Entonces yo soy fundamentalista

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EL AUTOR es investigador y asesor empresarial.

Me sorprende ver con la facilidad que las personas etiquetan a otras, adjudicándoles calificativos, si estas ejercen su derecho de disentir, protestar y exigir pacíficamente lo que entienden que les corresponde como ciudadanos de un país libre y democrático.

Es muy fácil señalar, enojarse y ejercer violencia verbal contra otra persona, solamente porque no está de acuerdo con la forma en que esa otra persona piensa, ni comparte su visión de vida, y porque simplemente ejercerse el derecho que le asiste de pensar y creer lo que quiera.

Lo que me deja atónito es que las personas que más exigen tolerancia, son las menos tolerantes, las que más hablan de amor, son las menos amorosas, las que más reclaman libertades son las más intransigentes, las que más reclaman democracia son las más antidemocráticas.

Las que dicen sufrir violencia, son las más violentas, las que muestran con donaire su capacidad intelectual, son las que menos sabiduría muestran, las que dicen ser abiertas son las más cerradas, las que parecen defender la vida, son las que reclaman la muerte legal de inocentes.

Parecería que el mundo se está volviendo loco. Cada vez se torna más difícil entender la lógica de la nueva tendencia del comportamiento humano. Una lógica de comportamiento que no tiene lógica y cuya norma es ir en contra de todo, y fundamentalmente contra aquello que le lleve a cuestionar su ego.

Una lógica que te lleva de vuelta al hedonismo destructivo por propia naturaleza, una lógica que te hace creer que eres humilde, pero que los frutos te delatan. Una lógica basada en el sentimentalismo que lleva a alimentar el deseo y a eliminar todo aquello que no represente placer por placer.

Una lógica que en una supuesta búsqueda de equidad e inclusión, erosiona los cimientos de las sociedades desde la raíz, debilita las relaciones humanas trascendentes, debilita la unidad familiar, hace superficial la amistad y no da el justo valor a la vida.

Lo más triste es que esa tendencia arrastra a los incautos débiles de personalidad, que con buenas intenciones, caen en la trampa del discurso basado en un sentimentalismo sin base de amor, en una moral sin moral, en una libertad sin libertad, en una vida sin vida.

Y como es lógico, todo ese movimiento creciente que busca esa lógica y ese comportamiento para toda la sociedad y el mundo, necesariamente tiene que encontrar resistencia de individuos que son buscadores de la verdad, transmisores de conciencia y sembradores de amor.

También habría de encontrar resistencia en instituciones que, aún con sus fallas históricas,  son instituciones dinámicas que enseñan un comportamiento volcado hacia los demás y que buscan elevar el nivel de conciencia de las personas, basada en la práctica del amor y la misericordia.

Instituciones que han asumido la Ley que dice: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-38)»

Entendiéndose el amor como aquella fuerza vital que te hace querer que la otra persona sea respetada, tratada con dignidad, con cariño, con justicia y con misericordia, justamente igual que como te gustaría que te traten a ti.

Y para que no quede duda de quién se trata, la Ley está en un libro que es rechazado y hasta odiado por los defensores y propulsores de aquella lógica de vida que describimos anteriormente: La Biblia. En el viejo testamente está en Levítico 19:18, y en el  nuevo en mateo 22:37-30 y en otros versículos que no voy a citar aquí.

Pero para que quede aún más claro, Pablo en su carta a Corintios capítulo 13 versículos del 4 al 8 describe las cualidades de ese amor que Dios da a los seres humanos como Ley:

«El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. El amor nunca falla.»

Como vencer esas instituciones es mucho más difícil que vencer a las personas que actúan individualmente guiados por la moral  que le enseñaron sus padres y sus propias conciencias, entonces los cañones se enfilan en contra de esas instituciones fundamentalmente, y los calificativos para los miembros de esas instituciones son variados, lo menos que les dicen es fundamentalista.

Si creer que soy de la especie humana creada por Dios, hombre y mujer, a imagen y semejanza suya (Génesis 1:27), yo soy fundamentalista. Si tratar de cumplir la ley que está en el libro de Levítico que dice: «No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo (Lev. 19:18)”

«Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano (Lev 19:32)» «Al forastero que reside junto a vosotros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo (Lev 19:34)» «No cometáis injustica en los juicios, ni en las medidas de longitud, de peso o de capacidad (Lev 19:35)», y otras normas por el estilo, entonces yo soy fundamentalista.

En Mateo 25, versos del 40 al 47 dice: «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.

«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?  Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.»

Si esforzase por comprender, interiorizar y practicar esos preceptos contenidos en Mateo 25, es ser fundamentalista, entonces yo soy fundamentalista.

La Palabra de Dios te habla hoy, en este tiempo de la historia, en el contexto social que vivimos, como le habló a las sociedades del pasado, cada una en su tiempo histórico y en su contexto social.

c.aybar@nikaybp.com

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Josefina
Josefina
3 Años hace

Pues entonces si es así y a eso le llaman fundamentalista , pue somos dos .