Eusebio Leal, el ilustre cubano que amó a La Habana

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Eusebio Leal.

POR NUBIA PIQUERAS GROSSO

Panamá, 31 jul (Prensa Latina) Un encantador de personas fue Eusebio Leal, cuyas dotes de orador le antecedían como credencial, demostradas en su habitual programa televisivo Andar La Habana, donde con refinado discurso atrapaba más allá del conocimiento del público.    Y es que Eusebio tenía el don de hablar con imágenes, con el corazón, desde la convicción y la sabiduría que solo los grandes predicadores y conocedores de la historia y los orígenes saben hacer para cautivar a la gente.

En sus palabras, siempre encendidas y con una dicción impecable, brotaba el amor a la Patria, a los padres fundadores de la nación cubana, a los próceres que sembraron la semilla de la definitiva independencia y a Fidel Castro, el líder de la Revolución que como ninguno supo ensalzar la obra de Eusebio.

Pero también emergía la adoración infinita por su querida Habana, a la que como un novio celoso siempre defendió y hasta el día de su muerte le reparó muchas viejas heridas para convertirla no solo en Patrimonio de la Humanidad (1982), sino también en una de las ciudades maravillas del mundo.

De la entrega y devoción por una de las siete primeras villas fundadas por los colonizadores españoles en Cuba, el 16 de noviembre de 1519, dan fe sus pobladores, quienes hoy lloran la partida y de seguro levantarán un monumento a quien hizo mucho por la Habana Vieja, como dijo uno de ellos.

En abril de 2015, Panamá lo acogió por última vez en sus calles, al igual que la Embajada de Cuba en esta capital, que visitó tras rendirle homenaje al Apóstol José Martí, a quien siempre tuvo en el pensamiento y verbo por su cubanía, a pesar de vivir gran parte de su vida en el exilio.

«Nada se cambió en él, ni su acento, ni su gusto por las comidas cubanas, ni su concepto cubano de la amistad, ni su condición de maestro de alumnos en Nueva York; allí es donde se convierte de José Martí, el orador, poeta y el periodista, en el Apóstol como fue llamado (…), el Apóstol de la Independencia de Cuba», dijo en una ocasión.

Durante su estancia en el Istmo, como parte de la delegación de la mayor de las Antillas que asistió a la VII Cumbre de las Américas, Leal visitó el Casco Antiguo de la ciudad y las ruinas de Panamá Viejo, el centro fundacional de la urbe citadina, ambos Patrimonio de la Humanidad.

Sobre su obra en el campo de la restauración patrimonial muchos conocen aquí, por eso los ediles de la caribeña ciudad de Colón abogaron por proyectos de cooperación en esta rama durante un encuentro con Aleida Guevara, la hija del Che, en su visita en 2019 a Panamá.

Por todo ello, «con lágrimas en los ojos», como expresara un internauta en Twitter, los cubanos y el mundo le dicen adiós a este «hijo ilustre» de la nación caribeña, al «buen hijo de Fidel» y al «sincero amigo».

Se marchó solo cuando legó una obra donde predomina el visible rescate al núcleo originario de una urbe de cinco siglos, pero sin duda alguna será recordado más por la devoción a hurgar en los resquicios de la historia y lo ilustrado y culto de su vocación de patriota que tuvo a Cuba en un cimero pedestal.

A partir de ahora, cuando los visitantes lleguen ante El Templete, sitio que simboliza la fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana, deberán parafrasear su inscripción en latín y decir: Detén el paso, caminante, que andaremos La Habana junto a Eusebio Leal.

 

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