El paraíso sobre el cual Dios sigue escribiendo el Génesis

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EL AUTOR es odontólogo y escritor. Reside en España.

Parecería que el mundo empezó su primer año de vida ayer, hace veinticuatro horas. Hoy día aquellos hombres prestos a las hostilidades han adquirido unas capacidades psicológicas y cualidades “del campo de batalla” diferentes a las del hombre del siglo XX; eso que quien escribe denomina: el manejo instantáneo del olvido.

Aunque parezca mentira este recurso se ha convertido en un manejo de primera necesidad para quienes venden el conflicto armado como prenda de negocio entre los pueblos, de tal forma que una guerra llevada a cabo en un determinado lugar, tras el desastre pasa de forma inmediata a ser olvidado valiéndose sus ejecutores de unos mecanismos de psicología sorprendente de tal manera que periodistas, algunas cadenas televisivas del acontecer diario, ciertos medios de prensa y hasta señaladas redes relegan la situación a un segundo, tercer, cuarto o quinto plano, mientras grupos de control van elaborando sus nuevas agendas, quipus en eslabones de metal, nuevos marcos de referencia y, lo más importante, los nuevos objetivos.

 

War and Power, de Paul Hirst, narra en uno de sus capítulos que “(…) La guerra tiene futuro y que no existe ninguna amenaza de paz permanente e inminente durante este siglo”.  El aspecto introductorio del mencionado  libro de Hirst narra también lo siguiente: “Chapter 3 considers the future of power between the major states. It considers the fashionable thesis that the principal conflicts of the future will be «new» wars withing state and that the role of the major westers powers will be to intervene to preserve human rights”.

Esto, de inglés a nuestro castellano se traduce como: “(…) El capítulo 3 considera el futuro del poder entre los estados principales. Considera la tesis de moda de que los principales conflictos del futuro serán las «nuevas» guerras dentro del estado y que el papel de las principales potencias del oeste será intervenir para preservar los derechos humanos”.

No hablamos aquí de un hecho a ser pensado o a ser consumado sino de algo que en los estamentos de altísimo poder se ha convertido en una tesis con aceptación de altísimo calado. La pregunta es, entonces, ¿cuáles son los verdaderos propósitos, acciones y estrategias de las cumbres mundiales si todo está, por lo que asevera este escritor, consumado, destinado a que esto es un plan por sobre todo plan?  Aunque Samuel B. Harris [(San Harris), investigador y neurocientífico –no creyente-, de la actual era que vivimos (Holoceno o Era Totalmente Reciente para unos; Posmodernidad para otros; simplemente Tecnológica para tantos y que un servidor prefiere llamar Edad del Desafío de las Inteligencias)], estadounidense, quien dirige el Proyecto Razón y autor de las obras El fin de la fe y Carta a una nación cristiana, llega a explicar que “(…) La fe y la religión son las fuentes más prolíficas de violencia en la historia”, y que “(…)  La religión, sin dudas, ha sido y es la mayor causa de guerra en el mundo”, discrepamos de esta afirmación.

Pensamos que las guerras son instigadas por círculos de poder que promueven vulnerabilidades religiosas para las guerras. Las guerras son un negocio lucrativo desde tiempos inmemorables.  Y usted me preguntará: ¿Y no es El Vaticano una fuente de poder mundial, quizás, la que más? Y yo le responderé que: “innegablemente sí lo es” en tanto lo veamos como mediador para regir las normas que rigen el sentido, el destino; porque en un ambiente donde no existan las normas no existiría tampoco la paz porque la paz es parte de ese proceso de entendimiento del ser humano con el ser humano.

Observemos la guerra civil afgana, persistente hasta hoy día, luego de lo que nos vendieron; la guerra civil iraquí; la guerra de Libia; la guerra de Siria; el persistente conflicto en Ucrania; la guerra de Yemen; el estado actual después de las hostilidades entre Israel y Siria en los Altos del Golán y enfrentamientos continuos en  regiones como Sudán del Sur; la incursión turca en la guerra siria; la toma militar de Malí; la crisis Anglófona en Camerún… si se da usted cuenta, los grupos del negocio de la guerra necesitan, para hacer vivir el negocio, doce o más guerras por cada territorio continental para hacer que superviva el negocio.

Isidore Marie Auguste François Xavier Compte o, simplemente, Augusto Compte, montpellierino (1798-1857), creador del positivismo francés y de la sociología como ciencia universal, autor de Curso de filosofía positiva y sus páginas didácticas recogidas en Discursos sobre el espíritu positivo, indica que “(…) La religión empezó desde el mismo momento en que el hombre aprendió a enterrar sus muertos por no tener explicación ante aquel acontecimiento tan sutil, simple y tan estremecedor que era la muerte”.

Ciertamente, entonces, podemos decir que, si el hombre buscaba una explicación al fenómeno de la muerte para crecerse sobre ella, ¿porqué no pensar en que ese mismo hombre trataba de encontrar también una solución al sentido de sus propios conflictos por lograr la paz desde el mismo instante en que surgieron los conflictos? Y, otra pregunta: ¿Cómo se normaría eso: con el desorden o con el orden? Negar la necesidad de las normas sociales sería tan injusto como pensar de modo simplista que si no existiera el agua el hombre bebería papel. Se afirma que las causas de guerra por religión suman unas ciento veintidós (122) conflagraciones mal contadas en la historia de la humanidad.

Situémonos en el punto de ¿de dónde vienen las guerras? El negocio de la guerra o de las guerras es la mayor multinacional del mundo, punto sobre el cual ya tenemos varios trabajos publicados y, en este caso, solo nos detendremos a decir, que se maneja desde grupos de poder establecidos por las grandes potencias a los fines de mantener constante la amenaza de la destrucción mundial que sigue enriqueciendo a estos grupos que, si bien es cierto, se ocultan detrás de otras instituciones de elementos creadores de una estrategia sobre otra para mantener el negocio y desoxidar el hierro del arrasar que perece lleno de moho en los almacenes de la muerte.

Se trata, simplemente, del Dios, esperando luz, haber dado la tinta y la ceniza a la construcción del costado y el calcañar humanos, para que el hombre deformara esto y erigiera la pólvora de grupos que dan sus propias almas por el retoñar de los laberintos, y que, el mismo Creador vuelva a crear el inicio, un millón de veces más, cada vez que de ello se antojaren las rígidas cabezas y el escritorio bajo hormigón de las Américas y el gabinete techado de robusto hierro en el palacio de los globos con espinas de los erectos tegumentos del Asia… desde su parte de atrás y su parte delantera. Éste, innegablemente, es el lugar donde Dios sigue, aún, al cabalgar de los conflictos, escribiendo el Génesis.       

 

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