Henry Segarra desaparecido

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Por SEBASTIAN DEL PILAR SANCHEZ

Sustentando la célebre frase: “La tierra es de quien la trabaja”, original del líder revolucionario mexicano Emiliano Zapata Salazar, la tarde del viernes 25 de julio de 1969 llegó a Dajabón a bordo de una guagua pequeña repleta de pasajeros, procedente de Santiago, el joven Henry Segarra Santos, dirigente del izquierdista Movimiento Popular Dominicano (MPD), quien visitaba esa ciudad y otros pueblos cercanos con el propósito de orientar a los campesinos de la Línea Noroeste en la lucha que libraban para invadir terrenos baldíos propiedad de terratenientes de la zona y exigirle al gobierno del presidente Joaquín Balaguer que expropiara y distribuyera esos predios.

El joven marxista vestía un pantalón azul claro y una camisa crema cuando fue detenido a plena luz del día en esta localidad, en el cruce de las calles Beller y Francisco del Rosario Sánchez, por dos hombres que usaban ropas verde olivo propias de militares y policías en faena, quienes evitaron que se encontrara allí con Rafael Belliard Estévez, un joven dajabonero que le proporcionaría alojamiento y era su contacto para llegar hasta el paraje donde se reuniría con los agricultores que habían determinado instalarse en la finca del hacendado Alfonso Mera, en la jurisdicción de El Pino.

Henry fue conducido hasta la Fortaleza Beller, en obvia señal de que su detención había sido ordenada por el teniente coronel José Demetrio Almonte Máyer, comandante de la vigésima sexta compañía del Ejército asentada allí, aunque de modo reiterado y tajante, este alto oficial refutaba la sospecha de amplios sectores de opinión que lo consideraban autor de ese reprochable e ilegal secuestro, consiguiendo con su postura desvanecer la esperanza de que éste reapareciera y fuese liberado por las autoridades judiciales.

Poco después, a finales de julio, en la ciudad de Santiago se desarrolló una intensa campaña de prensa reclamando al gobierno disponer una investigación que diese con el paradero de Henry, por el justificado temor de que hubiera corrido la suerte del estudiante Ruddy Jiménez, otro desaparecido de esos días que fue visto por última vez en la concurrida intersección de las calles París y Josefa Brea, en Santo Domingo, mientras sostenía una discusión con un exmayor de la Fuerza Aérea y luego apareció asesinado.

Henry Segarra

Esta operación informativa, en pro del esclarecimiento de ambos hechos, fue una valiente iniciativa del comité regional norte del Partido Comunista Dominicano (PCD), reforzada por el popular noticiario radial “La situación mundial”, que se transmitía de lunes a viernes para todo el Cibao por la emisora Ondas del Yaque en las vibrantes voces de los destacados locutores Ramón de Luna y Minucha Pezzotti, pareja de esposos y aguerridos comunicadores que recordaban con excitado enfado que en una cárcel de San Francisco de Macorís encontraron en ese tiempo ahorcado –acontecimiento nunca aclarado- a un dirigente campesino de apellido Valdera y que, a un agricultor de nombre Merico Jiménez, lo sacaron a medianoche de su casa para asesinarlo en un paraje cercano a Higüey.

En el mencionado noticiario se sugería la posibilidad de que Henry fuese una víctima más de la represión política ejecutada por las “fuerzas incontrolables” que se movían en el país luego de la guerra civil de 1965 y confrontaban de modo violento el apoyo táctico ofrecido por el MPD a la lucha reivindicativa de los obreros azucareros de la zona Este y de los campesinos de la Línea Noroeste y San Juan de la Maguana.

A su juicio, la estrategia guerrillera de “Lo mejor al campo”, había sido la razón indudable de la persecución que se había desatado en diferentes puntos del país contra dirigentes de ese partido y el motivo de la desaparición del abogado Guido Gil y de los asesinatos sucesivos de Juan Castro Arias, Rubén Santana y Santana, Cristino Liriano Genao y Numitor Elpidio Jiménez Sarnelli, alias Tito Monte. Aunque algunos analistas políticos consideraron que el ingrediente que desencadenó la acción criminal contra Henry, fue el cambio táctico operado en la línea política del MPD, al plantease un «Golpe de Estado Revolucionario» para derrocar a Balaguer, con la participación de un sector militar y de organizaciones opositoras de centroizquierda y de derecha.

Sea cual fuere el motivo de la desaparición de Henry, se debe resaltar que este  joven  de 25 años de edad -llegado al mundo el 4 de julio de 1944- tenía una personalidad impresionante, hasta el punto de que siendo apenas un adolescente sobresalió en el Distrito Nacional como fundador del comité de la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER) en la Escuela Superior de Peritos Contadores, llamada actualmente Liceo Politécnico Víctor Estrella Liz, y como cuadro político del MPD cuando esa organización aún luchaba contra los remanentes trujillistas, orientada por su líder histórico Máximo Antonio López Molina.

Su amigo y condiscípulo, periodista Lipe Collado, decía que como muestra de que a esa temprana edad, Henry poseía “una conformación mental política superior a sus compañeros de estudios”, estaba su actitud de asumir con conciencia y madurez la dirigencia partidaria y empuñar la consigna “Libertad, que no la hay” para afianzar el proceso de destrujillización del país; así como su posterior proceder en su relación sentimental con la señora Gladys Gutiérrez, al casarse el 20 de diciembre de 1967, procreando a su hijo Flavio Enrique, quien tenía cinco meses de nacido cuando se produjo el desgraciado suceso que trastocó la existencia del joven emepedeísta.

Versiones contradictorias 

El periódico El Nacional, en su edición del sábado 2 agosto de 1969, bajo la firma del periodista santiaguero Bolívar Díaz Gómez, fue el primer órgano escrito en reseñar con abundantes detalles el accionar político que realizaba Henry en la Línea Noroeste y las diligencias infructuosas que llevaba a cabo su esposa Gladys, tanto en Dajabón como en Santiago, tratando de que las autoridades se lo devolvieran vivo o muerto.

El 4 de agosto de 1969 este diario difundió la noticia dando cuenta que Henry había sido localizado y supuestamente confinado en una cárcel de la ciudad de Santiago, aunque esta versión se esfumó casi al instante con un desmentido oficial de la dirección regional de la Policía, encabezada por el coronel Eligio Antonio Bisonó Jackson y una declaración de prensa ofrecida en esa misma orientación por el jefe de esa institución, general Joaquín Abraham Méndez Lara.

Un día después, con el interés de aclarar este trágico episodio, el presidente Balaguer ordenó a las autoridades judiciales y policiales empeñarse en la tarea de localizar a Henry, y dispensó a su esposa Gladys un trato similar al que le dio el año anterior a la señora Carmen Suardí, cuando ésta le pidió intervenir en favor del joven izquierdista Virgilio Gómez Suardí, su hijo, quien llevaba más de un mes desaparecido y la Policía negaba que estuviera recluido en la Penitenciaría Nacional de La Victoria o en cualquier otro recinto carcelario.

El Jefe del Estado impartió órdenes precisas al general Braulio Álvarez Sánchez, jefe de la Policía, para que le abriera las puertas carcelarias a la señora Suardí, pudiendo ella así descubrir que su vástago se encontraba prisionero en una celda del cuartel general con un pasaporte falso que tenía su fotografía, expedido en Buenos Aires el 15 de noviembre de 1966 a nombre de Ernesto Bernardo Pirogosvki. Tiempo más tarde ese joven rebelde logró salir del país rumbo a Cuba y se enroló al grupo guerrillero que se preparaba militarmente con el nombre de Los Palmeros, bajo la jefatura del coronel Francisco Caamaño.

En esta ocasión la receptividad de Balaguer se alojó en el ánimo del Ministerio Público, induciendo la entrevista que el procurador general de la República, licenciado Carlos Rafael Goico Morales, sostuvo de inmediato con la joven Gladys para informarle que había ordenado a los procuradores fiscales de todo el país profundizar en las indagaciones que se realizaban para determinar la suerte que habría corrido su esposo. En ese momento se descartaba que estuviera preso en Santiago; se pensaba que podía estar recluido en algún calabozo solitario de la Línea Noroeste, aunque dos días más tarde esta conjetura sería variada por la versión que aseguraba haberle visto golpeado, pero sobreviviendo, en el sótano del Palacio de la Policía.

Esa afirmación fue sostenida públicamente por los jóvenes Jorge de Jesús Nin (Alias Víctor Mature, por su parecido con el famoso actor de cine) y Rafael Vargas Matos (Frank), éste último militante perredeísta y panadero, residente en la calle Gerónimo de Peña del sector San Carlos, detenido desde el día 4 de agosto en el cuartel general, sufriendo ahí la rotura del tímpano antes de que lo trasladaran al penal de La Victoria, donde permaneció por espacio de 26 días. También se expresó en este sentido, un joven apodado “Bigote”, que reveló a sus familiares que vio a Henry en una ergástula de dicho cuartel, aunque no encontró oportunidad de exponer su experiencia por los medios de prensa, ya que estuvo por largo tiempo aislado, encerrado en el referido lugar.

Los datos de estos jóvenes fueron investigados por una comisión policial integrada por los coroneles doctores Bolívar Soto Montás y Luis Arzeno Regalado, y el mayor Antonio María de Lima Meriño, la cual realizó una minuciosa requisa carcelaria dentro del palacio policial y en todos los destacamentos de la capital en busca del izquierdista desaparecido. Dicha comisión, de acuerdo al informe suministrado a la prensa por el jefe de la Policía, general Méndez Lara, conversó de manera directa con los reclusos y cuestionó a los agentes policiales encargados de su custodia, a quienes les mostraron las diferentes tarjetas del fichero policial que contenían fotografías de Henry, concluyendo al final de la inspección, en que no estaba en ninguna prisión del Distrito Nacional.

Cabe resaltar que Henry era un político conocido en la esfera carcelaria, puesto que había sido arrestado en diversas ocasiones debido a su lucha revolucionaria, siendo memorable el domingo 15 de enero de 1967, cuando estando a bordo de un avión de Pam American que lo llevaría a Nueva York, para desde ahí viajar a Francia y luego a Cuba, la Policía Nacional lo apresó en el Aeropuerto de Punta Caucedo junto al joven Pedro Cruz Sandoval, dirigente del MPD  y el menor Jorge Antonio Puello (El angelito negro), hijo del legendario dirigente emepedeísta Jorge Puello Soriano (El Men).

Los tres fueron encarcelados y acusados de llevar documentos de contenido subversivo, elaborados por técnicos chinos y rusos, con el fin de hacer una revolución que llevara el país al comunismo. Esto fue objeto de la atención particular del presidente Balaguer, quien en un discurso por radio y televisión, reproducido por el Listín Diario el 6 de febrero de 1967, en su página 14, afirmó que la Policía había descubierto entre la tapa y el forro de la maleta que llevaba Henry, pruebas que mostraban a dirigentes del MPD conectados con organizaciones comunistas de China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba.

El Jefe del Estado aseguró que dentro de una lata de talco para hombres y un tubo de afeitar que también llevaban, la Policía encontró 241 negativos de películas a color de 35 milímetros y varios rollos que serían revelados en el extranjero, los cuales permitieron “comprobar que este material contiene el levantamiento cartográfico completo de la República Dominicana, así como de sus aguas adyacentes, hecho mediante el sistema aéreo-fotográfico cuya propiedad exclusiva pertenece al Gobierno Nacional y forma parte importantísima de la integridad de nuestra soberanía y de la seguridad del Estado”.

La segunda prisión notable de Henry Segarra se produjo el sábado 31 de agosto de 1968 en el allanamiento policial a la casa número 51 de la calle Imbert, en Santo Domingo, en la cercanía de la residencia de la periodista Margarita Cordero, donde apresaron también a Abraham Bautista Alcántara, secretario general del Frente Universitario Socialista Democrático (FUSD) y a los dirigentes del MPD, Agustín Moisés Blanco Genao, miembro del comité central; Juan Esteban Montero, Euclides Peña y Andrés Cordero. Los seis fueron golpeados y acusados de porte ilegal de armas de fuego.

Henry fue encerrado e investigado en el departamento del servicio secreto de la Policía, por su jefe, mayor Francisco Báez Maríñez y su ayudante, capitán Caonabo Reynoso, recibiendo allí un tratamiento salvaje. Unos días más tarde fue trasladado a la cárcel de La Vega, donde al llegar logró ser entrevistado por los periodistas del vespertino El Nacional, Bolívar Díaz Gómez y José Reynoso Gómez, quienes hicieron un amplio reportaje publicado el 5 de septiembre, que constituyó una durísima crítica a los abusos policiales comprobados en la muestra fotográfica de la espalda severamente lastimada del joven marxista. El tema se mantuvo en la palestra durante varios días, con los testimonios de otros detenidos maltratados, como Moisés Blanco Genao.

Balaguer interviene de nuevo

El 7 de agosto de 1969, el jefe de la Policía, general Joaquín A. Méndez Lara, sorprendió a la opinión pública con un comunicado donde aseguró tener pruebas fidedignas de que había partidos políticos de extrema izquierda que simulaban desapariciones de algunos de sus militantes con el propósito de culpar de esos hechos a diferentes miembros de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, se trataba del mismo desacierto que había cometido el gobierno de Balaguer cuando en enero de 1967 divulgó la falsa información de que el desaparecido abogado y político emepedeísta Guido Gil Díaz estaba vivo en Cuba, integrado en el grupo de dominicanos que participaba en entrenamientos militares clandestinos.

La declaración del jefe de la Policía produjo mucho ruido en la prensa, diversas declaraciones de rechazo de partidos políticos, organizaciones profesionales y sindicales, además de generar la reacción del presidente Balaguer, quien el sábado 9 de agosto de 1969 le envió una carta a este alto oficial, divulgada por la oficina de prensa del Palacio, en la cual le ordenaba aclarar el paradero de Henry Segarra utilizando todos los medios a su alcance.

Le expresó su confianza en que como  militar de carrera fuese él “garantía suficiente para que un caso tan sonado como el de Segarra fuese esclarecido mediante una investigación realizada de la manera más exhaustiva en beneficio del prestigio de la Policía”. Y le pidió que recurriese “a todos los procedimientos legales a su alcance y utilice todos los servicios de inteligencia pertenecientes tanto a la Policía Nacional como a las Fuerzas Armadas, en un esfuerzo para desvanecer cualquier duda que pueda empañar las ejecutorias de la Policía Nacional durante el período en que usted ha asumido la responsabilidad de dirigirla”.

Advirtió que la actuación de la institución en este caso “no puede limitarse a la simple explicación de que la desaparición del dirigente comunista es parte de un plan de grupos izquierdistas para desacreditar a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional”, en referencia al comunicado citado que aseguraba que las desapariciones de elementos izquierdistas eran simuladas con el propósito de culpar al gobierno y a sus cuerpos armados.

“El prestigio de la institución que usted dirige exige que la investigación que se haga alrededor de este hecho sea todo lo exhaustiva que requieran las circunstancias y que contemple todas las hipótesis posibles en el supuesto de que se trate de un acto delictivo. En el presente caso podría tratarse, en efecto, de un hecho provocado por la rivalidad existente entre los grupos comunistas que actúan en nuestro país o de una represalia motivada por las actividades que el señor Henry Segarra desarrollaba en la sección El Pino, provincia de Dajabón, o finalmente, de un exceso de autoridad en que haya podido incurrir algún agente del orden público a espalda de sus superiores jerárquicos. Sea cual sea el móvil que haya podido determinar este hecho, en el supuesto de que se trate de un acto delictuoso, esa Jefatura debe proceder sin vacilaciones y con el mayor celo posible en las investigaciones correspondientes”, indicó.

La posición de Balaguer fue ardientemente respaldada por su ministro de Agricultura, licenciado Fernando Álvarez Bogaert, mediante unas declaraciones que ofreció al periodista Víctor Grimaldi, del vespertino El Nacional, en la que exigía al jefe de la Policía  cumplir las directrices del presidente Balaguer para esclarecer la desaparición de Henry Segarra. “Mi esperanza es que lo sugerido por el señor presidente de la República en su carta, sea llevado al pie de la letra”, para que “todas las dificultades sean resueltas en el caso”, manifestó.

La respuesta del jefe de la Policía se plasmó en el oficio 17702, que ordenaba al comandante del escuadrón contra homicidios, teniente coronel Domingo Camilo Rosa, trasladarse de inmediato con sus ayudantes a Dajabón a indagar personalmente todo lo concerniente a la desaparición de Henry Segarra, aunque este oficial actuaría de modo irresponsable en las averiguaciones realizadas, al negarse a interrogar al teniente coronel José Demetrio Almonte Máyer, comandante de la vigésima sexta compañía del Ejército, quien figuraba como sospechoso del hecho, así como por divulgar más tarde la falsa especie de que el joven desaparecido había sido visto cruzando la frontera hacia Haití.

Entretanto, el jefe de la Policía autorizó el 13 de agosto la visita de Gladys Gutiérrez a la Penitenciaría Nacional de La Victoria, para que fuese testigo de la requisa que realizaría el comandante de la custodia del penal, coronel Manuel Valentín Despradel Brache, acompañado de tres oficiales superiores. Dicha operación se llevó a cabo en oficinas, dispensario médico, celdas, pasillos, alcantarillas y cloacas del recinto carcelario, con resultados negativos, ya que  el buscado no estaba allí ni con su nombre de pila ni como Santiago Félix, que era el seudónimo que usaba en su trabajo político clandestino.

Al final de la investigación, la señora Segarra dijo estar satisfecha de las facilidades recibidas por las autoridades judiciales y policiales, así como de la colaboración de varios reclusos, entre ellos José Ignacio Marte Polanco, dirigente del MPD, quien le advirtió que Henry pudiera estar recluido en una cárcel “particular”  de Santiago y se ofreció voluntariamente a orientarla sobre su ubicación.

Se aclara misterio desaparición de Henry

Sería poco más tarde que el misterio que rodeaba la desaparición de Henry Segarra  sería despejado y en gran medida resuelto por el joven fiscal del distrito judicial de Dajabón, doctor Víctor Lemoine Belliard, quien el 19 de agosto encontró un elemento de investigación contundente que aclararía  el caso. Se trataba del descubrimiento de varios letreros escritos en las paredes de una celda de la Fortaleza Beller que decían: “Muero sin ser libre”, “Gladys, tú sabes por qué muero”, “Esto es para hombres”, “Donde hay lucha hay sacrificio”. Dichas inscripciones tenían debajo la clara firma de Henry Segarra y en letras de molde, las siglas del MPD y de los partidos Socialista Popular (PSP) y Revolucionario 14 de Junio (1J4).

El fiscal Lemoine Belliard  estuvo en esa cárcel acompañado de miembros de la prensa, uno de los cuales, el fotógrafo Daniel A. Rodríguez, captó las imágenes con su equipo fotográfico que fueron publicadas enseguida por El Nacional y que provocó que al día siguiente, cuando intentó tomar nuevas fotos, el coronel lo insultara airado y lo despojara de su cámara, gritándole: “fresco, atrevido y abusador”.

Luego del descubrimiento de Lemoine, lo primero que hizo Almonte Máyer fue mover influencias en las Fuerzas Armadas y la Policía para evitar que se intentara investigarlo, ya que estaba consciente de que podía ser encarcelado hasta que se aclarara la realidad de los letreros encontrados en la cárcel del cuartel. También solicitó a Balaguer -según informó el mandatario- que removiera de su cargo al fiscal, alegando que era comunista y enemigo de los militares.

Almonte Máyer era un antiguo oficial trujillista que no perdía ocasión en mostrar su superioridad sobre otras personas debido a su formación militar y como uno de los ahijados predilectos de Trujillo, hijo de la exsenadora y exgobernadora Isabel Máyer, la mujer más poderosa de la Línea Noroeste, en cuya residencia, en la ciudad de Montecristi, se fraguó la matanza de haitianos ordenada por el dictador la noche del 2 de octubre de 1937.

Ante la nueva situación y con el convencimiento de que Henry había sido asesinado, el 25 de agosto de 1969, su madre Ernestina Santos y su esposa Gladys Gutiérrez, presentaron formal querella en la fiscalía de Dajabón contra el teniente coronel José Demetrio Almonte Máyer, el encargado de la cárcel de la Fortaleza Beller, capitán Ezequiel Guevarra y el sargento Chicho Ventura, militar que, según el testimonio ofrecido al fiscal por un joven de 18 años llamado Luis Radhamés Pérez Medina, introdujo a Henry Segarra en la celda solitaria donde encontraron las inscripciones que hizo.

A esta acusación se le uniría una declaración pública hecha en Santiago por el comité regional norte del Partido Comunista Dominicano (PCD), que aseguró que Henry Segarra “fue asesinado el 26 de julio en la noche, en terrenos aledaños a una unidad militar de la Fuerza Aérea Dominicana en Dajabón”. El organismo pecedeista involucró en el hecho al coronel Almonte Máyer y al joven Rafael Belliard Estévez, conocido anfitrión de Henry que -según el PCD- había sido miembro de la Policía durante los años 1963-64, en tiempos del Triunvirato, convirtiéndose más tarde en su confidente.

Como prueba de que el asesinato ocurrió en la fecha y el lugar señalados, dicho comité aseguró que varias personas residentes en el perímetro del cementerio municipal atestiguaron haber visto en la madrugada del 26 de julio a un camión oficial con los faroles pequeños encendidos que penetró en su interior y duró allí varias horas, llevando a bordo a dos soldados y dos civiles.

Me permito añadir que la filial del PCD en Santiago estaba formada por profesionales reputados de serios y honestos como Alfredo Conde Sturla, Ramón Antonio Veras, Pedro Juan Persia, Herótides Rodríguez, Gerardo Marmolejos, Domingo Rosario, Mario Robles, Rolando Bretón, Darío Santos, José A. López (El Che), Arsenio Fortuna, Tony Camilo, Juan Bautista Álvarez Espinal (Chino) y el zapatero Heriberto Rodríguez, teniendo de enlace del comité central al ingeniero José Israel Cuello Hernández, santiaguero residente en Santo Domingo.

Por último debo precisar que el MPD tenía de orientador en la ciudad de los 30 caballeros, a su dirigente nacional Rafael Francisco Taveras Rosario (Fafa), acompañado de David Onelio Espaillat Campos, Sotero Vásquez, Rafael Rivera “Riverita”, Lorenzo Vargas (El Sombrerero), Miguel Ángel Medrano (Pepe), Napoleón Bolívar Méndez (Polón) y Diómedes Robles.

sebastian_delpilar@yahoo.com

JPM

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