Hatuey De Camps: misión cumplida

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EL AUTOR es comunicador. Reside en Santo Domingo.

¡Tañen las viejas campanas con lágrimas en los campanarios de las Catedrales de todo el país!

 

Llora todo un pueblo ante la indiferencia de sus líderes y dirigentes. A borbotones se derraman esas perlas líquidas y cristalinas por los rostros de hombres mujer y niños sobre la faz de la República, porque los políticos de turno viven para que la sangre sólo regularice sus cuerpos y viven y caminan como las cordoneras de los zapatos sin tiempo ni compas.

 

«Hatuey llegó vestido de blanco al cementerio Cristo Redentor, a las 11:45, y fue recibido con fuertes aplausos de una multitud que mostraba un extraño júbilo que se mezclaba con la resignación al ver a su partido derrotado en las elecciones del domingo, en las que fue derrotada la candidatura reeleccionista del presidente Hipólito Mejía», así rezaba la reseña periodística del Listín Diario.

 

La multitud se agolpaba para ver al legendario líder vestido de blanco con una carga moral por encima de todas las vicisitudes que había pasado en una de sus últimas batallas contra el releccionismo. ¡Al fin la había ganado!

 

Hatuey se detuvo ante la tumba de Peña Gómez y a reglón seguido con su índice levantado sentenció: “¡Misión cumplida!”, entre lágrimas donde reveló un sinnúmero de cosas entre una descarga emocional irresistible. Quizás el hijo de Cotuy no se olvidaba que las lágrimas son la sangre del alma, como decía San Agustín de Hipona en su libro La Ciudad de Dios.

 

Las lágrimas son un líquido producido por el proceso corporal de la lagrimación para limpiar y lubricar el ojo. Así como las lágrimas levantaban su agudeza visual como las Águilas, Hatuey De Camps Jiménez sacando fuerzas de lo más íntimo de su ser recordaba su promesa ante el Titán de Ébano caído a destiempo quien siguió y admiró por tantos años.

Seguramente, Hatuey De Camps «el niño que nació para ser Presidente» recordaba en ese momento tan único y especial aquella frase contundente de la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou cuando afirmó:  «Porque ninguna lágrima rescata nunca el mundo que se pierde ni el sueño que se desvanece.»

 

“Quiero agradecer a la militancia del Partido Revolucionario Dominicano que nunca flaquearon, a las compañeras que se mantuvieron firmes. Hoy venimos a la tumba de José Francisco, el compañero de siempre”, De Camps Jiménez seguía a viva voz como en sus mejores tiempos. El discurso fue interrumpido cuando de Camps irrumpió en llanto y entonces la multitud le dio un aplauso prolongado. Verlo allí de una forma sombría quizás recordaba a Platón aquel filósofo griego cuando afirmaba que «cada lágrima enseña a los mortales una verdad.»

 

Ya el Nuevo Testamento en Juan 11:35 que  es el versículo más corto, señala: Jesús lloró. Sucedió ante la tumba de Lázaro. Y precisamente en un lugar común es donde el escenario cobra fuerza y sentimiento. Allí en un Cementerio llamado Cristo Redentor, también Hatuey De Camps Jiménez supo enjugar sus lágrimas ante el recuerdo que nunca se borra. Lo más seguro Hatuey De Camps en su reflexión ante la tumba de su líder por excelencia recordó a Pablo Neruda cuando escribió que «las lágrimas que no se lloran, ¿esperan en pequeños lagos? ¿o serán ríos invisibles que corren hacia la tristeza?

 

Kin Clave… un cantor suramericano hizo famosa una canción titulada: «Dicen que los hombres no deben llorar.» En casi todas las culturas, el llanto es visto como un acto específico asociado con las lágrimas que corrían por las mejillas y acompañado por los sonidos característicos de sollozos. Los gatilladores emocionales más a menudo son la tristeza y el dolor, el llanto, y en muchas culturas, el llanto se asocia con los bebés y los niños.

Algunas culturas consideran que llorar es indigno e infantil, calumniando sobre los que lloran en público, salvo si ello es debido a la muerte de un amigo cercano o un familiar. En la mayoría de las culturas, es socialmente más aceptable que las mujeres y los niños lloren respecto a los hombres. En algunas regiones de América, el llanto de los hombres es aceptable.

 

Hatuey siguió entre lágrimas su discurso. “Vinimos a decirle que misión cumplida. Ahora nos queda una gran ruta: reconstruir este partido y, por supuesto, hacer consignar la no reelección presidencial para que nunca jamás la tentación de permanecer en el poder por encima del período consignado, vuelva otra vez a tratar de hacer daño al país y al partido”, expresó.

 

Cientos de militantes del Partido Revolucionario Dominicano que acudieron a la tumba de Peña Gómez aclamaron a De Camps Jiménez como el nuevo líder de la organización.

 

Luego, el licenciado de Camps se inclinó y besó la tumba de Peña Gómez… entre gemidos y quebrantos, mientras sus seguidores entonaban consignas a favor del hijo de Cotuy nacido en Duey en 1947.

 

“Peña Gómez, hemos cumplido, ahora nos toca la gran tarea de reconstruir el partido y llevarlo al poder para hacer el gobierno que nunca hasta ahora se ha podido realizar”, dijo. Entre codazo y codazo ante esa inmensa multitud donde los sollozos se convirtieron en algo común, lo más seguro, Rafael Gamundi Cordero recordó al escritor belga Maurice Maeterlinck: «A veces no nos dan a escoger entre las lágrimas y la risa, sino sólo entre las lágrimas, y entonces hay que saberse decidir por las más hermosas.»

 

Allí estaban sus amigos y compañeros de siempre entre los cuales se encontraban Eulogia Familia, Henry Mejía, Príamo Medina, Felipa Gómez y Federico Montero, Rafael Gamundi Cordero, Juan Mañón, Juan Estévez, Domingo Rojas (Minguito), Ovi Saldívar, Ángel Mieses, Edwin García, Braulio Torres, Enriquillo Reyes y Luis Robles, se mantuvieron junto al ex-presidente del PRD.

 

Quizás en su ausencia, pero atentos, Juan David Williams y Rafael Otáñez estaban pensando y recordando lo que dijo el poeta, novelista y dramaturgo Lope de Vega en una ocasión: No sé yo que haya en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas. 

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