Indigencia moral
La política no es una ciencia exacta. No crea usted que haya descubierto yo esa vieja verdad. Los políticos suelen comparar este quehacer con un arte, pero solo se asemejan en el componente fictivo que interviene en una y otra actividad. El fingimiento es común al arte y a la política, pero no creo que ésta califique para tal distinción.
En el arte ha de predominar el buen gusto, la imaginación y el interés de producir deleite espiritual. El artista trabaja para el disfrute de los demás. Algunos actores políticos hacen de su carrera una actividad burda y egoísta en la que sólo ellos buscan –y lo consiguen- satisfacer sus deseos. Niegan totalmente los fines de la política.
En las ciencias exactas, los resultados no pueden ser maleables ni relativos. Esa objetividad de que adolece la política, puede ser suplida observando el comportamiento de quienes intervienen en esa labor, lo cual permite, incluso, predecir determinados acontecimientos, como son, por ejemplo, las cabriolas de algunos “dirigentes”.
El conocimiento de la historia y de la realidad actual otorga madurez para juzgar los acontecimientos y a quienes en ellos intervienen. La política dominicana, más que ciencia o arte, es comparable al beisbol, cuyos promotores afirman que “el juego no se acaba hasta que no termina”. Se refieren a su carácter impredecible.
Sin embargo, se hacen predecibles los resultados de actitudes enfermizas de algunos políticos que colocan su provecho personal por encima del interés de la organización a la que pertenecen y al margen del bien público. Al final de noviembre, esta columna publicó el artículo “Protagonismo patológico”, del cual inserto el siguiente párrafo:
“Algunos políticos están enfermos y lo desconocen. Se chequean la próstata, la presión arterial o la vista, pero renegarían de acudir a la consulta con un especialista de la conducta. Ignoran, quizá, que sus afanes desmedidos por una posición, sus delirios y sus manías -sobre todo la megalomanía- dañan a su organización”.
La política no es una ciencia exacta, pero permite prever que un sujeto simple, incondicional de un faraón, renuncie al puesto donde éste lo puso para dar paso a quien ha buscado a troche y moche satisfacer su apetito de protagonismo, para lo cual ha vendido su alma al diablo, como sucede cuando se actúa al margen de la ética.
Esa conducta permite a algunos estar hoy aquí y mañana en el lado contrario. Renegar de alguien y apoyarlo luego parece un proceso cíclico. Y es expresión de pobreza moral, en la cual algunos políticos encuentran muy útil ayuda para superar la pobreza material.
En la política dominicana abundan los indigentes morales.

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