Epidemia del atraco

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El atraco es un mal epidémico que proviene de la falta de libertad económica, del colapso educativo, de la frustración, y en ocasiones, de un descalabro de los genes, de aquellos que sin motivo alguno, declaran tener las llaves de la muerte por el placer de divertirse ante el sufrimiento de sus víctimas. Sabemos que a los criminales no les gusta vivir en el anonimato, delinquen por el protagonismo de burlar a la justicia. No se trata de colocar una embarcación junto al muelle, ni de comer y beber en exceso, se trata de que se nos permita disfrutar de las estrellas, sin tener que agudizar el oído tras el golpe que acecha sobre nuestras cabezas. El atraco, como el ébola, se pueden derrotar, porque pertenecen a la familia de las enfermedades provocadas. La práctica de la intolerancia contra el atraco es lo único que nos puede liberar de los atracadores, de los que atracan con armas químicas mediante una simple firma y del burdo atracador que atraca con mano homicida, doblega a sus víctimas, favorecido por la quietud y la falta de vigilancia. La medicina actual, rica en paliativos, alivia el dolor, pero se olvida de la causa que lo provoca, lo mismo le ocurre a los administradores de bienes ajenos, adormecen el dolor de cabeza del pueblo y de contragolpe lo estimulan. Cómo permitir que se ultraje a la ciudadanía o a un turista que le arrojen al suelo, le despojen de sus bienes y le ultimen. El atracador, además de cometer el acto alevoso, perjudica a la imagen de la nación donde se haya perpetrado el hecho, al erario, por cuanto el turista no viene a pedir sino a engrosar las arcas. Los que administran, los directores de la orquesta social, deberían combatir el atraco desde su origen. La vulnerabilidad de un país depende del grado de corrupción de sus administradores, de la negligencia de la autoridad y de la molicie que propicia el poder. Si el miedo, el estado persecutorio, la inseguridad predomina, no existe seriedad en el comportamiento de los que dirigen. La paternalidad del atraco proviene del saqueo estatal en aquellos países, que en vez de multiplicar los panes, se roban la harina, en aquellos países, que sus administradores, en vez de conciliarse con la austeridad, la repudian con sus acciones. ¡Eh ahí la fórmula mágica de la rebelión de los pueblos!

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