríamos afirmar,que profesionales como psicólogos de niñ@s o psiquiatras,establecen que en casos como el aquí narrado,se hace imprescindible avisarle al niño o niña delante de quién o quienes declarará,naturalmente la bien recordadas y respetadas profesoras ,aquella ves hicieron,lo que se hacía antes comúnmente.Hoy día,a nadie sorprende ver un presidente allí,en camisa mangas cortas o arremangadas.Todo cambia,cómo cantó Mercedes Sosa.
En la vida, se nos presentan situaciones que no podemos simplemente contemplar con ojos natural, sino verlas en lo espiritual . Sencillamente, *el que nace pa’ martillo, del cielo le caen los clavos*… Excelente!!!!
Jajajajajajaj así son las cosas de la vida. Quien lo diría.
Nuestro pueblo se siente orgulloso, de tener a un hijo cómo usted, dedicado a que se conozca su historia y luchar por su bienestar. Mi que querido hermano y amigo.
Excelente narrativa Milito.
Muy bonita y bien narrada historia.Excelnte
Pregunta y por ese Bullyn no perdiste autoestima por el contrario y con esa disciplina eres el profesional que eres lo cual ha podido pasarlo a tus hijos.Me gustaría que la juventud de hoy pudieran leer este artí**** para que vieran y a la vez da pena que a nuestra gobernación entren todo el mundo como **** por sus casas.
Excelente