Guido o las mieles del poder
De hecho, más que un candidato a la presidencia de un PRD que agoniza entre el desorden y falta de liderazgo, Guido Gómez Mazara se convierte en notable aspirante a la presidencia de la república. Y eso crea pánico entre esos oligarcas pies de barro que mantienen secuestrado a un partido que cuya tradición demócrata ha sido la otra esquina del soborno. No tengo la menor simpatía por Guido y por ningún otro miembro de una organización que ha sido eslabón de una derecha de intentos. Un partido cuyo único aporte ha sido ser parte de esa cadena de corrupción auspiciada por el matadero público. Y el otro Partido se ufana bajo el cinismo de servirse para luego dejarle caer boronas al puebl nunca antes la hipocresía y el chantaje habrían llegado tan hondo en la medula moral de la nación. Ese mismo partido infestado de demagogia y petulancia pretende seguirnos sometiendo a la sociedad dominicana; a la más burda empresa corporativa, revestida del perverso color de la berenjena. Como si nuestra nación no tuviese otra salida que no fuese continuar arrodillada al imperio o una parcela a los designios del desgraciado vecino. De ahí que tenemos a Guido como punta de lanza de esos prejuicios tan alienados de la pequeña burguesía. Un sagaz aspirante convertido en pieza de ese mercadeo político a que arrastra un sentimiento de apariencia física. Miguel Vargas Maldonado como una figura carente del mas siempre razonamiento lógico, pasa a ser un elefante maniatado por sus propios desaciertos que los condenan como el personaje más incoherente ante los ojos de una burguesía que busca nuevas alternativas. Y esas sólidas posibilidades de mercado, sin lugar a dudas, las concita el hijo del fenecido secretario general del Movimiento Popular Dominicano, Maximiliano Gómez. Ya Guido despertó el fervor y la euforia de un partido que más que ningún otro puede mover como tornado esas bases que en cualquier momento se revelan hasta contra sí misma. Y Guido está bien asesorado para juzgar esas cartas que sobran o hacen en falta en la inconsistencia de Vargas Maldonado, ahogado en curiosas ínfulas de un dictador carente de elementales reglas del poder. Y Guido ha husmeado esas debilidades, más bien, esos complejos de líder que encajaban en la personalidad arrogante y díscola de Vargas Maldonado. Guido no cabría en ningún otro partido porque coincide con su opositor en marcadas ínfulas dictatoriales que en cualquier momento las bases del PRD pasan peligrosas facturas. Y nadie como Hatuey De Camps ha vivido en carne propia: las bases son para pisarlas y seguir. Y eso, sin sonrojarse ha hecho Miguel y Guido no está lejos de que en su momento vea las bases de ese partido como abejas cuya misión es colectar la miel del poder. Asunto muy peligroso en un partido carente de disciplina. Pero nada, Guido sigue apertrechado a sacarle partida a un desafío que bien manejado podría darle ese liderazgo sopesado y continuo ya descartado en la torpe personalidad política de Miguel. Reconozco que Guido tiene más cualidades para enfrentar al Partido Liberación Dominicana que ya presenta notable desgaste de poder. Nadie dentro del PLD podría enfrentar a Leonel Fernández y Guido representa ese dinamismo que exigen los medios corporativos de partidos hijos del más vil asunto de mercado. He aquí el temor de Miguel Vargas de que Guido podría cambiar esas estrategias de mercado electoral de que tanto se ufana el partido gobernante. Cuando miro la figura de Guido resaltan a mis ojos aquella imagen del ex líder estudiantil Roberto Santana y por otro lado, la del presidente de México Enríquez Peña Nieto, ambos una especie de vedette del escenario político. No es que menosprecio a Guido a quien no conozco en persona, aunque tengo referencias de docenas de amigos en común que han reiterado desde su época en Nueva York, su gran calidad de amigo solidario. Pero Guido no es un militante que pertenece totalmente a la estructura de su propio partido. Ahí difiero profundamente del ágil y desafiante joven político. Pero, en política la agilidad y el desafío, son eslabones que jamás definen ni táctica ni estrategia; asuntos al parecer poco estudiado por el dinámico político que siempre se embriaga y aspira a ser parte de las miles del poder. Y nada más.