Ideologías

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EL AUTOR es odontólogo y escritor. Reside en España.

 

Luego de un merecido descanso sin presentar trabajos ni títulos por los medios en los que aportamos, tomamos la decisión de presentar nuestro nuevo ensayo, el que hemos denominado Ideologías, partiendo de informaciones frescas sacadas del horno periodístico de esta semana y llevando al lector a la reflexión en relación a qué somos y como actuamos ideológicamente en el presente siglo XXI. Empecemos.

En el día segundo de la pasada semana, hablamos del martes 7 de mayo del corriente 2019, abrimos los ojos junto al sol del amanecer con la noticia de que en unas declaraciones –muy atinadas, por cierto- el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, lanzaba críticas elaboradas al centro de la concienciación de la comunidad internacional sobre la situación de Venezuela y, digamos, que, un rayo crítico de luz a la administración y el manejo de Washington sobre el momento político del hermano país caribeño que, durante siglos, ha tenido que sufrir por una inmensa riqueza –poco disfrutada-, los embates contundentes entre episodios que solo llaman, no menos, que a las lágrimas de sus países vecinos. José Luis, de forma valiente, y sin entresijos, pero, bien, en entretejeduras, dirigía sus palabras al presidente Trump y a los miembros que representan su cámara burocrática de asesoría política. Es bueno atinar que Felipe González y Zapatero (dos gigantes de la política europea), comparten, sin embargo, visiones muy distintas en cuanto a la realidad actual venezolana. ¿Estamos, entonces, en cierto modo, teniendo marcadas divergencias detonadas a lo interno de los partidos aún cuando éstos son verdaderos troncos de etapas florecidas para las visiones progresistas y las democracias que alimentan el corazón de la postmodernidad? Intentemos llegar a la confluencia de todo esto.

Digamos que, en principio, el presidente de Estados Unidos no tenía la necesidad de llegar al punto en que nos encontramos. Pero, una vez se cometió el yerro de estrategia geopolítica por parte de la gran nación del norte de América, había que continuar hacia delante. Venezuela es uno de los pueblos más valientes del continente americano; espejo de múltiples hazañas para sus hermanos latinoamericanos. Como país lo escogemos tal punto de partida de este trabajo por la importancia capital que, como nación, ha tenido en la sincronía y hasta en la antinomia de los más variados perfiles ideológicos, esto, sin la necesidad de irnos a los tiempos del dominio de los Wesler de Augsburgo, de Alemania, año 1529, sobre la nación de Bolívar. Pero no nos centraremos, por ahora, en Venezuela que, valerosamente, saldrá airosa de esta nueva prueba de fuego dando la razón a la mesura; nos centraremos en nuestro tema que es el basado en las ideologías de hoy por hoy y el manejo de los partidos y este recurso de aglutinamiento y formación de prosélitos.

Decía Ashoca, el gran soberano del imperio Maurya (cita de María Teresa Román López), en el capítulo Edicto de la ley sagrada, página 135, que: «Todo el que se basa solo en elogiar a su propia comunidad, criticando a la comunidad ajena, todo por devoción a la propia comunidad, diciendo: «Exaltemos la propia comunidad», ése, obrando así, una y otra vez, daña más a la propia comunidad religiosa que la ajena”. Hablamos de una cita relacionada con Chandragupta Maurya, soberano admitido por los historiadores como el primer emperador que logró unificar, no solo todo el territorio de la India, sino también, sus ideas y a los líderes políticos durante su reinado del año 322 al 298 antes de la era cristiana.

Sabemos, además, que, durante el reciente pasado contemporáneo entre Ferdinand Johann Gottieb Lassalle con Carlos Marx y Federico Engels, y el alejamiento del primero con los dos últimos, cuando fundara su Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), en 1863, él como los otros dos políticos e intelectuales, definió con claridad y a tinta escueta el grupo de ideas que dio formación a su organización de forma bien terminada, lo que, de forma inexplicable, no tardó en atraer las duras críticas de Engels y de Marx. Mas, al menos, sus correligionarios entraban, se establecían y terminaban con las ideas más que claras.

Si observamos con detenimiento, dentro de la propia Internacional Socialista (entidad política que aglutina docenas de partidos a nivel mundial), fundada en 1851 y remozada, varias veces, tras el XVIII Congreso, celebrado en Estocolmo, Suecia, durante los días del 20 al 22 de junio de 1889,   existen profundas y repentinas e inexplicables variaciones ideológicas porque, de un lado, líderes de mucha trascendencia han apoyado la “lumbre” bolivariana y otros no ven tan claro su razón de ser para estos días.

En el propio Partido Republicano de Estados Unidos pasa lo mismo. Y, vemos como la derecha puede llegar, fácilmente, al punto fragmentario asegurando que es o no es de la ultraderecha sino de centro derecha. Esa dualidad, a veces, no tan efímera, –digamos que, tomara, si cabe desapercibido, al líder del Partido Popular en España, asumiendo en cierta forma un giro alejado de los postulados de Suárez y de Fraga, lo que acaba de jugarle una mala pasada al liderazgo de esta organización en las recientes elecciones españolas celebradas recientemente en día domingo 28 de abril del corriente 2019.

La República Dominicana, en términos de fuerzas, confluencias y cohesiones políticas, no está, en nada, alejada de esta realidad: vive lo mismo. Es, como si, en cierta forma, existieran cordones ideológicos sueltos al punto de que dentro de un mismo partido político hay grupos que se identifican con un “comunismo rancio”, una “ultraderecha pétrea”, o bailan para el casting al son de lo que mejor le ofrezca en palabras uno que otro líder de altura internacional y del momento, sin reparar en lo que es y en lo que representa como ciudadano, como fuente de decisión política, como ente social, como representante de un liderazgo histórico, del presente o de futuro.

De tal forma que `los fallos´ en lo que se aprecia como ideología en pleno siglo XXI no hace más que sorprendernos un día y el otro también. Esto, sin lugar a dudas, quien escribe, contrario a lo que piensan ciertos analistas a cerca del fenómeno, lo ve como un proceso regresivo que ha sido el caldo de cultivo para el surgimiento de liderazgos zigzagueantes sin representación en una plataforma política creíble, dando lugar a la formación de gobiernos en estados actuales con visión y andamio y oferta muy pasajeros, a veces polvorientos, por no contar con un plan y estructura sustentable; sostenible en el tiempo.

Las estructuras políticas surgen y se deshacen cuando ya han cumplido, por una u otra razón, su etapa de vida histórica, política, social, económica, cultural, pero ello, por supuesto, no quiere decir que un proyecto político sea un juego. Tenemos datos de historiadores regionalistas latinoamericanos que creían que el hecho dado de los surgimientos en el tiempo de los generales y coroneles de las utopías y desapariciones repentinas en la trincheras y montañas, era solo historia pasada de nuestros pueblos que, poco a poco, fueron levantando el rostro ante la adversidad y las guerras, pero luego de aquel pretérito imperfecto estamos edificados respecto a que, cada país, por pequeño o grande que se creyera, tuvo sus montañeses armados, los cuales se concibieron a sí mismos como presidentes. Eran aquellas aguas nostálgicas de las ideologías que, aunque sueltas, tenían una definición de un lado o de otro. Las confusiones de hoy, entre tanto, van a la orden del día.

Entendemos que será en lo adelante una magna responsabilidad de los partidos acentuar y aclarar su sentido de ser, sus doctrinas políticas, a los fines de no seguir minando el surgimiento de entidades brotadas por generación espontánea, dando paso, así, a la demagogia política de agrupaciones irremediablemente pasajeras. Indudablemente este hacer será una tarea ardua y duradera pero a la que tendrán que entregarse con alma de agricultor y fuego de misionero.

De nuestra parte creemos que la culpa está en los propios líderes y gestores políticos cuando mandan un mensaje equivocado de la realidad y el sentido de ser de las entidades y grupos que representan. Ese, aunque parezca una versión de fantasía, es de los ingredientes principales que llevan a perder unas elecciones. Ejemplos y casos hay para rato.

Extrapolada a España esta situación, previo a las pasadas recientes elecciones, es obvio que Fraga –que supo llevarse tan bien con Castro como con los líderes republicanos y demócratas de los Estados Unidos-,  habría orientado a Pablo Casado en cuanto a que los guiños a Vox  no hubiera sido lo más aconsejable y, algún nuevo Suárez –político inmenso-, hubiera aconsejado al representante de Ciudadanos de que esta no era la mejor receta a seguir.

Hoy el presidente del gobierno de España es Pedro Sánchez Pérez-Castejón porque, tal y como apuntamos en la parábola del de El viejo capitán y el joven marinero, que concibiéramos en abril del 2017, este político lo vio claro y se preparó mesurada y pacientemente, sin aspavientos, reinterpretando la ideología de su formación política el PSOE para ser un presidente de matices terminados, a mármol moldeado, rostro clarividente y de verdadero espíritu democrático anejo y, más que anejo, fundido a la ideología y directriz de su casa política, lo que debería ser un ejemplo a seguir, no solo por los líderes españoles, sino por los líderes de América Latina y de nuestro actual mundo en constante convulsión política e ideológica. Porque, a estas alturas, las organizaciones políticas deberían tomar como norte el reinventarse con la visión hacia una nueva arquitectura y reingeniería política, no luchando por la supervivencia sino, por el contrario, sembrando nuevas vivencias que fortalezcan las democracias del presente y del futuro.

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