¿Feminicidio o el gorila del hombre?
Antes de los derechos proclamados por la mujer, la pareja no contemplaba sino deberes, establecidos por el principio de la procreación, el deber del hombre, cazar o pescar, proveer alimento y el deber de la mujer, cuidar de la prole. El hombre por muy civilizado que se comporte, lleva en su código genético o ADN, el dominio de la mujer, así como la práctica de la poligamia. No podría ser de otro modo, la naturaleza no propone, dispone de acuerdo a sus leyes. El advenimiento del nodamismo, la creación del instrumento de trabajo, la agricultura, creó la división del trabajo en clases, debilitó el papel masculino del líder. La era atómica ha propiciado ventajas a la mujer que no son inherentes a la biología de la especie. La mujer de la comunidad primitiva vivía supeditada al marido que amaba, ahora en el XXI vive supeditada a sí mismo, de jugadora suplente, se ha convertido en protagonista. El hombre de hoy resulta un desclasado social, puesto que su función de defensor de un territorio ya no depende de su vigor muscular ni de su astucia. En vías de su liberación, la mujer ha postergado el sueño de la maternidad para conquistar el sueño de la flagelación y dominio del hombre. Si la cirugía facial se practica de modo más prematuro en los rostros de las esposas, no es por casualidad, sino porque en aras de su reivindicación, la mujer de hoy trabaja el doble, las agitadoras del caldo de cultivo de la separación de la pareja lo propician. Tal mujer que habla con el brazo en alto y apunta con el índice, hasta los ilustrados del XVIII le ignoraron. ¿Quién ultima a quién, la sociedad debía formularse la pregunta, quién ultraja las reglas biológicas de la convivencia, quién ama a quién, o quién de los miembros de la pareja ha transgredido el derecho del otro? La edad de las transformaciones genéticas , de las mutaciones, no es la edad del calendario escolar, habría que considerar tales atenuantes ante el acto irracional del feminicidio. La provocación intelectual de la industria de la liberación, la pugna proselitista, el discurso avieso de las que se proclaman superiores, constituyen el exceso de sal, al plato ya rebosado de la discordia, entre ellas y ellos. Si constituye delito matar por ser respetado, delito mayor sería ultrajar, confinar y burlarse del desvalido. Incitar a cometer un delito no es lo mismo que prevenirlo. Los jueces tiene la palabra, los que juzgan o perdonan, no con la luz enceguecedora de la sin razón, sino con la imparcialidad del racionalismo. Sin razón no existe la justicia y sin benevolencia, nos involucraremos en una guerra irracional de las unas contra los otros, de las que han borrado del paisaje al gorila del hombre, cuando se mullían en su regazo, cuando la relación entre mujer y hombre era de vida o muerte. ¿Qué ha ocurrido que mala memoria? Las unas, las que quieren acelerar la extinción de la especie y los otros, los que a falta de recursos, se han abandonado a su propia suerte como el gorila sin comarcas ni hembras.

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