Eva en el paraíso de Perón

¿Por
qué negar que detrás de cada hombre que triunfa haya una gran mujer? Pero Eva
nunca estuvo a las espaldas de Perón como su sombra, ella siempre fue la luz
frontal que iluminó sus senderos con amor y dedicación. En el éxito político de
Juan Domingo Perón hubo una mujer extraordinaria llamada Eva, quien estuvo
siempre a su lado. Entre ambos lograron marchar de forma paralela, al unísono,
como los dioses y las diosas de la mitología que animados por los toques de
trompetas solían halar el carro triunfal del destino.

Eva
en hebreo significa aquello que da vida. Si esta mujer resultó atractiva en el
grado de su inteligencia, se puede decir que fue una de las más hermosas del
mundo. Si esta dama era inteligente en la extensión de su belleza, se puede
expresar que fue una de las más inteligentes del universo. En cualquiera de las
dos dimensiones, Eva Perón fue verdaderamente maravillosa. Hoy más que nunca
América se empina ante su grandeza y la humanidad se eleva a la altura de su
gloria. Eva Perón (1919-1952) quiso darle a Argentina y a los pueblos
“descamisados” (pobres), lo que el cáncer le arrancó a sus 33 años de edad, su
vida.

“Sobre
Evita ya se ha dicho todo. O a lo mejor todo está por decirse”. -Eva Perón poco
antes de su partida-. El seco otoño del hemisferio sur fue testigo de un tierno
acontecimiento, la llegada de la última descendencia de Juan Duarte y Juana
Ibarguren, quienes vieron nacer a María Eva, la cual abrió sus ojos el 7 de
mayo de 1919 en el campo La Unión, un sector del área de Los Toldos, en el
centro norte de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Juan el padre de Eva,
mantenía dos familias, una llamada “legítima” de seis hijos y otra tildada de
“adúltera” de cinco vástagos procreados con Juana, a quien despectivamente
llamaban “la amante”.

Aquello
de que “cada niño o niña nace con su pan debajo del brazo” puede ser verdad
pero en las cunas de los descendientes de la fortuna. Eva no nació en un
paraíso sino en una pobre comunidad rural, donde la miseria negaba a los hijos
de los campesinos tener derecho a comer, aunque fuesen las “manzanas
prohibidas”. Décadas después Eva diría, “Los ricos todavía creen que donde
comen tres bocas hay también para cuatro. ¡Cómo se ve que nunca han visto de
cerca la pobreza!”.

Lo
que Eva trajo al llegar a este mundo de injusticia fue un título de
discriminación que la marcó para toda su vida. Su acta de nacimiento la
reconocía como hija “adulterina e ilegítima”. ¡No puede ser! No hay de que
asombrarse, esa era la costumbre en la Argentina de principio del siglo XX.

La
humillación de por vida era el castigo impuesto por una sociedad que explotaba
dos veces a los pobres, en su trabajo y en su dignidad. Pero los niños van
creciendo alegres y bulliciosos sin advertir nada de esto. Sin embargo, la
gente de dinero no pierde la ocasión para sacar su látigo de tortura y lacerar
el alma de los desposeídos.

Al
cumplir sus seis años Eva recibiría el peor castigo moral que un menor puede
soportar en esas delicadas edades en que el recuerdo será un arbolito con
espinas que crecerá en el tiempo.

Aconteció
que a la muerde de su padre en un accidente automovilístico en 1926, la hija
adulterina fue impedida por sus “hermanas legítimas” y algunos de la “alta
sociedad”, de entrar a la sala donde velaban los restos de su padre, siempre
ausente en su vida. El escándalo hizo llorar a la niña más por la injusticia que
por la propia muerte de su progenitor, cuya “familia legítima” se lo había
robado en vida y ahora también en muerte, para impedir que la imagen de su papá
quedara en su memoria infantil.

¡Maldita
alta sociedad! Exclamo yo hoy con mi piel cubierta de púas como un erizo,
siento la irritación de la impotencia. Y expreso “maldita” porque es la palabra
más próxima a mi suprema indignación que no tolera el menor maltrato moral a
una pequeña vestida de inocencia. Esas son las razones por la que nunca he soportado
el ultraje ni la discriminación intransigente.

Asumo
el pleito de Eva como una causa fundamental de mi conciencia y cubierto con mi
toga negra y mi birrete de borla blanca, proclamo en la barra de su defensa:
¡Abusadores de la infancia desamparada!, protegidos por las leyes del complejo
social, ustedes deberán pudrirse en la indiferencia de un pueblo que reclama a
gritos, ¡basta ya de sus prejuicios indecorosos e infamantes!

Tras
el fallecimiento del cabeza de familia, los Duarte Ibarguren quedaron al
desamparo, sin ingresos mínimos para alimentarse, bordeando la categoría de
miserables. Eva sintió que estaba en el infierno sin haber cometido pecado, con
la agravante de que ni ella ni sus hermanos al ser descendientes adulterinos
fueron protegidos por “los códigos argentinos que defendían los sagrados
derechos de la niñez”.

La
familia decidió emigrar de la comunidad natal como las aves que abandonan los
espacios donde escasea la comida. Mas una madre con cinco niños que demandan
atenciones es un peso que impide un profundo vuelo. Sin embargo, doña Juana
pondría un pequeño negocio de expendio de comida.

Ciertamente
la Providencia caritativa no abandona sus hijos a mitad del trayecto. Se
abrieron muchas puertas solidarias, no faltó el pan, pero el mote de familia
adulterina fue una especie de avería en las velas de un barco, que
imposibilitaba llegar con facilidad a los puertos de oportunidades de trabajo y
de escuelas. Por lo tanto, no había otro camino para Eva a sus quince años que,
“hacer camino al andar”.

Rumbo
a la Capital sin capital

Eva
o Evita viajó para hacer realidad su vocación infantil de ser artista
declamadora o actriz. Llegó a Buenos Aires tan desprotegida como nació. En su
equipaje algunas pertenencias y muchos sueños. Ya estaba en la Capital sin
capital en su portamonedas. La gran urbe sudamericana era entonces un extraño
mundo de dos caras, la de la riqueza y la de la pobreza.

Buenos
Aires era una especie de monstruo devorador de ensueños. Mas Evita quería ser
actriz, subir con su incuestionable talento a las tablas del teatro a vivir lo
que su indigencia le había siempre negado.

Allí
en el mundo de la ficción podía representar todos los papeles asignados; como
ser princesa, emperatriz, Primera Dama, jefa de sindicato, obrera y hasta
explotadora de los infelices que lo dan todo y solo reciben desventuras. En
ese universo de vivencias aprendería a
ver la realidad con su color auténtico. En aquel lugar, en el mundo del teatro,
Eva conocerá los rostros escondidos detrás de sus máscaras. Ella en el
escenario se dio cuenta de cómo hay personas que fingen con naturalidad
asombrosa, son actores en su quehacer diario donde se convierten en expertos en
disimular y mentir, cuando suben a las tablas no tienen que esforzarse en
representar sus papeles.

En
el escenario, en este especial laboratorio de las virtudes y bajezas de los
hombres y las mujeres en el que dejaron sus enseñanzas los autores clásicos:
Sófocles, Esquilo, Eurípides, Lope de Vega, Racine, Molière, Shakespeare, y
otros; aquí en el templo de las artes dramáticas Evita tejió un cedazo para
valorar las lágrimas de sinceridad o de falsedad. Luego cuando hizo cine
también entendió cómo para muchos “todo es pantalla”.

En
esa cuasi universidad de caracteres humanos comprendió que la “vida es un
teatro” o una película en la que se ríe y se llora. Desde entonces se propuso
luchar fuera del teatro o detrás de las cámaras, a favor de los que sollozan
para que pudieran algún día sonreír.

Concedo
las palabras a Evita para que nos cuente con el tono oratorio de su propia
emoción, lo que piensa de la pobreza y la injusticia. “No comprendía que
habiendo pobres hubiese ricos y que el afán de éstos por la riqueza fuese la
causa de la pobreza de tanta gente… He hallado en mi corazón, un sentimiento
fundamental que domina desde allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese
sentimiento es mi indignación frente a la injusticia. Desde que yo me acuerdo
cada injusticia me hace doler el alma como si me clavase algo en ella… así como
algunas personas tienen una especial disposición del espíritu para sentir la
belleza como no la sienten todos, más intensamente que los demás, y son por eso
poetas o pintores o músicos, yo tengo, y ha nacido conmigo, una particular
disposición del espíritu que me hace sentir la injusticia de manera especial,
con una rara y dolorosa intensidad”.

Este
corazón sensible definió temprano “La razón de su vida”. Evita decidió estar de
lado de los oprimidos y combatir la injusticia con su alma de mujer. Ella formó
una conciencia de su deber social, asumió el compromiso de una lucha desigual
pero justa, se atrincheró en sus principios y enrumbó los cañones hacia una
sola orientación, ya su lucha en contra de la injusticia estaba casada. A
partir de ahora la estrella de la reivindicación de los derechos de los obreros
y de la mujer argentina guiaría los pasos de Evita a sus 23 años de edad.
–“Algún día todo esto cambiará… algún día todo será distinto… el destino me
dará un lugar, muy humilde pero lugar al fin, en la hazaña redentora”, decía
Evita.

Eva
desde un infierno al paraíso

Lo
impredecible a veces arrastra los hilos del azar para bien o para mal. La vida
en tal circunstancia oscila como un péndulo entre la fatalidad y la dicha. El 5
de enero de 1944 un terremoto destruye la provincia argentina de San Juan,
millares de personas mueren, el 90% de las viviendas y edificios se van al
suelo. Se considera el evento más
destructivo que se había registrado en la historia del país. El 22 de enero se
lleva acabo un acto en beneficio de las víctimas de la tragedia. Sentados en la
primera fila están Juan Domingo Perón, un prestigioso y apuesto militar que es
funcionario del Gobierno; a su lado, por pura dicha, la ya famosa actriz Eva
Duarte.

Ambos
conversan animadamente como si se conociesen desde hace muchos años. A partir
de esa noche ya no se separarán jamás. “Allí le conocí franco y cordial,
sincero y humilde, generoso e incansable, allí vislumbré la grandeza de su alma
y la intrepidez de su corazón. Viéndolo se me ensanchaba el espíritu como si
todo aquello fuese cielo y aire puro. La vieja angustia de mi corazón empezaba
a deshacerse en mí como la escarcha y la nieve bajo el sol”, confiesa Evita.

Y
testimonia: “Por fin llegó «mi día maravilloso». Todos, o casi todos,
tenemos en la vida un «día maravilloso». Para mí, fue el día en que
mi vida coincidió con la vida de Perón. El encuentro me ha dejado en mi corazón
una estampa indeleble; y no puedo dejar de pintarla porque ella señala el
comienzo de mi verdadera vida. Ahora sé que los hombres se clasifican en dos
grupos: uno, grande, infinitamente numeroso, es el de los que afanan por las
cosas vulgares y comunes; y que no se mueven sino por caminos conocidos que
otros ya han recorrido. Se conforman con alcanzar un éxito.

El
otro grupo, pequeño, muy pequeño, es el de los hombres que conceden un valor
extraordinario a todo aquello que es necesario hacer. Estos no se conforman
sino con la gloria. Aspiran ya el aire del siglo siguiente, que ha de cantar
sus glorias y viven casi en la eternidad. Hombres para quienes un camino nuevo
ejerce siempre una atracción irresistible. Para Alejandro fue el camino de
Persia, para Colón el camino de las Indias, para Napoleón el que conducía al
imperio del mundo, para San Martín el camino llevaba a la libertad de América.
A esta clase de hombres pertenecía el hombre que yo encontré”.

El
apoyo de Evita a Perón rompió los límites. Por vez primera en Argentina una
mujer hace política a favor de su futuro esposo, quien por sus relaciones con
la clase obrera y los postulados justicialistas de su pensamiento, motivó un
golpe de Estado de los sectores contrarrevolucionarios. En la primera semana de
octubre de 1945 Juan Domingo Perón es apresado con fines de ser posteriormente
fusilado. Eva Duarte, su abnegada compañera sentimental y de lucha, movió desde
la clandestinidad a los obreros de la Central General de Trabajadores, que
corrieron como hormigas de todos los barrios y se concertaron más de un millón
en la Plaza de Mayo. Los protestantes asistieron con antorchas encendidas a
exigir la puesta en libertad de Perón. Eva le habló a la multitud ese
inolvidable 17 de octubre de 1945. Escuchemos sus palabras:

“Ustedes
sabían que Perón estaba dispuesto a morir por este pueblo, ahora los enemigos
deben saber que el pueblo está dispuesto a morir por Perón. Yo les pido, -es
interrumpida por los aplausos- yo les pido
hoy compañeros una sola cosa: que juremos todos públicamente defender a
Perón y luchar por él hasta la muerte. –Ovación y aplausos-. Y nuestro
juramento, nuestro juramento será gritar durante un minuto para que nuestro grito llegue al
último rincón del mundo. “La vida por Perón”, Eva supremamente emocionada se
volcó en lágrimas, mientras la multitud gritaba “La vida por Perón”.

La
masa enfurecida con sus antorchas encendidas vociferaban cada vez más alto, “La
vida por Perón”. Los golpistas temían a que los furiosos seguidores de Perón
hicieran de la ciudad una sola hoguera y fue necesario liberar al encarcelado bajo el compromiso de calmar la multitud.
Perón habló desde el balcón de la casa Rosada sede del Gobierno, “Trabajadores,
muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una
enorme satisfacción, pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino,
porque interpretaré este movimiento colectivo como el renacimiento de una
conciencia de los trabajadores”.

Cinco
días después de estos acontecimientos ocurriría el esperado casamiento. El 22
de octubre de 1945, a las 7:30 de la noche, entraron al registro civil de la
ciudad de Junín, el contrayente Juan
Domingo Perón, quien se declaró viudo de 50 años y María Eva Duarte Ibarguren
se declaró soltera de 26 años. Dos meses después el 10 de diciembre a las 8:25 de
la noche, se casaron por la Iglesia.

A
los 7 meses de su casamiento Juan Domingo Perón es el presidente de Argentina y Eva Perón, con
apenas 27 años, es la Primera Dama, pero esta vez lo era de verdad, no como en
los papeles que representó como actriz. A ella le pareció irreal. La hija ilegítima
siendo Primera Dama de Argentina recibiría en su despacho una pequeña comisión
que deseaba felicitarla por su éxito. –“Pasen”, expresó doña Eva de Perón. ¡Oh
sorpresa! Quienes entraban a su despacho eran las mismas personas que no la
dejaron despedir a su padre en aquel escándalo cuando ella tenía seis años.
“Buenos días”, -les dijo con sinceridad y sin rencor a sus “hermanos
legítimos”. Evita pensó, Ciertamente, ¨la vida es un teatro”.

La
gestión de Juan Domingo Perón recibió más elogios que abucheo, esto último de
los sectores de la oligarquía rancia y lo primero, de los grupos populares. No
obstante, al margen de lo bueno o de lo malo, nadie negará que no ha habido en
la historia contemporánea otra pareja presidencial con el prestigio de Eva y
Perón y se puede decir con seguridad que no lo habrá otra igual. Ellos
rompieron el molde. Quizás ya no existe otro patrón porque ni con la moderna
clonación se podrá obtener otro doble de esta unión irrepetible, que fundieron
su enorme amor en uno solo. Por eso no
se puede escribir Perón sin Eva, como tampoco, Eva sin Perón.

Eva
reivindicó su nombre ante la humanidad, no ignoraba lo de Adán, por eso, como
la tocaya del Génesis, después de ser sacada del paraíso por incitar al pecado,
Eva Perón le recordó a todas las generaciones de la historia que de sus
costillas fue creado su compañero, pero no únicamente un compañero sentimental,
sino los descamisados que son los pobres desposeídos de la riqueza. Eva Perón
regresó con su lucha a favor de los descamisados al paraíso, donde reposan para
siempre las almas de mayor pureza. Allí está ella rodeada de sus descamisados y
abrazada con ternura infinita con Perón.

El
final de Eva Perón, 26 de julio de 1952

El
cáncer persiguió a Evita Perón con más impiedad que sus enemigos, quienes
llegaron al colmo de la indolencia colocando pancartas en las ventanas de sus
casas, “VIVA EL CÁNCER”, decían algunas de ellas. El final esperado por los
malvados llegó la noche del 26 de julio de 1952. “La Argentina nunca había visto antes un
dolor semejante. El cuerpo incorruptible fue velado durante 16 días bajo una
lluvia helada y persistente. Dos millones de fieles la despidieron en las
calles. Medio millón de bocas besaron su ataúd. El Papa recibió 26 mil pedidos
para convertirla en Santa”

“Y
la Argentina detuvo su corazón”, https://www.youtube.com/watch?v=iWhfXVGcsr8,
así se llama el famoso documental sobre los funerales de Evita. Quizás nunca la
historia de la humanidad había sufrido una muerte con tanto pesar. Cientos de
millares de flores caían como si el firmamento fuese un inmenso jardín
destinado a desplomarse sobre el féretro de Evita.

“Mis
queridos descamisados. Yo no valgo por lo que hice. Yo no valgo por lo que soy
ni por lo que tengo, yo tengo una sola cosa que vale, la tengo en mi corazón,
me quema en el alma, me duele en mi carne y arde en mi pecho. Es el amor por
este pueblo y por Perón. Si este pueblo me pidiese mi vida se la daría
cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que mi vida. Yo
sé que Dios está con nosotros porque está con los humildes y desprecia la
soberbia de la oligarquía y por eso la victoria será nuestra. Y aunque deje en
el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo
llevarán como bandera a la victoria”. Eva Perón.

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