Erik Prince de Blackwater: ¿héroe o villano?
POR HUGO R. GIL
Durante las últimas semanas ha cobrado notoriedad pública el nombre y la figura de Erik Prince y su corporación de mercenarios conocida como Blackwater. La razón principal de este súbito ascenso a la palestra pública es la cada vez más difícil situación del pueblo venezolano a raíz de lo que parece ser el triunfo abrumador de la oposición en los comicios del 28 de julio del presente año y concomitantemente la negativa en aceptar la derrota de parte del gobernante venezolano Nicolás Maduro y el grupo que le acompaña en el poder.
La gran frustración que afecta a los venezolanos al no poder alcanzar una transición pacífica y negociada a la crisis, junto al apoyo y reconocimiento multitudinario de la mayoría de los presidentes de los países del mundo, ha motivado a que se plantee la posibilidad de una salida forzosa del conflicto.
Esto ha servido de escenario para que Erik Prince y su ejército de mercenarios hayan sido considerados como un recurso viable para buscar la solución al problema venezolano por vía de la incursión armada para extraer por la fuerza a los que todavía al momento de escribir esta nota dirigen la cosa pública venezolana.
Incluso esta alternativa cobra un poco más de fuerza en vista de que se ha descartado toda posibilidad de intervención armada de parte de Los Estados Unidos o alguna agencia multinacional como la ONU o la OEA.
A este escenario se une la falta de apoyo claro y definitivo a Maduro de parte de países cuyos gobernantes se inscriben dentro de la línea socialista, como es el caso de López Obrador en México, Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia y aún más dramáticamente el abierto reconocimiento del triunfo de la oposición en Venezuela de parte del presidente socialista de Chile Gabriel Boric.
Naturalmente, la corporación Blackwater, que actualmente responde al nombre de Academi, requiere de un monto considerable de dinero para mover sus aproximadamente 5,000 soldados a territorio venezolano. Muchas son las personas que a nivel global ven con amplia simpatía esta posible solución extrema a la problemática en Venezuela y su consecuente retorno a la normalidad democrática.
Asunto financiero
Ante la falta de una solución por vía de los recursos locales y la inhabilidad de las fuerzas transnacionales para aglutinarse y ayudar a Venezuela, todo parece indicar que la salida del problema es un asunto financiero.
Este tipo de soluciones extremas a problemas nacionales no es del todo nada nuevo. A lo largo de la historia se han registrado episodios en los que grupos con recursos bélicos son reclutados con la finalidad de buscar salidas violentas a problemas cuyas soluciones han rebasado el nivel de entendimiento negociado o pacífico.
Es de todos conocida la reciente participación del grupo Wagner en el conflicto ruso-ucraniano. A nivel más individual se han reportado casos de sicarios, o personas especializadas en “sacar” del escenario, por una suma de dinero, a otras personas con las que no ha habido entendimiento posible.
Más allá de la frustración que todas las personas sensatas experimentamos ante el drama venezolano, cabe preguntarse qué tan justificable es que sintamos esta especie de urgencia de que alguien intervenga en el asunto, sin importar que haya que pagarle una alta suma de dinero y aún más, sabiendo que esto implicaría la potencial pérdida de la vida de algunos de los participantes en el conflicto. ¿Se justifica que consideremos como necesidad la eliminación física de personas para resolver un problema de la naturaleza que sea?
Yo personalmente soy de los que se ubican del lado del respeto a la vida humana en todos los escenarios posibles. Creo en la solución pacífica y negociada de los problemas de la humanidad. El alto desarrollo de la civilización y los grandes avances que hemos alcanzado en cultura, ciencia y tecnología son una invitación clara a optar por opciones que conlleven al respeto a la vida humana y de manera más amplia, a la vida del planeta en cualquiera de sus niveles y formas.
Sin embargo, reconozco que se dan ocasiones en las que la alternativa pacífica y negociable se torna poco práctica o inalcanzable debido, principalmente, a la prevalencia de la sinrazón y al apego de ciertos grupos e individuos a intereses particulares basados en creencias, ambiciones, ideologías o intereses de índole monetaria.
Estas posturas inflexibles conducen a un callejón sin salida que no deja otra alternativa sino la búsqueda de una solución a través del ejercicio de la violencia.
Cuando la maldad y la injusticia, motivadas por intereses o pasiones incontrolables, llegan más allá de ciertos límites, se provoca un cúmulo de iras incontenibles que invoca salidas violentas y desesperadas. Es como sucede con un animal al cual se le acorrala. Al no tener vías de escape, su natural mecanismo de defensa se transforma en a una fuerza ofensiva que lleva a una salida trágica.
Esto, aunque no justifica, sí explica la violencia como último recurso. Los participantes y manejadores de crisis tenemos la tarea de evitar que los conflictos lleguen a un punto sin retorno, si queremos evitar soluciones violentas.
Cuando la víctima se queda sin alternativa, genera empatía; a su vez el victimario provoca antipatía y altos niveles de rechazo de parte de la mayoría. En ese punto, cualquier intervención que alimente la esperanza en vías de solución será deseada y celebrada como una alternativa apetecible.
Eso es lo que explica la eliminación violenta de los tiranos de la historia; eso es lo hace que un ladrón como Robin Hood (el que roba con capucha) pase a ser un líder aplaudido por las masas de su época. Esos es lo que anima a la gente a desear que Maduro y sus secuaces salgan de Venezuela lo antes posible.
Esto es lo mismo que nos llevó a los dominicanos a experimentar una alegría eufórica por la eliminación física de un tirano que mantuvo a un pueblo sojuzgado por más de treinta años; lo mismo que nos lleva a reconocer a un sicario (matador a sueldo) como Eric Prince quien en corto tiempo pasa de ser un villano a sueldo a una estrella que llena las pantallas de los medios de comunicación de masa y encarna, aunque sea motivado por un incentivo económico, la esperanza perdida de los que amamos la libertad, la justicia y la libre determinación de los pueblos.
jpm-am
hablando las gentes se entienden,las guerras se sabe cómo empiezan y nunca como terminan.maduro se está quedando solo y huirá,cuando le caiga la primera ficha entre sus principales colaboradores,se le armará el efecto dominó.miremos cómo han sufrido las gentes de libia,siría,iraq dónde los grupos mercenarios blackwater y wagner participation,ciudades destruidas y millones de muertos,no pidamos eso para venezuelamaduro caerá.paz
con inteligencia,que se les hagan oferta$ de seguridad personal ,que no puedan rechazar a sus colaboradores cercanos,cuando algunos las acepten,hasta ahí llegó #1
yo soy de los que apoya sacar al maduro y su régimen, por las buenas o por las mala, vivo o muerto. soy anti-abusador por naturaleza, y eso es los que son los dictadores, unos abusadores.
varios países deberían colaborar para remover esa cúpula corruptas de venezuela