Independencia dominicana (y 12)

El sábado 9 de febrero de 1822 la ciudad de Santo Domingo fue engalanada por los que ya la tenían bajo su control para recibir al general Jean-Pierre Boyer y así consumar lo que se denominó la unificación de la isla.

Boyer, que era un actor consumado de la simulación, pronunció en la ocasión un discurso almibarado, en el cual en líneas generales transmitía la idea falsa de que no llegaba como un conquistador sino como un hermano, un padre o un amigo en actitud de abrazar con las ondas afectivas del corazón a los que llamó “a los nuevos haitianos.”

Las palabras del ocupante Boyer eran huecas de contenido, pues en la casi totalidad de los 22 años de ocupación haitiana él y sus secuaces oprimieron y humillaron al pueblo dominicano.

Sobra decir que el referido gobernante haitiano nunca logró materializar sus pretensiones de fundir en uno solo a los dos pueblos que se reparten la isla de Santo Domingo.

La pretendida fusión jamás pudo ejecutarse, por más esfuerzos que se hicieron para que así fuera. Se trata de dos pueblos distintos en todas sus facetas, y consecuencialmente con idiosincrasias que chocan tanto en sus particularidades cotidianas como en la visión general.

Lo anterior nada tiene que ver con asuntos antropológicos, como chantajean con frecuencia los pro haitianos que al mismo tiempo son anti dominicanos.

Las notables diferencias entre el pueblo dominicano y sus vecinos más cercanos son verdades con categoría de axioma.

Para sostener lo anterior no hay que asociarse al criterio racista de Manuel A. Peña Batlle en su Historia General de la República Dominicana (pág.329) ni con los juicios que aparecen en el ensayo La Frontera de la República Dominicana con Haití, del español José Almoina Mateos, alabardero primero y luego  enemigo tenaz y víctima del tirano Trujillo.

En el 1843 el general Charles Riviére-Herard, a la sazón gobernante de la isla completa, gracias a la revuelta ocurrida en Praslin, en la comuna de Los Cayos, en el extremo sur de Haití, admitió con sorpresa y desparpajo que al llegar a Dajabón: “he encontrado un pueblo distinto, de otras costumbres, de otras inclinaciones, con otro idioma diferente al nuestro.”

Es importante recalcar que la Sociedad Secreta La Trinitaria, fundada el 16 de julio de 1838, nacida en la clandestinidad, como tenía que ser una entidad conspiradora, cuyo iniciador y alma de la misma fue el insigne patricio Juan Pablo Duarte, en quien se acumulaban muchas de las más elevadas virtudes que nos caracterizan como nación, no fue la primera expresión que marcó el deseo de libertad del pueblo dominicano, pero sí la mejor estructurada y la que finalmente se constituyó en el centro donde convergían las aspiraciones independentistas del pueblo dominicano.

El 16 de enero de 1844 más de 150 dominicanos firmaron un extenso documento, que sería en esencia la matriz documental, la base teórica de la Independencia Nacional. Fue titulado “Manifestación de los Pueblos de la parte Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana.”

Dicha acta, que no hablaba de independencia, sino de separación (pero que conceptualmente ambos vocablos tenían para entonces un significado similar) era una especie de memorial de agravios contra las autoridades haitianas, a quienes se les acusaba entre muchas otras cosas de implantar contra los dominicanos una tiranía, provocando una desintegración social y el despojo de propiedades, así como la abolición de costumbres arraigadas entre los habitantes de la parte oriental de la isla de Santo Domingo.

Un análisis del referido documento, en los aspectos programáticos, en los despliegues doctrinarios y en los lineamientos políticos de su contenido, permite captar que sus redactores estaban imbuidos de las enseñanzas de algunos de los más preclaros pensadores del siglo XVIII europeo, como el filósofo francés Charles Louis de Secondat, mejor conocido como Monstequieu; el filósofo, pedagogo y escritor suizo Jean Jacques Rousseau y  el médico y filósofo inglés John Locke.

Los firmantes de la referida Acta del 16 de enero de 1844 formaban la más completa amalgama del pensamiento político de la época, sin exclusión de intereses económicos y posiciones sociales en el espectro de la sociedad dominicana en proceso de formación.

Algunos de ellos eran verdaderos think tank, o tanques pensantes, cuyos escritos posteriores han permitido descubrir sus huellas redactoras en el referido documento.

Otros simplemente estamparon sus firmas, lo cual de por sí fue un hecho de supremo valor, pues si llegaba el fracaso las consecuencias para ellos serían catastróficas.

Aunque se sabe que varios de ellos lo hicieron por oportunismo, frente a la realidad del momento, pues en realidad no tenían fe en los destinos nacionales, como se indica más arriba.

Las batallas del 19 de marzo, en Azua de Compostela, y la del 30 del mismo mes en Santiago de los Caballeros, fueron señales claves para determinar el rumbo de la guerra de consolidación de la Independencia Nacional, sin olvidar que después de esos enfrentamientos en  diversos puntos del sur y del norte del país hubo 11 largos años de hostigamientos de parte de los intrusos ocupantes que habían sido desalojados del territorio dominicano.

Entre otros firmaron la referida Acta de Separación  figuran los nombre de los señores Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez, José María y Fernando Serra, Félix María Ruiz, Tomás Bobadilla, Pedro y Ramón Santana, Joaquín Gómez, Ramón Ocumarez, Bernardo Santín, Antonio Volta, José Caminero, Teodoro Acosta, Mariano Echavarría, Carlos Gatón, Ignacio Padua, Jacinto y Tomás de la Concha, Juan Luis Bidó, Pedro y Rosendo Herrera.

En su ensayo titulado José Núñez de Cáceres de liberal moderado a liberal radical el historiador y diplomático Fernando Pérez Memén sostiene que con la independencia efímera del primero de diciembre de 1821, encabezada por  el mencionado personaje, se inició la emancipación dominicana, seguida por la iniciativa de Duarte cristalizada el 27 de febrero de 1844 y culminada con el grito de Capotillo el 16 de agosto de 1863.

Pedro Henríquez Ureña extiende el proceso de liberación dominicana hasta el 1873, (con lo cual coincide Sócrates Nolasco) cuando el pueblo en armas derrotó la tiranía de Buenaventura Báez, lo que significó eliminar del firmamento criollo cualquier posibilidad de implantar otra proterva Anexión o un abominable Protectorado en perjuicio de la soberanía nacional.

Esos hechos gloriosos de nuestro ayer hacen compromisarias a las actuales y futuras generaciones para mantenerse vigilantes ante los intentos, que los hay y los habrá, de hacer sucumbir a la nación dominicana, recordando siempre que antes de la aparición de la esplendente personalidad de Cristo en el escenario mundial ya el sabio Cicerón había vaticinado que “la historia es maestra de la vida.”

Duarte, los trinitarios, los restauradores y otros valientes que lucharon en otras etapas de la vida nacional merecen que sus esfuerzos y sacrificios siempre sean resaltados, teniendo como símbolo redentor la bandera tricolor que nos identifica como una nación libre e independiente de cualquier imposición externa.

El martirologio del pueblo dominicano es largo. Sus integrantes jamás pueden ser olvidados por las presentes y futuras generaciones.

La República Dominicana ha tenido muchos momentos brumosos. Nunca han cesado los intentos por revertir los resultados de las luchas independentistas y restauradoras.

Siempre hay que estar dispuestos a hacerles saber a los que conspiran contra la Nación Dominicana que hasta Pablo de Tarso se cayó de un caballo en su abortiva ruta non sancta hacia Damasco, quedando ciego momentáneamente por un resplandor inesperado.

sp-am

 

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Arturo Espaillat@Navajita
Arturo Espaillat@Navajita
3 Años hace

«Siempre hay que estar dispuestos a hacerles saber a los que conspiran contra la Nación Dominicana que hasta Pablo de Tarso se cayó de un caballo en su abortiva ruta non sancta hacia Damasco, quedando ciego momentáneamente por un resplandor inesperado.»

¡Excelente final señor Lappot Robles! ¡Eso es sin lugar a dudas, lo que les espera a los traidores pro-haitianos!

Luis de New York
Luis de New York
3 Años hace

Sr.robles. Como historiador que usted es, usted tiene la obligación de narrarle la verdad a las nuevas generaciones, y no seguir repitiendo las mentiras que los viejos historiadores narraban. Usted como historiador sabe muy bien que la RD. en 1822 no existía ni pudo haber existido. En qué año nacio el ideólogo de formar una Rep. con el nombre de Rep. Dominicana? En 1822 la parte de la isla hoy RD. era una colonia controlada por los franceses Sig

Luis de New York
Luis de New York
Responder a  Luis de New York
3 Años hace

Cuyo gobierno era esclavista. Dicha esclavitud fue abolida por los haitianos, y forman en la isla entera la Rep.De Haiti. En ese lapso histórico no existe ni en sueno RD. Al pasar ser la isla Rep. De Haiti nace en esa parte de la isla hoy RD. el primer embrión del capitalismo.

Arturo Espaillat@Navajita
Arturo Espaillat@Navajita
Responder a  Luis de New York
3 Años hace

¡Ya pareces loro del Magdalena, repitiendo la misma idiotez!
Deja tus ínfulas de historiador, ¡Luis de Senegal!
Eres tan «inteligente», que ni sabes como buscar la letra «Ñ» en tu ordenador.