Esto también es globalización

Los dominicanos están hartos unos, preocupados muchos, indiferentes otros frente a la así llamada invasión pacífica de haitianos cuya proporción dentro del total de la población aumenta sin cesar. Exactamente igual reaccionan los americanos, los españoles y hasta los italianos ante la presencia masiva de dominicanos y otros nacionales en algunas de sus ciudades y regiones.

Franceses, italianos, alemanes y escandinavos están también preocupados o hartos de tantos inmigrantes que como refugiados del hambre o de la guerra o de ambos invaden irremediablemente sus países.  Es una historia que se repite. Antes los cubanos invadieron la Florida, los nicas irrumpieron en Costa Rica, los mexicanos en Estados Unidos, los salvadoreños  en el norte, los colombianos en Venezuela y ahora a la inversa, los paraguayos y bolivianos en Argentina y antes los italianos y españoles en ese mismo país sudamericanos. Todo ese flujo migratorio en oleadas desatadas por la prosperidad relativa y transitoria de un país respecto a la pobreza o hundimiento relativo de otro país eran procesos mas o menos predecibles, mas bien aislados y rara vez, excepto en tiempo de guerras mundiales, adquirían una dimensión inmanejable.

Ahora es distinto por la escala, por el número de personas involucradas, por la criminalización del tráfico, por la velocidad del proceso, por los móviles que lo impulsan y por el efecto de estos factores combinados en tiempo y espacio. Sobre todo y especialmente, el proceso es ahora global, simultaneo, irreversible y a todas luces catastrófico tanto para los que emigran como para los que reciben y soportan esa marea.

Las mismas imágenes empleadas por la publicidad para vender prosperidad y los productos que la identifican exacerban la presión migratoria; desatan una carrera incontenible donde nadie quiere quedarse atrás, donde la idea misma de no intentar emigrar es absurda, impensable. Nadie se siente en ánimo de renunciar a la parte del paraíso que le prometió la televisión o el cine y a ninguno de los que emigran le importa un pepino la economía, el empleo ni las consecuencias que para el país emisor tanto como para el receptor desencadena el proceso.

En todos los casos, los inmigrantes, cuando son pocos, tratan de asimilarse y de adoptar las costumbres, los valores y las normas de los países de acogida pero a medida que su número aumenta, en lugar de asimilarse procuran diferenciar y reafirmar su identidad; tratan de reproducir la cultura y conducta de su país de origen en el nuevo territorio  y esto es lo que realmente desata el malestar y la violencia cuando los locales o nativos se percatan de que, los extranjeros quieren su ley y sus costumbres no solamente en el área que ocupan como Chinatown, Pequeño Haití, Little Havana, Lavapíes, Cuatro Caminos, Corona etc. sino que pretenden extender esa, su cultura y valores a todo el territorio y población con la cual coexisten. Si los dominicanos en España o los haitianos aquí se conformaran con Cuatro Caminos allá o el Pequeño Haití aquí no habrían tantos problemas como resultan de su presencia disociadora en todas partes y peor aun, del reclamo derivado porque, al menos los dominicanos, se creen con un derecho adquirido en franca negación del respeto debido  las leyes y las costumbres del país anfitrión.

Los países de acogida de inmigrantes gastan dinero tratando de impedir la entrada de estos y acomodando las facilidades mínima con las cuales lidiar con aquellos que a pesar de todo lograron entrar. Ninguno tiene una visión de conjunto. Ninguno entiende que ninguna isleta de prosperidad puede sobrevivir intacta rodeada de miseria y que el único camino para estabilizar los “daños” causados por inmigrantes o revertirlos es fomentando la prosperidad y el orden civilizacional en la población de los países emisores. Pero la “Máquina” que es tan eficiente para producir dinero no puede pensar en las otras consecuencias de largo plazo de las acciones emprendidas para producir esa riqueza. Esta parece ser una contradicción insuperable del comportamiento de la “Máquina”. Ya la vivieron los romanos.

La Europa de hoy, tranquila, satisfecha y debidamente entretenida con el futbol no es rival para los muertos de hambre de todas partes que no tienen nada que perder. Los millones de gordos y obesos estadounidenses atiborrados de comida, TV y espectáculo chatarra y los otros millones de posesos de alucinógenos, todos consumiendo las mismas fantasías tampoco son rival para los dominicanos, latinos y desesperados de todas partes que legal o ilegalmente invaden ese país no para acomodarse ni acogerse a sus leyes y costumbres sino para usufructuarlas y al hacerlo subvertirlas. Cuando Kennedy acuñó su famosa frase: “no preguntes que puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tu por tu país” evidentemente que no conocía ni se imaginó el impacto de la presencia dominicana en los Estados Unidos.

En todas partes, con una que otra variante acontece lo mismo. El desorden se extiende. La gobernabilidad disminuye pero las desigualdades aumentan. No hay manera de equilibrar el futuro porque la “Máquina” no puede dejar de producir riqueza y desigualdad ni los pobres de todas partes van a dejar de soñar con arrancarle la tajada que le prometió la publicidad.

¿No querían globalización? Ahí la tienen.  Estas emigraciones masivas, catastróficas y violentas también son parte de la globalización, tan esencial e íntima como los tratados de comercio y cada pieza de legislación que los protege. Y todavía falta la crisis económica, le ecológica y la cultural. Pero no se deprima nadie, que de los incendios desatados por este caos nacerá otro orden pero no antes de que hayamos agotado todas las posibilidades de hacer lo mal hecho.

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Juan Ernesto Silva
Juan Ernesto Silva
2 Años hace

continuacion: las guerras, la intolerancia politica, o las catastrofes naturales tienen otras motivaciones comprensibles.
Hacia U.S.A los inmigrantes ilegales, marchan pertrechados de dolares para pagar el transito y refugios manejados por mafiosos y coyotes armados bien organizados. ! puro crimen organizado!

Juan Ernesto Silva
Juan Ernesto Silva
2 Años hace

E fennomeno de la emigracion irregular centroamericana hacia los U S A ,tieneel ingrediente del microtrafico de drogas, sus titiriteros financian con un promedio de 12 mil dolares cada inmigrante alucinado de promesas y facilidades utopicas. Nadie que disponga de esa pequeña fortuna sale de Republica Doninicana en yola si no es financiado por los mafiosos que tienen dinero por montones. ! pobre gente pendeja ! los refugiados de guerra es- cont.

Juan Ernesto Silva
Juan Ernesto Silva
3 Años hace

Otro magistral enfoque de Melbin Mañón. Si los paises poderosos se hubieran ocupado de auspiciar gobernantes honestos para sus pueblos, pocos saldrían hacia el extrangero, Es curioso que nadie emigre para Cuba, Venezuela, o Rusia. a pesar de su orden, adelantos y riquezas. o, me equivoco???